Estimado en Cristo Adsertor:
Adsertor escribió:...
¡Gracias! Perdona que te maree un poco más jeje. Entendi todo, pero aún así, me viene tentación de incompatibilizar o de contraponer ambas (ciencia - fe). Puesto que la materia es perecedera por naturaleza, si bien el alma antes de la caída nos dotaba de inmortalidad, ¿cómo se podía tener un cuerpo en una existencia material finita y perecedera (sea nuestro cuerpo, el Universo...) que era inmortal? ¿No contradice eso lo que es la misma materia? Si nuestro cuerpo es herencia (desde la ciencia) de nuestros antepasados, cambiando por la evolución, y por tal, nuestro cuerpo es imperfecto (por eso enfermamos, nos surgen problemas físicos), ¿cómo puedo pensar al mismo tiempo que teníamos un cuerpo imperfecto (que puede enfermar por sus propias limitaciones físicas y morir) con una materia cambiante (que nos destina a morir) con una inmortalidad sostenida por nuestra alma espiritual? ¿No es contradictorio?.
Si éramos inmortales, y el universo es finito (temporalmente hablando), ¿Por qué Dios nos crearía en un mundo que iba a desaparecer y en el que no podíamos (si no hubiéramos pecado) morir?
Perdonad por darle vueltas a la cabeza, intento darle un sentido razonable sin sentir que poseo incoherencias o contradicciones (puesto que la Verdad no se contradice), espero que me iluminéis un poco. Si veo desde la fe meramente, lo entiendo, pero en el momento en el que por la ciencia empiezo a poner condiciones (ya había muerte, enfermedad, dolor antes d nosotros, etc) ¿cómo compatibilizo?
Nuestra corrupción es evidente, el caso de las pasiones que mencionas, como contra nuestra propia razón nosotros mismos parece que tiremos hacia abajo (concupiscencia). Me parece evidente que en el hombre ha habido algo que nos ha "roto" o corrompido, y hemos perdido el orden, es decir, por el pecado original. ¿Debería de orientarlo de la manera que al dotarnos Dios de alma nuestra materia quedó "ordenada" de tal forma que no podía cambiar nuestro ser? (es decir, movernos a morir) Esto supone pedir la fe para creer que había una materia no cambiante u ordenada de tal forma que impediría nuestra muerte.
Para que veas cómo el pseudo-intelectualismo que se desea amparar demasiado en la ciencia nos lleva a una cierta forma de soberbia, que es de donde a su vez se genera esa tentación de contraponer la Fe vs. la ciencia; y que, por otra parte, la lectura sencilla nos puede llevar a conclusiones mucho más certeras y poderosas; debes darte cuenta de que una forma mucho mejor encaminada de hacer tú misma pregunta NO requiere en lo absoluto recurrir al tema de los descubrimientos científicos relativamente recientes NI al desarrollo del cuerpo biológico del ser humano mediante un proceso evolutivo.
Sino se puede plantear este asunto a partir del tema del barro: el barro, en la experiencia de cualquiera, es algo frágil y perecedero, algo que es fácil de destruir. El barro no deja de ser tampoco parte del mismo Universo limitado que ha de pasar; pero, cuando hablamos de barro, nos damos cuenta, nos resulta evidente, de que estamos hablando de algo mucho más pasajero y frágil que algo comparativamente mucho más duradero, firme y seguro como la percepción que tenemos del Universo.
La noción del barro, pues, es mucho más poderosa para transmitir la fragilidad, temporalidad y, en suma, -aplicando términos filosóficos- contingencia del cuerpo humano. Una imagen de fragilidad mucho más poderosa de lo que la noción de un proceso evolutivo logra transmitir, pues, al final, el proceso evolutivo nos habla de desarrollo y perfeccionamiento, de adaptación y supervivencia; el barro, en cambio, nos habla inequívocamente de fragilidad y necesidad de cuidado para no desaparecer, para no morir ¿te das cuenta?
