Tema 6.- La Familia, Universidad del Amor
Pilares del Misionerismo.Segundo pilar: La familia.La familia es y debe ser la universidad del amor.
El Amor es entrega, el Amor es donación, el Amor es sacrificio, el Amor es perdón, el Amor es paciente, el Amor es perseverante, el Amor es misericordioso… y mucho más, es el Amor.
Es muy importante entender que la familia tiene una función antropológica esencial para la formación integral, equilibrada y sólida de las personas sobre las cuales se fundamentará la sociedad a la que aspira el Misionerismo”.
NO HAY SOCIEDAD EQUILIBRADA SIN PERSONAS VERDADERAMENTE EQUILIBRADAS, NO HAY PERSONAS VERDADERAMENTE EQUILIBRADAS SIN FAMILIAS EQUILIBRADAS.
Es en la familia donde uno va aprendiendo las actitudes con las que después funcionará en la sociedad. Si en las familias no aprendemos virtudes como el respeto, la responsabilidad, el amor, la entrega, la paciencia, etc., difícilmente podremos actuar de esta forma en la sociedad, y en la empresa, para con los demás.
Dios hizo al hombre y a la mujer para que crecieran y se multiplicaran. Jesucristo nació en una familia en la que el valor fundamental era el amor. La destrucción de las familias genera destrucción de los valores, que a su vez produce la degeneración de los mismos y es por ello, que las personas que proceden de familias desechas, muchas veces no tienen confianza en el valor de las mismas, y buscan diferentes alternativas para tratar de realizarse. Por eso encontramos cada vez más gente aceptando las “familias alternativas”, generando con todo ello un círculo vicioso, degenerativo (no virtuoso), en el que las personas pierden el norte de su existencia y en el que cada vez más la sociedad se hunde como en un fango del cual le resulta muy difícil de salir.
Por lo anterior y por simple lógica y sentido común, los valores que la Iglesia defiende en relación a la familia, deben ser inalienables, y cualquier atentado contra ellos, se convierte en un atentado contra una sana sociedad.
El hombre, por su soberbia y por su falta de sabiduría y conocimiento incluso de sí mismo, ha cuestionado muchas de las instituciones creadas por Dios.
Como afirmo sobre las leyes espirituales: el desconocimiento de éstas no nos va eximir de nuestras responsabilidades, y una de nuestras grandes responsabilidades a la hora que aceptamos engendrar hijos, es la de formarlos en el conocimiento de lo que significa la palabra de Dios.
Algún día Dios nos va a pedir cuentas por las almas de nuestros hijos. Quisiera insistir en este punto porque muchos padres de familia no se dan cuenta de la gran responsabilidad que adquieren al tener un hijo. Un hijo es una gran bendición, pero también es una gran responsabilidad.
Cuando decidimos tener hijos, deberíamos de darnos cuenta que Dios está poniendo en nuestras manos, como digo en el apartado de ¿Quién soy?, la obra más perfecta de la Creación. Por poco que pensáramos en ello, nos deberíamos de dar cuenta que prácticamente no intervenimos en nada para que nuestros hijos lleguen a formarse dentro del vientre materno. Sí, los concebimos, sí, los engendramos, pero las madres, especialmente las madres, sin quitarle ninguna responsabilidad al padre, deberían darse cuenta de que lo que traen en su seno no es fruto de la carne, sino del espíritu. La grandeza de lo que llevan es su seno es tal que deberían de cuestionarse cómo es posible que sean capaces de engendrar una obra de tales características.
Los hombres estamos afectados por el pecado original, cometido por nuestros primeros padres por desobediencia a Dios. Podríamos decir que nosotros no tenemos la culpa de lo que ellos hicieron, sin embargo eso no nos exime de las consecuencias de la culpa.
Pensemos en la responsabilidad que tenemos si no abrimos la conciencia de nuestros hijos a descubrir que realmente son fruto del espíritu, fruto del espíritu de Dios engendrado en la naturaleza terrena del hombre.
Los padres tenemos la obligación moral, pero sobretodo la obligación espiritual para con nuestros hijos de ayudarlos a descubrir que son verdaderamente hijos de Dios. Si no cumplimos con dicha obligación debemos de darnos cuenta que estamos matando en nuestros hijos la vida espiritual, estamos matando en nuestros hijos la eternidad y algún día lo queramos o no, vamos a tener que entregar cuentas de lo que hicimos con esos “talentos”, esos hijos, esas bendiciones que Dios nos regaló.
A) La Unicidad desde la Trinidad en el Matrimonio.El Matrimonio es una Gran Bendición. Dios quiere la felicidad del hombre a través del Sacrificio Trascendental.
La Verdadera Felicidad, necesita estar cerca de La Verdad, necesita estar cerca de Dios.
Como todo lo de Dios, el Matrimonio también tiene su misterio. Un matrimonio que no tiene sus etapas de prueba, sus etapas de sufrimiento, no será un buen matrimonio.
El hierro se torna en acero, a través de los golpes y el fuego. Al igual, para llegar a Dios, necesitamos pasar muchas pruebas; y también, para tener un buen matrimonio, también necesitamos pasar por muchas pruebas.
El matrimonio nos implica esfuerzo, nos implica sacrificio, nos implica sufrimiento. Pero el matrimonio, el Verdadero Matrimonio, es la Comunión de una Trinidad en una sola unidad: el esposo, la esposa y ambos en comunión con Dios.
Y esa trinidad, esa unión, a fuerza de cuidarla, pero también a través de las pruebas, del esfuerzo, de la donación, de la entrega mutua, del sufrimiento, del amor y sobretodo del tiempo, nos dará una felicidad difícil de encontrar en otra parte.
Un verdadero matrimonio, nos tiene que ayudar a desarrollar muchas virtudes: la paciencia, la humildad, la fortaleza, la templanza, la esperanza, la caridad, la fe, y todo ello con el pasar del tiempo nos llevará a un amor, donde ya no seremos dos, sino uno en unión con Dios.
Por todo ello el Matrimonio es un gran medio para llegar a la santidad, pero debemos de saber que la santidad es sobretodo felicidad.
A veces vemos matrimonios de personas mayores que se comportan de forma tan hermosa que concluimos que no son dos sino uno solo, y se percibe cómo irradian amor y felicidad.
Entiendo que algunos puedan pensar que esta armonía sea difícil de alcanzar, pero el esfuerzo permanente, en efecto nos puede llevaros a conquistarla.
