por Oscar Aguirre » Mié Feb 15, 2012 7:17 pm
Tema 3: ¿Le ha salido a Dios mal el mundo?
Introducción.
El drama de la existencia del mal ha sido usado desde muy antiguo para poner objeciones a la existencia de Dios o al menos a su actuación en el mundo. Lo reconoce el mismo Catecismo de la Iglesia Católica: 'Si el mundo procede de la sabiduría y de la bondad de Dios, ¿por qué existe el mal?, ¿de dónde viene?, ¿quién es responsable de él?, ¿dónde está la posibilidad de liberarse del mal?' (Catecismo, n. 284). Y también en otro lugar: 'La fe en Dios Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la experiencia del mal y del sufrimiento. A veces Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal' (Catecismo, n. 272).
'Los ángeles y los hombres, criaturas inteligentes y libres, deben caminar hacia su destino último por elección libre y amor de preferencia. Por ello pueden desviarse. De hecho pecaron. Y fue así como el mal moral entró en el mundo, incomparablemente más grave que el mal físico. Dios no es de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal moral. Sin embargo, lo permite, respetando la libertad de su criatura, y, misteriosamente, sabe sacar de él el bien: 'Porque el Dios Todopoderoso... por ser soberanamente bueno, no permitiría jamás que en sus obras existiera algún mal, si El no fuera suficientemente poderoso y bueno para hacer surgir un bien del mismo mal' (San Agustín)' (Catecismo, n. 311).
Jamás hablar de este tema con ligereza.
Concuerdo que no se puede hablar de este tema con ligereza, ya que es de suma importancia conocer las cosas buenas que Dios ha creado para nosotros, para vivir en santidad, y alejarnos del mal, si lo que queremos, y si nuestro propósito en la vida es estar en gracia con el creador.
Esa incómoda libertad responsable.
La libertad responsable surge cuando descubro al otro como sujeto de derechos, que tiene una dignidad inviolable que yo debo respetar.
Uno vive en libertad cuando renuncia a sus propios intereses para actuar en el ámbito de personas que tienen derechos y que lo llaman, lo necesitan a uno.
El hombre se transforma al elegir, porque es más él y menos los demás que le oprimen y la naturaleza que le domina. Sólo cuando elige, es él mismo, el hombre, con autonomía frente al mundo para construir y elaborar su propio mundo.
"Es por ello que la libertad humana adquiere un carácter de conquista personal y se traduce en tarea permanente; como nos lo señala Juan Pablo II cuando concibe la función del bien y le asigna por objeto el amor traducido en donación y servicio desinteresado a los demás"..
El plan creador y el origen del mal.
La principal prueba de que el Plan de Dios es fruto del amor que el Creador tiene por cada hombre es la libertad. Dios no impone su Plan; se lo revela al ser humano por todos los medios posibles, pero lo deja en la libertad de poder escoger entre obedecer a sus dinamismos interiores, aceptando el proyecto de vida que Dios le propone, o rechazarlo, esclavizándose así a las presiones deshumanizantes del poder, el tener y el placer. El hombre concreto, cada uno de nosotros, puede escoger libremente. Dios respeta esa decisión; pero la opción libre no carece de consecuencias: «Te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia, amando a Yahveh tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a él». La opción que tome, por tanto, marcará la diferencia entre la muerte y la vida.
309: Si Dios Padre Todopoderoso, Creador del mundo ordenado y bueno, tiene cuidado de todas sus criaturas, ¿por qué existe el mal? A esta pregunta tan apremiante como inevitable, tan dolorosa como misteriosa no se puede dar una respuesta simple. El conjunto de la fe cristiana constituye la respuesta a esta pregunta: la bondad de la creación, el drama del pecado, el amor paciente de Dios que sale al encuentro del hombre con sus Alianzas, con la Encarnación redentora de su Hijo, con el don del Espíritu, con la congregación de la Iglesia, con la fuerza de los sacramentos, con la llamada a una vida bienaventurada que las criaturas son invitadas a aceptar libremente, pero a la cual, también libremente, por un misterio terrible, pueden negarse o rechazar. No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea en parte una respuesta a la cuestión del mal.