Entonces, si el relato de la Escritura transmite con tanta fuerza la fragilidad intrínseca del cuerpo ¿de dónde viene esta noción de eternidad, de inmortalidad? Pues es clarísimo que NO viene del barro, sino del otro elemento de mucha mayor importancia que ha entrado dentro de la Creación del hombre: el Aliento Divino. El Aliento Divino es el que ha transformado ese barro y le ha hecho de algún modo capaz de trascender, de ser MUCHÍSIMO más de lo que aparentemente estaba destinado a ser. Y así como puede decirse del barro, igualmente puede decirse de ese cuerpo tan avanzado y acabado desde un punto de vista evolutivo, pero tan contingente y frágil como el barro cuando lo analizamos en su propia naturaleza y realidad.
Vamos, veamos el caso de las bacterias que se multiplican a través de divisiones por bipartición: se ha dicho, no sin algo de razón que, para fines prácticos, son "inmortales", puesto que la bacteria original "desaparece" cuando se divide en dos. Pero en realidad NUNCA se muere, simplemente continúa su vida en las dos bacterias que le suceden, se podría hasta interpretar que una de ellas es la original mientras que la otra es la "hija" , y así seguir una línea de la original en muchísimas bi-particiones, con muchísimas "hijas" también generadas en el camino. Y, sin embargo, esto que parece tan sólido y aparentemente indestructible, se puede acabar al primer bacteriófago (lo que incluye los fagocitos de nuestro sistema inmunitario) que llegue a acabar con el par de bacterias. Esto por no hablar de lo que ocurre si las bacterias quedan en una gotita de agua que se seca al sol y mueren completamente deshidratadas. Como vemos, incluso los "esfuerzos" más "avanzados" de la vida evolutiva por alcanzar la trascendencia e inmortalidad chocan de frente ante la fragilidad intrínseca de la vida biológica. Seguimos hablando, pues, de la misma fragilidad del barro: de la misma fragilidad de la materia organizada.
Y, dando otra mirada hacia nosotros mismos, nos podemos preguntar ¿qué es lo que nos ha hecho más capaces de defendernos? ¿de sobreponernos a esa fragilidad intrínseca de nuestros cuerpos? ¿qué nos ha hecho capaces de identificar la fuente de nuestras enfermedades para poder curarnos de muchas de ellas en vez de perecer por su causa? ¿qué nos ha hecho capaces de inventar ropas y abrigos para guarecernos del frío, almacenes y rutas de distribución complejas para guarecernos del hambre, o fuentes de líquidos como acueductos, vasijas y agua embotellada para guarecernos de la sequía y el calor? Pues es claro que el intelecto que nos viene de ese Aliento Divino que hemos recibido.
¿Puedes darte cuenta ahora? ¿puedes ver como la sencillez en la lectura del Génesis fácilmente nos puede llevar a conclusiones muchísimo más acertadas y poderosas de lo que la soberbia de querer pararnos firmemente en nuestra pobre ciencia nos puede erradamente llevar a cuestionar?
Y es que, si te fijas, si la fragilidad intrínseca de nuestro cuerpo se ve de algún modo "realizada" en su muerte física; esto, desde luego, a causa de la debilidad introducida por el pecado que ha provocado que, digamos, el "Aliento Divino en nosotros" (o sea, nuestra alma) quede lastimado e incapaz de protegernos de manera tan eficaz de la fragilidad de nuestro propio barro; con todo, lo que DESPUÉS de esa muerte PERMANECE de nosotros NO es ya precisamente ese barro frágil, ese cuerpo biológico producido por un proceso evolutivo, sino el mismo Aliento Divino de nuestra alma libre e INMORTAL. Y es entonces, a partir de esa misma alma, de ese mismo Aliento Divino que Dios Mismo alguna vez nos concedió, que Él mismo RECONSTITUIRÁ nuestro cuerpo, no ya en un cuerpo frágil y pasajero, sino en un cuerpo inmortal y glorioso como el Cuerpo Resucitado de Nuestro Señor Jesucristo. ¿Cómo será la materia de este nuevo cuerpo? No lo sabemos, pero la Escritura da clara cuenta de que de algún modo tan es algo material, que no cabe en la descripción de "fantasma" y que puede comer pescado y lo pueden tocar nuestras manos atravesando las Preciosas Llagas del Costado. Y, sin embargo, tan no es la materia tal y como la conocemos ahora, que puede aparecer e irse de cuartos cerrados. ¡Difícilmente nuestra débil ciencia experimentalista va a dar para analizar y explicar lo que ni siquiera puede estudiar porque no tiene "muestras" para hacerlo! Pero la Iglesia, continuando con el testimonio de los Apóstoles, nos da a su vez testimonio de que no son imaginaciones ni fantasías, sino algo REAL que OCURRIÓ EN VERDAD y que nos da ESPERANZA CIERTA de lo que OCURRIRÁ en NOSOTROS.
Es ahí donde nos damos cuenta de las limitaciones de nuestra ciencia experimentalista chocan de frente y se vuelven absolutamente incapaces de explicar lo que no pueden siquiera investigar; lo que, por otra parte, la sencillez y simplicidad del relato mítico del Génesis tan fácilmente nos ayudó a contemplar. Y es claro que en ello NO estamos cayendo en la imaginación y fantasía de un pensamiento mágico opuesto a la verdadera ciencia y poco fundado en la realidad y en nuestra experiencia; sino TODO LO CONTRARIO, lo estamos haciendo desde una base firme y segura, fuertemente anclados en la contemplación de la REALIDAD de nuestra propia fragilidad y en el TESTIMONIO CONFIABLE de los HECHOS ocurridos alrededor de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor. La atea pseudo-ciencia moderna no puede aspirar a explicar todo esto sino intentando gratuitamente NEGAR esos HECHOS de la Vida de Nuestro Señor.
Pero la ciencia no siempre actuó de esta manera tan insensata, sino las mismas Universidades surgieron en el contexto de hombres de Fe que sabían muy bien reconocer las limitaciones del conocimiento humano y la necesidad de adaptar el método de estudio de acuerdo a la REALIDAD de la materia y/o los fenómenos estudiados. Es tan solo desde el ciego positivismo de Comte que la pseudo-ciencia atea se ha empeñado en tratar de entender todo desde un único método, y se ha empeñado en negar gratuitamente y sin fundamentos todo lo que ese método simplemente no puede estudiar o explicar. Cópernico, Galileo y muchos otros muchos titanes de la ciencia mucho más recientes como Pasteur fueron todos hombres de Fe, que no veían las tontas oposiciones que los ateos gratuitamente se inventaron para complacer su soberbia y su deseo de apartarse de Dios para no tener que rendir cuentas ante Él. Pero Dios es Dios y NO necesita que los hombres le reconozcan para llamarlos a rendir cuentas. El único perjudicado, pues, por esta insensata actitud es el propio necio que en su auto-suficiencia y soberbia se empeña en negar lo evidente para justificarse a sí mismo.
Por último y respecto a tu pregunta más concreta, que es cómo habría podido la finitud de ESTA materia ser componente de la ETERNIDAD del cuerpo en el caso de que el hombre no hubiese pecado; la propia Escritura da testimonio de algo muy semejante a lo que seguramente hubiese ocurrido (el último Adán se refiere a Cristo):
Esto es lo que dice la Escritura: El primer hombre, Adán, fue creado como un ser viviente; el último Adán, en cambio, es un ser espiritual que da la Vida.
Pero no existió primero lo espiritual sino lo puramente natural; lo espiritual viene después.
El primer hombre procede de la tierra y es terrenal; pero el segundo hombre procede del cielo.
Los hombres terrenales serán como el hombre terrenal, y los celestiales como el celestial.
De la misma manera que hemos sido revestidos de la imagen del hombre terrenal, también lo seremos de la imagen del hombre celestial.
Les aseguro, hermanos, que lo puramente humano no puede tener parte en el Reino de Dios, ni la corrupción puede heredar lo que es incorruptible.
Les voy a revelar un misterio: No todos vamos a morir, pero todos seremos transformados.
En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final –porque esto sucederá– los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados.
Lo que es corruptible debe revestirse de la incorruptibilidad y lo que es mortal debe revestirse de la inmortalidad.
Cuando lo que es corruptible se revista de la incorruptibilidad y lo que es mortal se revista de la inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: La muerte ha sido vencida.
¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?
Porque lo que provoca la muerte es el pecado y lo que da fuerza al pecado es la ley.
¡Demos gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo!
Por eso, queridos hermanos, permanezcan firmes e inconmovibles, progresando constantemente en la obra del Señor, con la certidumbre de que los esfuerzos que realizan por él no serán vanos.
I Corintios 15, 45-58
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Respecto a esto:
Pero lo planteas como algo práctico, como que somos tan brutos que habríamos rechazado totalmente a Dios. Pero según tengo entendido, María al ser Inmaculada su naturaleza estaba ordenada (como Jesús) por lo que le era imposible pecar. Si hubiéramos sido inmaculados, no podríamos ser "brutos" pues no podríamos rechazar a Dios, al ser llenos de Gracia y por una naturaleza ordenada habríamos sido verdaderamente libres (la Verdad os hará libres) y no habríamos podido pecar.
¿Entonces? (cito la pregunta que me hicieron), si Dios hizo a María Inmaculada (que no podía rechazar a Dios por su naturaleza ordenada), ¿por qué no nos crea inmaculados a todos? ¿Por qué permite que carguemos este desorden introducido por el pecado y no nos reordena como hizo con María para mantenernos siempre en santidad y en su gracia sin rechazarlo (que es el fin de nuestra existencia, conocerlo y amarlo)?
Como bien ha señalado el hermano tito, en este argumento hay una falacia, porque el ser Inmaculado NO lo convierte automáticamente a uno en perfecto e incapaz de pecar. Y la prueba es que el Demonio pecó siendo muchísimo más perfecto que nosotros; al igual que nuestros primeros padres, creados en Gracia, se dejaron engañar y pecaron.
Nuestra Santísima Madre, por consiguiente, SI hubiera podido pecar; por ello, si no lo hizo, NO fue en automático porque Dios la hubiera Creado Inmaculada, sino porque ella, durante TODA su vida, SUPO ACEPTAR y APROVECHAR la Gracia que EN CADA MOMENTO Dios le Ofreció para SUPERAR las diversas tentaciones que el mundo le presentó.
Si, podemos entender que ella tuvo menos auto-tentaciones por no padecer de la tendencia al mal que la concupiscencia causa en nosotros; pero eso, en realidad, NO la puso del todo en situación de ventaja respecto a nosotros. Porque si Cristo Mismo fue tentado externamente, es claro que ella también. Y es Dogma de Fe que NOSOTROS, de hecho, CONTAMOS con TODA la Gracia de Dios que NECESITAMOS para VENCER ante CUALQUIER tentación que se nos llegue a presentar. Si no somos fieles, pues, no es por falta de recursos, sino por falta de VOLUNTAD de aceptar esa Gracia y SERVIR a Dios.
De ahí la respuesta de Nuestro Señor a la mujer que quiso hacer una alabanza a Su Madre:
Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: «¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!».
Jesús le respondió: «Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican».
San Lucas 11, 27-28
Porque la mayor grandeza de Nuestra Señora NO está en su elección especialísima, sino en haber sido perfectamente fiel en escuchar la Palabra de Dios y ponerla en obra. Entonces no es que ella haya sido fiel toda su vida porque fue Creada Inmaculada, sino es más bien al revés: fue Creada Inmaculada porque sería fiel toda su vida.
Que Dios te bendiga