Así mismo debemos ver como nuestra sociedad actual busca esa misma felicidad, pero por su incapacidad de sacrificio, trata de encontrarla en la futilidad y ligereza de la forma y no en la solidez del fondo.
Nuevamente la Biblia nos da la guía de nuestra conducta, nuestro actuar, a través de sus consejos:
A odres nuevos, vinos nuevos; a odres viejos, vinos viejos.
El vino nuevo no es mejor que el vino viejo, si este último lo hemos manejado con el cuidado adecuado.
Hay odres viejos que quieren llenarse con vino nuevo y acaban por romperse.
El Matrimonio, como los buenos vinos, con el pasar del tiempo va formando una solera, que es la esencia de la calidad del mismo.
El Misionerismo trabaja hacia adentro, busca dentro de sí, lo que afuera no va a encontrar.
Por todo ello una buena sociedad, una sana sociedad, tiene que estar fundamentada sobre el matrimonio y la familia instituidos por Dios.
Podemos también leer las encíclicas Casti connubii, Humanae vitae, y Evangelium vitae en las que se tratan temas doctrinales sobre el amor, el noviazgo, la familia, y la vida para reforzar nuestros criterios.
<font size=3><b><font color="#800000">Preguntas de reflexión que debes responder en los foros del curso</font></b></font>
<a href="http://foro.catholic.net/viewforum.php?f=40" target="_blank"> Foros del curso Clíck aquí
</a>
1. ¿ Como piensas que influye la familia en la formación del hombre y en el funcionamiento de la sociedad?
2. Como padres, ¿somos responsables de la formación de la conciencia, o del desarrollo espiritual de nuestros hijos?
3. Nuestros hijos ¿Son nuestros o de Dios?
4. ¿Que es para ti el matrimonio.?
APLICACIONESEMPRESA: Tener en cuenta las necesidades de las familias de los empleados; que el salario sea de acuerdo a las necesidades familiares.
FAMILIA: Vivir para la familia, para hacerla feliz.
PERSONAL: Darnos cuenta de la importancia de la familia en la trasmisión de la fe y los valores. Tratar de que sea una realidad en nuestra familia concreta.
Extracto de Tesis de Maestría que se realizo sobre el Documento Base del Misionerismo.Matrimonio y FamiliaComo hemos mencionado anteriormente, en la introducción a este trabajo y específicamente en el capítulo II, la persona se realiza desde su vocación particular elegida, en sus diversos ámbitos: estado de vida, profesión y misión.
En este capítulo abordaremos el tema del matrimonio y de la familia dada su importancia en la formación y en la realización de la persona y por otro lado, en la conformación de la sociedad.
La familia es el núcleo social donde se genera la autoestima y se aprende a compartir.
Sin embargo, la familia en innumerables ocasiones no sólo no existe, sino que se da de manera distorsionada y desvinculada afectándose así las raíces emocionales del ser humano. Esta carencia de amor se muestra de múltiples maneras en la sociedad a través de manifestaciones de inseguridad personal y de todas las formas imaginables e inimaginables de egoísmo.
La familia ha sido considerada siempre como la expresión primera y fundamental de la naturaleza social de la persona pues es una comunidad para la cual el propio modo de existir y vivir es la comunión: communio personarum (1). Es importante decir que sólo las personas son capaces de existir "en comunión" y esto viene de la diferencia esencial entre las personas como seres sociales y los seres gregarios, como es el caso de algunos grupos de animales superiores como los primates, y que consiste en que las personas se relacionan de manera interpersonal libre y responsablemente y no por una tendencia instintiva.
La familia arranca de la comunión conyugal que el Concilio Vaticano II califica como alianza, por la cual el hombre y la mujer, se entregan y se aceptan mutuamente.(2) La familia se constituye, entonces, por medio del matrimonio.
Tanto familia como empresa guardan ciertas relaciones que podemos resumir en (3):
i.La familia es el principal proveedor de hombres a la empresa. Es el primer departamento de adiestramiento y capacitación del personal.
ii.La familia es la primera y fundamental educadora del trabajador en potencia. Es el lugar en donde se aprenden todos los valores que después se pondrán en práctica en la empresa.
iii.La familia renueva las energías gastadas del que trabaja en la empresa. Es fuente de motivación y apoyo.
iv.La familia es el principal consumidor de la empresa.
Esta realidad hasta ahora poco reconocida se hace patente después de numerosos análisis psíquico-físico-sociológicos que nos patentizan la importancia de las motivaciones Trascendentes y la familia lo es, en el comportamiento humano en la empresa. Para ello, antes de hablar propiamente de la familia, se debe tratar el tema del matrimonio que es, finalmente, el cimiento sobre el que se edifica la vida en familia y posteriormente sobre la familia misma.
1. Matrimonio a. DefiniciónEl matrimonio y consecuentemente la familia, no es una construcción sociológica casual, fruto de situaciones particulares históricas y económicas. Todo lo contrario, la cuestión de la justa relación entre el hombre y la mujer tiene sus verdaderas raíces en la esencia más profunda del ser humano y sólo puede encontrar su respuesta a partir de esta misma esencia. Es por esta razón que el matrimonio es una realidad conocida espontáneamente por todos.
El libro del Génesis afirma que “dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne".(4) En su evangelio Mateo añade: "de manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre".(5)
Samuel Vargas Montoya en su Ética o Filosofía moral define al matrimonio de la siguiente forma: “El matrimonio es (…) una sociedad natural, moral, constante del hombre con la mujer, los cuales se eligen libremente para llevar una vida en común y ayudarse en las dificultades, dentro de los fines básicos del matrimonio: la procreación y educación de la prole”.(6) Esta primera sociedad es, en realidad, la comunión entre los cónyuges que una vez que llegan los hijos se transforma en una comunidad de personas (común unidad) para las cuales el propio modo de existir y vivir juntos es la comunión. Es por decirlo de otra manera una comunión para la comunión.
El matrimonio es una alianza de hombre y mujer en el amor,(7) que sólo puede ser custodiada por el Amor, es decir, por el Espíritu de Dios. Es una alianza consciente y libremente elegida. De hecho, el “sí” voluntario que se da al ser amado es un “sí” que significa el compromiso, entre ambos ante Dios para toda la vida. Por esta razón el “sí” constituye el espacio de la fidelidad. La libertad del “sí” se presenta como la libertad capaz de asumir lo que es definitivo: la donación, considerada por muchos la expresión máxima de libertad ya que nadie es capaz de entregarse a otro si antes no se ha hecho dueño definitivo de sí mismo.