311: Los ángeles y los hombres, criaturas inteligentes y libres, deben caminar hacia su destino último por elección libre y amor de preferencia. Por ello pueden desviarse. De hecho pecaron. Y fue así como el mal moral entró en el mundo, incomparablemente más grave que el mal físico. Dios no es de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal moral. Sin embargo, lo permite, respetando la libertad de su criatura, y, misteriosamente, sabe sacar de él el bien.
385: Dios es infinitamente bueno y todas sus obras son buenas. Sin embargo, nadie escapa a la experiencia del sufrimiento, de los males en la naturaleza -que aparecen como ligados a los límites propios de las criaturas-, y sobre todo a la cuestión del mal moral. ¿De dónde viene el mal? «Buscaba el origen del mal y no encontraba solución», dice S. Agustín (Conf. 7, 7. 11), y su propia búsqueda dolorosa sólo encontrará salida en su conversión al Dios vivo. Porque «el misterio de la iniquidad» (2 Tes 2, 7) sólo se esclarece a la luz del «Misterio de la piedad» (1 Tim 3, 16). La revelación del amor divino en Cristo ha manifestado a la vez la extensión del mal y la sobreabundancia de la gracia (ver Rom 5, 20). Debemos, por tanto, examinar la cuestión del origen del mal fijando la mirada de nuestra fe en el que es su único Vencedor.
681: El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal que, como el trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia.
El primer pecado y sus consecuencias.
397. El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre. En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad.
398. En este pecado, el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios: hizo elección de sí mismo contra Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra su propio bien. El hombre, creado en un estado de santidad, estaba destinado a ser plenamente divinizado por Dios, pero sin Dios, antes que Dios y no según Dios.
399. La escritura muestra las consecuencias dramáticas de esta primera desobediencia. Adán y Eva pierden inmediatamente la gracia de la santidad original. Tienen miedo de Dios de quien han concebido una falsa imagen, la de un Dios celoso de sus prerrogativas.
400. La armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la justicia original, queda destruida; el dominio de las facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra; la unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones, sus relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio. La armonía con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y hostil. A causa del hombre, la reacción es sometida a la servidumbre de la corrupción. Por fin la consecuencia explícitamente anunciada para el caso de desobediencia, se realizará: el hombre volverá al polvo del que fue formado. La muerte hace su entrada en la historia de la humanidad.
Bienes que se pueden seguir del sufrimiento.
'Del mayor mal moral que ha sido cometido jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de Dios, causado por los pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia de su gracia, sacó el mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra Redención. Sin embargo, no por esto el mal se convierte en un bien' (Catecismo, n. 312).
Recordemos el episodio de José vendido por sus hermanos como esclavo. Con el tiempo, y debido a esa misteriosa decisión pecaminosa de sus hermanos, José se convierte en el salvador de su pueblo. 'No fuisteis vosotros, dice José a sus hermanos, los que me enviasteis acá, sino Dios..., aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir... un pueblo numeroso' (Gn 45,8; 50,20).
Una realidad poco conocida.
La falta de sintonía afectiva con Cristo.
Sufrir para consolar.
Me parece que a lo largo de la vida todos hemos experimentado y pasado por momentos desagradables, malas experiencias, y es a través de esas experiencias que aprendemos a superar las dificultades y de esta forma podremos dar animo y consuelo a la persona que sufre. Como católicos siempre encontraremos consuelo en Dios y en nuestra Santa Madre María de Guadalupe.
El ejemplo de los Santos.
El ejemplo que nos transmiten los Santos es que ellos practicaron heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, el poder del Espíritu de santidad, que esta en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores.