Cuaresma. Tiempo de conversión, de avanzar cada día con nuestro plan de mortificación que nos ayudará a vivir con la voluntad de agradar a Dios en todo para que así, convertidos y vuelto nuestro corazón hacia Jesús, no echemos en saco roto la gracia de Dios. Con Él, la penitencia y la mortificación se vuelven alegría y esperanza, por eso es tiempo también de analizar cuando me siento mal (tristeza, pereza, falta de tesón...) es porque no estoy lo suficientemente cerca de Cristo.
Es tiempo de cambios, de cambiar mi actitud frente a las cosas, las personas y las situaciones y de perseguir en todo la voluntad de Dios, ayunando de la mía.