En concreto, el “sí” personal y recíproco del hombre y de la mujer abre el espacio para el futuro, para la auténtica humanidad de cada uno, para su mutua perfección, es decir, para el enriquecimiento de la persona en su nivel más elevado, intelectual y espiritual, en el que mayormente se proyecta la fuerza perfeccionadora del amor vivido efectivamente día a día y no sólo en el aspecto externo de la vida doméstica, y al mismo tiempo, para el don de una nueva vida.(8)
Por este motivo, este “sí” personal tiene que ser necesariamente un “sí” que es también públicamente responsable, con el que los cónyuges asumen la responsabilidad pública de la fidelidad, que garantiza también el futuro para la comunidad.
“El matrimonio, es una unión íntima de vida, complemento entre un hombre y una mujer, que está constituido por un vínculo indisoluble, libremente contraído, públicamente afirmado, y que está abierto a la transmisión de la vida.”(9)
El matrimonio, como institución, no es por tanto una injerencia indebida de la sociedad o de la autoridad, una imposición desde el exterior en la realidad más privada de la vida; es por el contrario una exigencia intrínseca del pacto de amor conyugal y de la profundidad de la persona humana.
Otra definición del matrimonio, según el derecho canónico es: “consorcio de toda la vida, ordenada por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole."(10)
b. Características del matrimonioEl matrimonio es una institución tan rica, tan profundamente humana que son muchas propiedades que podemos concluir de ella. De hecho, son múltiples características a las que podríamos recurrir pero para simplificar nos enfocaremos solamente en las señaladas en la Humanae Vitae:
i. Humano“El amor conyugal es ante todo, un amor plenamente humano, es decir, sensible y espiritual al mismo tiempo. “Va de persona a persona con el afecto de la voluntad, abarca el bien de toda la persona y, por tanto es capaz de enriquecer con una dignidad especial las expresiones del cuerpo y espíritu y ennoblecerlas como elementos y señales específicas de la amistad conyugal.”(11) “No es por tanto una simple efusión del instinto y del sentimiento sino que es también, y principalmente, un acto de la voluntad libre, destinado a mantenerse y a crecer mediante las alegrías y dolores de la vida cotidiana, de forma que los esposos se conviertan en un solo corazón y en una sola alma y juntos alcancen su perfección humana”.(12)
ii. ExclusivoEs un amor fiel y exclusivo hasta la muerte, así es concebido por la pareja el día en que asumen libremente y con plena conciencia el compromiso del vínculo matrimonial. Fidelidad que a veces puede resultar difícil, pero que siempre es posible, noble y meritoria.(13)
La exclusividad implica intimidad y autodeterminación de un “yo” a favor de un “tú” particular. La intimidad es esa relación profunda que se da entre dos corazones que inicia en el interior y que se expresa después corporalmente. En el intercambio de esta intimidad personal está la base de la relación corpórea. Dentro de esta relación de intimidad se da una recíproca simpatía, atracción y enamoramiento. Las personas viven como un solo corazón en una unión interior afectiva. También, dentro de esta intimidad encontramos la unión ideológica, de principios, de entendimiento. Se dan la revelación, la donación y la acogida en una profunda unión interior espiritual. “Esta íntima unión, como mutua entrega de dos personas, lo mismo que el bien de los hijos, exigen plena fidelidad conyugal y urgen su indisoluble unidad” (14).
Como consecuencia de esta exclusividad se da la “perennidad” la cual se refiere a su vínculo que es para siempre. Si no hay esta determinación no hay amor conyugal. Perennidad implica indisolubilidad, ya que ya no queda nada de sí para entregar a otro y como se ama completamente, la persona no se quiere entregar a nadie más. La entrega y la apuesta por el otro nos llaman a arriesgarnos. “El matrimonio es una apuesta radical que sólo se hace si se está decidido a arriesgar el 100% por el otro, pase lo que pase.”(15) No se entiende un: “te amo pero sólo por 3 años”.
iii. TotalEs un amor total, esto es, una forma singular de amistad personal con la cual los esposos comparten generosamente todo, sin reservas indebidas o cálculos egoístas. Quien ama de verdad a su consorte, no lo ama sólo por lo que de él recibe sino por sí mismo, gozoso de poderlo enriquecer con el don de sí.
La totalidad implica la completa autodeterminación de la voluntad para donarse con un amor total que involucre todo el ser de la persona amada. Con un amor definitivo que involucre toda la vida; con un amor compartido que involucre todo los actos de la vida; con un amor único que ame únicamente al “tú” elegido; con un amor sacramental en el que participa Dios; con un amor que se manifiesta públicamente como una pequeña sociedad dentro de la sociedad; con un amor fecundo abierto al don de la vida; la entrega total del cuerpo implica eso que no se ve. Cada unión corpórea lleva un contenido interior, la elección mutua de dar esos amores es la esencia del matrimonio y da el derecho a los cónyuges de manifestarlo en el acto sexual. La unión interior se da cuando las características afectivas, espirituales y de decisión. Cada día que pasa la persona debe renovar su elección y tener consciente ese compromiso de su voluntad que lo lleve a vivir siempre en fidelidad que es, a su vez “consecuencia de la autenticidad del don” (16). La apuesta por el otro es una apuesta radical en la que se arriesga todo, se arriesga la totalidad de la vida.
i. FecundoEl matrimonio debe ser fecundo, característica que le viene dada de la misma naturaleza del acto sexual. Una característica del amor conyugal es precisamente esa fecundidad, pues no se puede rechazar la fertilidad de la persona a quien se ama. Se acepta a la persona en todo lo que es. Se le ama completamente. La fecundidad implica un desbordamiento del amor conyugal, es el amor mismo de la pareja que trasciende en la persona de un hijo. Los hijos son pues el resultado natural de la entrega amorosa expresada en la unión conyugal, que posee un doble significado: Unitivo y procreativo.
c. Fines del matrimonio: procreatividad y unitividadEl matrimonio como cualquier otra realidad se puede analizar desde el punto de vista de sus causas. Causas que nos hacen comprender más profundamente cuál es la razón de ser de esta institución a la que hemos calificado, anteriormente, como natural.
El matrimonio es realizado entre un hombre y una mujer que unen sus vidas, es por eso que son las personas implicadas las que sustentan la causa material de esta alianza. Sin ellos, el matrimonio no tiene ningún sentido. La causa formal es el compromiso o vínculo que esas dos personas realizan una con la otra para enajenar su libertad en aras del amor que se tienen. La causa eficiente próxima o más evidente no puede ser otra que el consentimiento de la voluntad precedida por el conocimiento de la vocación que se tiene al matrimonio. La causa eficiente remota es la naturaleza humana que, una vez descubierta la vocación matrimonial, nos llama a buscar la perfección en unión con el otro.
Por lo anterior, podemos decir que la causa final del matrimonio está constituida por la ayuda mutua en el crecimiento del amor y por la procreación y educación de los hijos, sintetizando los fines del matrimonio son la unitividad y la procreatividad.
i. Procreatividad“Por su índole natural, la misma institución del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y educación de la prole, con las que se ciñen con su corona propia.”(17) Como lo dice el Génesis: “Creced y multiplicaos.”(18) “La pareja a través de este acto íntimo de amor tiene el gran don de contribuir a la creación de un nuevo ser, tiene la facultad de ser procreador.
En el acto sexual se da un nexo intrínseco entre amor y vida. El amor de la pareja busca que no se termine en sí mismos, sino que se traduzca en una fecundidad de amor al exterior, y en este caso, fecundidad de amor en el propio hijo.”(19)
Los esposos, por medio de este acto personal e íntimo, tienen el gran regalo de poder contribuir a la creación de un nuevo ser. Tienen el don de ser procreadores. Cuando Dios llama al ser humano a que sea, le está invitando a participar de su Ser Divino. Le llama de la no- existencia a la existencia en el acto de amor. El amor influye hasta en la manera de trasmitir la vida, es decir, en la biología. Ahí está el amor de Dios que quiere que el don de la vida se dé como fruto de un acto de amor. Dios quiere que la vida del ser humano y su dignidad sea sólo como ese fruto del acto del amor. El diseño de Dios para la llegada al ser del hombre involucra las “entrañas maternas”, con su calor, en su oscuridad, con su cobijo, como el verdadero sagrario para la vida del hombre. Todo está sustentado en el amor y responde a los designios de amor.
Anteriormente se pensaba que la causa final del matrimonio era solamente la educación y la procreación de los hijos.(20) Bien visto, tendríamos que notar que la atracción y la unión tan profunda que se manifiesta en la entrega de la totalidad de los cónyuges, no se da sólo en sus momentos de fertilidad, sino que se da siempre. Tendríamos que decir, que la comunidad de amor que se da en el matrimonio no se manifiesta únicamente en el plano genital, sino en todos los dinamismos de la persona.
ii. UnitividadSegún la Gaudium et Spes, la procreación no es el único fin del matrimonio sino que también requiere que “el amor mutuo de los esposos se manifieste ordenadamente, progrese y vaya madurando,”(21)
“La experiencia de la creciente unidad entre ellos constituye un gran enriquecimiento para los cónyuges, porque es fruto recíproco don de sí, en el que la persona humana encuentra su propia plenitud.”(22)
“A pesar de que en la Gaudium et Spes no se expresa explícitamente el bien de los cónyuges como uno de los fines del matrimonio, sí hace referencia explícita a la ayuda mutua que se realiza a través de la íntima unión, no sólo de las actividades, sino también de las personas.”(23)
La unión de los esposos busca una total compenetración a nivel físico, psicológico y espiritual. Es el único momento en que dos personas son una sola carne y un solo espíritu. (24) El matrimonio implica un vínculo entre un hombre y una mujer. La unicidad matrimonial se expresa en la comunión corporal que es tanto interior como exterior. Esa unión corporal es la forma en que el espíritu alza la voz y le manifiesta al otro cuanto le ama. La expresión corporal del amor nunca puede realizarse entre varias personas pues no sería expresión de amor total.
Parte sustancial de la unicidad es la oblatividad que significa oferta y que es la capacidad personal de donarse. Incluye el sacrificio y el olvido de sí mismo, ambos signos inapreciables de madurez personal. Para que se dé la comunión entre dos personas se requiere de una fuerte dosis de oblatividad. La unión conyugal significa “yo para tí” y no “tú para mí”. En la medida en que la persona sea capaz de ir a esa unión teniendo la convicción de ser para el otro y de que el placer es un medio para expresar el amor, un medio para donarse al otro provocándole sensaciones agradables, en esa medida se sentirá cada vez más feliz, más pleno, más completo y más capaz de comunicar al otro cuánto le importa, cuánto le ama y en qué medida forma ya parte de su propia existencia. Por esto mismo el matrimonio no es vivir con alguien sino para alguien. La persona no se puede dar si no se tiene. Si la persona se tiene es que su cuerpo y su psique están subordinados a su espiritualidad. Busca comunicar el amor que es donación y que es decisión de la voluntad de contribuir a la felicidad del otro.
Tenemos que mencionar también a la receptividad que es la capacidad de acoger al otro con reconocimiento, alegría y admiración. No sólo basta dar al otro sino que también es necesario saber recibir para poder aprehender a la persona amada en toda su profundidad. El cónyuge es la configuración de aquello que no se es. El ser humano se complementa dándose al otro pero también recibiendo del otro todo lo que el otro le puede ofrecer.
Parte importante de esta unicidad lo es también la complementariedad que se relaciona profundamente con la receptividad ya que complementariedad no significa adueñarse del otro sino recibirlo. Tampoco significa que estemos incompletos. Las personas son unidades completas corporales y espirituales pero mientras más se entregan más se complementan y se realizan, ya que el lazo que los une, corporal, psicológico y espiritual, se hace cada vez más fuerte.
La unitividad se manifiesta en el plano genital en la comunión corpórea que es expresión de una fuerte comunión interior por medio de la cual la pareja busca existencializarse en los hijos. En el plano afectivo, se inicia como una atracción. Ninguna atracción que vive el ser humano puede ser mayor que aquella que siente el hombre por la mujer y viceversa. Es muy importante que las personas se casen sintiendo esta fuerte atracción y que trabajen para mantenerla viva. También se manifiesta en el plano personal, ya que el matrimonio debe estar construido sobre la base de la autodeterminación, pues la donación es permanente y, por último, en el plano sacramental pues se tiene la presencia viva de Jesucristo. Los esposos se aman humana y divinamente. Si Jesucristo nos redime en el calvario, el matrimonio es un misterio de salvación.
Antes se consideraba como un fin secundario del matrimonio el “remedium concupiscientiae”, basado en lo que expresa la Biblia en 1 Co. 7, 12 “Bien le está al hombre abstenerse de mujer. No obstante, por razón de la impureza, tenga cada hombre su mujer, y cada mujer a su marido”. ¿Qué se pretendía indicar con este fin?
Poner con el matrimonio remedio a las uniones sexuales ilícitas o a la fornicación. Para Santo Tomás este fin era esencial en el matrimonio, ya que defendía la bondad moral del acto específicamente conyugal rectamente realizado, lo consideraba incluso meritorio si se realizaba en estado de gracia o con recta intención, es decir, movido por fidelidad hacia el cónyuge o por deseo de la prole.
“En el estado de inocencia original, en el momento en que no existía la concupiscencia y el hombre tenía el don de la integridad, la comunión personal del hombre y de la mujer constituía un pleno reconocimiento del otro cónyuge como sujeto personal; el cuerpo era por así decir transparente a la subjetividad del espíritu humano; el intercambio del don del cuerpo significaba con claridad y sin quiebra la donación de sí y la aceptación del otro como don; el pleno dominio de las energías espirituales, emotivas y somáticas permitía expresar correctamente con el don del cuerpo, el don de sí.
Con el pecado original se ha roto la armonía primigenia. El hombre y la mujer, sin embargo, siguen siendo llamados a la plena donación de sí mismos a través del don recíproco de la masculinidad y de la feminidad, aceptando y afirmando al otro como sujeto; pero la pérdida de la integridad implica pérdida de autodominio y hace que el cuerpo ya no sea transparente a la subjetividad, sino que se transforme en objeto de atracción de los sentidos y medio de satisfacción de los deseos sexuales ya no sometidos al dominio de la razón, de modo tal que se transforma a sí mismo y al otro cónyuge de sujetos de donación personal en objetos de disfrute. La concupiscencia comporta cierta desconexión de las pulsiones sexuales respecto de la relación superior que encuentra dificultad en someterlas.”(25)
Por sí misma esta desconexión no es culpable moralmente, lo es si la voluntad en vez de dominar las pulsiones sexuales se deja arrastrar por ellas.
Por su parte, el matrimonio permite conservar el acto conyugal fuera de esta culpabilidad moral, pues mantiene las pulsiones sexuales ordenadas a su propio fin de expresión del don de la persona abierta a la transmisión de la vida.(26)
Se pone de esta manera remedio a la concupiscencia impidiendo que prevalezca pues el impulso sexual queda sometido al recto orden de la razón.
Es importante destacar que estos fines se deben de realizar siempre juntos en todo acto conyugal basado en una paternidad responsable.
Hoy por hoy no podemos hablar de fines primarios y secundarios ya que el Concilio vaticano II estableció que los fines del matrimonio, la ayuda mutua en el crecimiento del amor y la procreación y educación de la prole, tienen la misma importancia y por lo mismo la misma graduación jerárquica.
1. Familiaa. Definición“La familia, fundada y vivificada por el amor, es una comunidad de personas: del hombre y de la mujer, esposos, de los padres y de los hijos, de los parientes.”(27) Todo ser humano empieza su historia en el seno de una familia.
Según Rafael Alvira, la familia es una realidad natural porque, de mil maneras diversas, la encontramos constantemente en las diferentes sociedades humanas. La familia es una de las realidades naturales y universales que de una u otra forma siempre aparece.(28)
A pesar de que en nuestra realidad se viven distintos tipos de comunidades, estamos de acuerdo en que la comunidad más idónea para que la sociedad alcance un verdadero grado de humanización es la “familia matrimonial” pues en ella se enlazan de manera relevante el sentido del sexo y la procreación, del amor entre personas, de la propiedad legítima y de la educación.(29)
“La Familia es y debe ser la universidad del Amor. Es muy importante entender que la familia tiene una función antropológica fundamental para la formación integral, equilibrada y sólida de las personas sobre las cuales se fundamentará la sociedad a la que aspira el Misionerismo”.
No hay sociedad equilibrada, sin personas verdaderamente equilibradas, no hay personas verdaderamente equilibradas, sin familias equilibradas. Es en la familia donde uno va aprendiendo las actitudes con las que después se desenvolverá en la sociedad. Si en las familias no aprendemos el respeto, la responsabilidad, el amor, la entrega, la paciencia etc., difícilmente podremos actuar de esta forma en la sociedad, y en la empresa, para con los demás”.(30)
b. El valor de la familia en la sociedad(31)i. Situación actual de la familiaHoy por hoy existe mayor conciencia acerca de la libertad y de la dignidad personal. En muchos ámbitos se ha ido comprendiendo la idea sobre la igualdad de los cónyuges. Es decir, anteriormente los roles estaban determinados educacional y socialmente en roles femeninos y en roles masculinos. Sin referirnos a estos roles que ya están preestablecidos por propia naturaleza biológica como el embarazo, el parto y el amamantamiento para el caso de la mujer, y en el hombre, la fuerza física resultante de su estructura muscular y ósea, actualmente los roles tanto del hombre como de la mujer se han ido adaptando a las necesidades socio-económicas de la familia. El hombre participa más en labores domésticas, no es extraño ver a varones preparando un biberón, una comida, etc. La mujer, por su parte, colabora con el hombre en la manutención del hogar, tiene autonomía, puede emitir su voto, etc.
Se tiene también mayor conciencia en la importancia de la comunicación que debe haber entre cónyuges, entre padres e hijos y viceversa. Ahora se cuenta con estudios que prueban la imperiosa necesidad del lenguaje afectivo, de la ayuda recíproca y de la formación espiritual para el adecuado desarrollo integral de la persona y de la pareja, en consecuencia, de la familia.
Hoy sabemos que recibir amor, ser amado desde el momento de la concepción es de vital importancia. Esto tiene que hacerse a través del lenguaje de la afectividad que transmite un amor verdadero y profundamente humano. Actualmente sabemos, sobre la base de una larga experiencia, que la ausencia de verdadero amor en los primeros años de la infancia, e incluso más adelante, conduce no pocas veces a graves desequilibrios y profundas perturbaciones de la personalidad. La mayor parte de los inadaptados proceden de familias desunidas, donde se vieron perturbadas las relaciones de amor o fueron quizás inexistentes. Más que de leche, el niño tiene necesidad de ser amado por los demás.(32)
El niño que no ha experimentado un amor afectivo no sólo no llega a madurar en sus sentimientos, sino que cae en la neurosis; esa neurosis está caracterizada por una profunda incertidumbre de sentimiento, por un profundo complejo de inferioridad y por la imposibilidad de ordenarse a los demás y de vivir en contacto con ellos. Esos efectos son más graves y más profundos en la medida en que más ha faltado el amor afectivo y más joven ha sido la edad de ese niño falto de cariño.(33)
Cuando estos factores faltan en el seno familiar lo que sucede en el proceso de desarrollo es que la persona está completamente dividida, con falta de identidad, de seguridad, de autoestima y sin un conocimiento de sí mismo, sin saber lo que quiere y sin tener una dirección a dónde ir y por lo tanto, no sólo carente absoluto de “amor” como también incapaz de poder darlo y recibirlo. Según nos lo relata Sergei Kourdakov: “A los cuatro años tuve que irme a vivir con personas que no eran de mi familia, y a partir de los seis viví en los orfanatos del Estado. Excepto en aquellos muy primeros años, no conocí ni las caricias ni los besos de una madre ni de un padre. No tuve quien por la mañana me dijera: <>. Estoy seguro que cualquiera comprende la importancia que esas palabras tan sencillas tienen para un niño, y también el vacío que durante toda mi vida he sentido en mi corazón, por haberme visto privada de ellas. A los diecisiete años, siendo estudiante en la Academia Naval de Leningrado, sentía ese vacío como el mayor pesar de mi vida.”(34) O bien, como lo evidencian varios estudios actuales con respecto a la “violencia” en los que se señala que la mayor parte de los delincuentes juveniles vienen de familias desintegradas, con lo que se ha dimensionado la importancia de la familia en la formación y transmisión de valores y virtudes.(35)
Entre otros estudios podemos mencionar la investigación desarrollada con el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia Y Tecnología (CONACYT) de México (Proyecto 35166-H) por las Doctoras Martha Frías-Armenta, Doctora en Psicología por la Universidad de Arizona, Tucson, EUA, y Profesora Investigadora en el Departamento de Derecho de la Universidad de Sonora, Hermosillo, México; Amelia Eréndida López-Escobar y Silvia Guadalupe Díaz-Méndez, Licenciadas en Psicología de la Universidad de Sonora, México. Estudio que se dio a conocer con el nombre de “Predictores de la conducta antisocial juvenil: un modelo ecológico” en el que se destaca la importancia de la familia como microsistema que es el entorno más inmediato y reducido al que tiene acceso el individuo.
“El microsistema refiere las relaciones más próximas de la persona y la familia, como un contexto efectivo y positivo de desarrollo humano o como un papel destructivo o disruptor de este desarrollo. Asimismo, refiere que estas relaciones familiares constituyen el vínculo más próximo y el sistema más inmediato en el que se desenvuelven los niños.
En la criminología, la inestabilidad, la desintegración y la disrupción familiar constituyen una parte central en la explicación del desarrollo de la delincuencia juvenil. Los conflictos familiares, la pérdida de los padres y la falta de habilidades de crianza son los factores que pudieran intervenir en el desarrollo de la antisocialidad y de la delincuencia. Plantea que los padres o cuidadores forjan criminales a través de las prácticas de crianza en tres formas: 1) por la transmisión de valores a través de sus propias acciones y las acciones que ellos aprueban, 2) en el desarrollo, por la falta de ligas con y entre los miembros de la familia, y 3) estableciendo la legitimidad de las acciones antisociales, a través de los métodos que ellos utilizan para lograr sus deseos en sus hijos/as. Los niños/as aprenden lo que es valorado dentro del ambiente familiar, sea esto bueno o malo para el resto de la sociedad.
Por otro lado, para identificar la relación entre la desintegración familiar y la delincuencia, encontraron que la delincuencia de los jóvenes se correlacionaba con la desintegración y el conflicto familiar, concluyendo que es el conflicto que antecede a los divorcios y no la separación de los padres lo que pudiera llevar a los jóvenes a delinquir. La violencia en el hogar, tanto el maltrato dirigido hacia los niños como el maltrato hacia las madres de éstos, resulta en un empobrecimiento del ambiente familiar. Dicho empobrecimiento causa que los niños presenten problemas en su desarrollo, manifestándose en la escuela cuando éstos ingresan a ella. Asimismo, la violencia puede tener consecuencias devastadoras en los menores, las que pueden manifestarse como conducta antisocial o autodestructiva en los niños. Los niños que son castigados físicamente están en más riesgo de mostrar conducta antisocial. Tristemente, se ha encontrado en la familia disfuncional una de las bases para el desarrollo de la delincuencia”.(36)
También hay claras evidencias de que las adicciones se pueden prevenir mejorando la integración familiar, la comunicación, la convivencia y las manifestaciones de afecto y pertenencia.(37)
No está por demás mencionar que se tiene más conciencia sobre la paternidad responsable, la educación de los hijos, el importante papel que juega la familia en el desarrollo de una sociedad más justa, etc.
Tenemos también en otro extremo, una equivocada concepción teórica y práctica de la independencia de los cónyuges entre sí. Graves ambigüedades acerca de la relación de autoridad entre padres e hijos, la dificultad en la transmisión de valores, ya que el ritmo de vida tan rápido en el que vivimos hacen que la comunicación familiar y la inversión de tiempo en la familia sean cada vez más escasos, y en algunas ocasiones, inexistentes. También el número de divorcios ha ido en aumento; el aborto, la esterilización y la instauración de una mentalidad antivida han provocado un grave daño en el seno de las familias. En las familias de los países del Tercer Mundo la carencia de los medios fundamentales de supervivencia como alimento, trabajo, vivienda, aunado a las campañas antinatalistas, da como resultado que las parejas ya no quieran tener hijos. En el Primer Mundo, donde las familias tienen todo, en algunas ocasiones, el excesivo bienestar y mentalidad consumista, ha generado que los esposos vean en los hijos más que un regalo, una amenaza a su bienestar y a sus posibilidades de consumo. Los medios masivos de comunicación nos bombardean constantemente con ideas y concepciones equivocadas pero que venden mucho por ser sumamente atractivas. Venden lo que es fácil, lo que no compromete, lo que es agradable aún cuando no sea moral, haciendo del hombre un ser cada vez más sensual y menos racional.
El trabajo de la mujer fuera de casa ha tenido una gran repercusión en la vida familiar en virtud de que en ocasiones tiene que realizar doble jornada de trabajo mermando sus energías, la atención, la paciencia y el ánimo formador que sus obligaciones familiares le exigen. Esto debido también a la situación financiera que vivimos muchos países del Tercer Mundo o la desintegración familiar provocada por tanto divorcio o familias disfuncionales.
a. Misión de la familia(38)La familia tiene la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad. Según la Familiaris Consortio, la familia tiene cuatro finalidades ineludibles dentro de su misión:
i. Formación de una comunidad de personas
ii. Servicio a la vida
iii. Participación en el desarrollo de la sociedad
iv. Participación en la vida y misión de la Iglesia
i. Formación de una comunidad de personasSe debe vivir fielmente la realidad de la comunión con el empeño constante de desarrollar una auténtica comunidad de personas. El principio interior que impulsa esta primera misión es el amor. “El hombre no puede vivir sin amor, permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido, si no le es revelado el amor, si no lo experimenta y no lo hace propio, si no participa en él vivamente”.(39)
La comunión primera que se da es entre los esposos llamada a crecer por medio de la fidelidad a su compromiso. Es la unidad a la que están llamados ambos por medio de su entrega mutua, compartir proyectos de vida, compartir lo que tienen y lo que son. Iguales en dignidad la unidad solo contempla a dos. Enraizada en la donación personal y total de los cónyuges esta comunión exige la indisolubilidad, demandada también por el bien de los hijos.
La comunión conyugal es el fundamento sobre el que se edifica la más amplia comunión de la familia. Esta comunión se refuerza por la consanguinidad que existe entre sus miembros y alcanza su madurez a través de los vínculos más profundos y ricos del espíritu, ya que todos son responsables de hacer de la familia una “escuela auténtica de humanidad que promueva la dignidad y la vocación de todos y cada uno de ellos.
ii. Servicio a la vidaEste servicio comprende la transmisión de la vida y la educación. Esta fecundidad no se reduce a la procreación sino que se amplía con todos los frutos de vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres están llamados a dar a los hijos.
Los esposos, engendrando por amor y con amor a una persona que tiene en sí la vocación al crecimiento y al desarrollo, deben asumir con conciencia la obligación de ayudar eficazmente a vivir una vida plenamente humana, así como crear un ambiente de familia animado por el amor, por la caridad que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos. Esta educación en la familia es esencial, original y primaria, insustituible e inalienable, pero sobre todo, está determinada por el amor que padre y madre sienten hacia sus hijos.
iii. Participación en el desarrollo de la sociedad● La familia como célula primera y vital de la sociedad.De la familia nacen los ciudadanos y éstos encuentran en ella la primera escuela de esas virtudes sociales, que son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma. Una persona se hace fiable a través de una formación moral y estética que sólo en la familia se puede aprender.(40) Las relaciones entre los miembros de la familia están inspiradas y guiadas por la ley de la gratuidad, ya que es el único lugar en donde eres aceptado y amado tal como eres, como dice Rafael Alvira: “En la familia el ser humano es –o debería ser- absolutamente aceptador por sí mismo, y no únicamente a condición de que sea inteligente, o simpático, etc. Sólo si hay alguien que te acepta absolutamente, tú eres absolutamente, pues el ser humano sólo lo es ante alguien”(41) Te acogen cordialmente y hay una disponibilidad desinteresada, servicio generoso y una solidaridad profunda. Así, la promoción de una auténtica y madura comunión de personas en la familia se convierte en la primera e insustituible escuela de sociabilidad, ejemplo y estímulo para las relaciones comunitarias en un clima de justicia, respeto, diálogo y amor. En la familia las distintas generaciones coinciden y se ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría y a armonizar los derechos de las personas con las demás exigencias de la vida social.
● Función social de la familiaEn las familias se deben inculcar tanto el servicio social, esto es, el trabajo voluntario orientado al servicio de la comunidad de los menos favorecidos motivado por el amor fraterno, a fin de aprender a compartir con los que menos tienen; como la participación política, para sostener y defender positivamente los derechos y deberes de la familia que contribuyan a una sociedad más humana.
En el matrimonio y en la familia se constituye un conjunto de relaciones interpersonales —relación conyugal, paternidad-maternidad, filiación, fraternidad— mediante las cuales toda persona humana queda introducida en la «familia humana» y en la «familia de Dios», que es la Iglesia.(42) En la familia se educa, se forma y se promueve una auténtica y madura comunión de personas basada en el amor a Dios. Es la primera e insustituible escuela de evangelización y de socialización. De hecho, hoy se reconoce la importancia de la misión eclesial de la familia como lugar de evangelización y su responsabilidad en la construcción de una sociedad más justa.
Esta madurez humana y cristiana aprendida dentro del ámbito familiar es una base fundamental para que en la edad adulta, podamos establecer relaciones afectivas, profesionales, empresariales, estables y en plenitud. No debemos olvidar que, la ley de la gratuidad que norma las acciones dentro de la familia, nos enseñan a ser solidarios con los demás y experimentar el verdadero altruismo.
● La sociedad al servicio de la familiaLa sociedad debe respetar y promover a la familia. El Estado debe reconocer que la familia goza de un derecho propio y primordial y que sus relaciones con las familias deben atenerse al principio de subsidiaridad.
iv. Participación de la vida y misión de la IglesiaLa familia como comunidad de personas está inserta en una comunidad más amplia que es la Iglesia. En esta última la familia participa de manera cristiana inspirada por el Espíritu Santo recibida por el bautismo.
La familia no sólo es una escuela de valores y virtudes sino también de evangelización. Es la primera escuela de fe, es donde la persona aprende a conocer a Cristo, a amarlo, a hacerlo vida y a compartirlo con los demás, aprende a orar, aprende a ser agradecida. Lo que más forma a la persona es el testimonio cristiano auténtico y coherente que recibe de sus padres y de la familia en general. “La familia participa de la misión de salvación que es propia de la Iglesia. La familia cristiana está llamada a poner al servicio de la Iglesia y de la sociedad su propio ser y obrar, en cuanto comunidad íntima de vida y de amor.”(43)
La familia participa en la catequesis, en las fiestas de la Iglesia, en los sacramentos, en todas sus celebraciones, en la observancia de los preceptos, permanece abierta de manera solidaria a la justicia y al servicio a los demás, consciente de su propia responsabilidad hacia toda la sociedad, y de manera concreta y activa, en la acción apostólica tal y como Cristo lo vino a enseñar y a hacer con sus obras y a pedirnos a todos sus seguidores: “Id por el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura”.(44) La familia contribuye de esta manera al crecimiento de la Iglesia porque de igual manera que colabora con la sociedad como semillero de ciudadanos, participa también con la Iglesia como semillero de vocaciones.
Es por eso que al Misionerismo le interesa fuertemente el crear Empresas Misioneras porque será un gran apoyo para la familia y para la comunidad al participar en la formación de las personas y en la transmisión de la Palabra de Dios a todos sus miembros.
La familia como medio original de santificación formada por los cónyuges y los hijos es la fuente y filtro de conformación de las nuevas familias cristianas que continuarán con la extensión del Reino de Dios en las almas.
“Gracias a la caridad de la familia, la Iglesia puede y debe asumir una dimensión más doméstica, es decir, más familiar, adoptando un estilo de relaciones más humano y fraterno. La caridad sabe descubrir el rostro de Cristo y un hermano a amar y servir”.(45)
1. Integración de la familia y el trabajoEl trabajo humano es un medio de perfección que no debe excluirse del ambiente familiar al que le da sustento y seguridad. La encíclica Laborem Excersens nos indica de manera muy acertada que “El trabajo es el fundamento sobre el que se forma la vida familiar, la cual es un derecho natural y una vocación del hombre.”(46)
La dimensión personal del trabajo humano no puede desvincularse, aún cuando algunos pretendan hacerlo, de la dimensión familiar así como el ámbito de los valores laborales no pueden desvincularse de los valores aprendidos en casa. “Estos dos ámbitos de valores —uno relacionado con el trabajo y otro consecuente con el carácter familiar de la vida humana— deben unirse entre sí correctamente y correctamente compenetrarse.” El trabajo es, en un cierto sentido, una condición para hacer posible la fundación de una familia, ya que ésta exige los medios de subsistencia, que el hombre adquiere normalmente mediante el trabajo. A su vez la familia, como ya dijimos antes, es fuente de valores que se viven y se desarrollan en el trabajo y que coadyuvan a un desempeño profesional exitoso.
El trabajo y la laboriosidad condicionan, a su vez, el proceso de educación dentro de la familia, porque cada uno «se humaniza», entre otras cosas, mediante el trabajo, y porque la persona al trabajar da un testimonio importantísimo, tanto a hijos como a hermanos, en su caso, de ganarse la vida de manera honrada y de las virtudes de la laboriosidad, la constancia, el esfuerzo, responsabilidad, honestidad, honradez, etc. Este proceso de humanización expresa, precisamente, el fin principal de todo el proceso educativo familiar.
Entonces, podemos afirmar que aquí entran en juego dos significados del trabajo: el que consiente la vida y manutención de la familia, y aquel por el cual se realizan los fines de la familia misma, especialmente la educación. No obstante, estos dos significados del trabajo están unidos entre sí y se complementan en varios puntos.
No está de más repetir que en la familia la persona descubre y aprende el cultivo y el ejercicio de las virtudes universales que lo llevan a la conquista de sí mismo. Es en la familia donde uno aprende a ser hermano, amigo, pareja, compañero de trabajo o miembro de un equipo deportivo. En ella se aprenden todos los valores y se ejercitan las virtudes que después se hacen vida en el ámbito profesional, empresarial, político, entre otros.
El verdadero trabajo en equipo, que después nos exigimos en nuestra vida empresarial o laboral, inicia y se asimila en el seno de la familia al compartir las labores domésticas en las que aprendemos a dividir el trabajo para facilitarlo y hacerlo más rápido. También aprendemos el valor de compartir, primero a los padres y después todo lo demás, es decir, a ser menos egocéntricos. Se aprende a dialogar, a negociar, a llegar a verdaderos acuerdos acerca de múltiples cosas como por ejemplo, la programación de la televisión que se habrá de ver, los permisos, la hora de llegada después de una reunión, la comida que se habrá de comer, quién va a leer primero el libro que se acaba de adquirir, a qué volumen se escuchará la música dentro de casa y un largo etcétera de situaciones que nos van formando y nos van haciendo crecer. Todas las virtudes como la paciencia, la tolerancia, el respeto, valores profesionales importantes, se adquieren en el seno de la familia. Es, en fin, el sitio común en donde las personas, siendo humanas desde nuestro arribo al hogar, aprendemos a humanizarnos en un proceso continuo hacia la plenitud.
En conjunto se debe recordar y afirmar que la familia constituye uno de los puntos de referencia más importantes, según los cuales debe formarse el orden socio-ético del trabajo humano. En efecto, la familia es, al mismo tiempo, una comunidad hecha posible gracias al trabajo y la primera escuela interior de trabajo para todo hombre.(47)
Un tercer ámbito de valores que surge en la perspectiva del sujeto del trabajo se refiere a nuestra sociedad y a nuestra cultura que no sólo son grandes «educadoras» de cada persona, sino también una gran encarnación histórica y social del trabajo de todas las generaciones. Es precisamente la familia la trasmisora de todos esos valores sociales y culturales la que ocasiona que el hombre concilie su más profunda identidad humana con la pertenencia a la nación y entienda también su trabajo como incremento del bien común elaborado juntamente con sus compatriotas. La familia también concientiza a sus miembros de que el trabajo no sólo sirve para multiplicar el patrimonio familiar sino el patrimonio de toda la familia humana.(48)
Aspectos varios importantes:Los consultores del curso están a tu disposición aquíhttp://www.es.catholic.net/consultas/consultorio.php?id=9Para consultar todas las lecciones del curso o lecciones anteriores da
click aquí
http://www.es.catholic.net/escritoresactuales/961/3320/[color=#800000]Video Tema VI: La Familia, la Universidad del Amor /color]
http://tv.catholic.net/index.php?option ... &subcat=80