por pilar calva » Mar Oct 12, 2010 10:49 pm
El amor se ordena a dar la vida, a ser fecundo. Pero la fecundidad por la cual los esposos se convierten al mismo tiempo en padres y madres debe ser también una dimensión “humana”, es decir, guiada por la razón y por la virtud que la perfecciona en el plano del obrar: la prudencia. De aquí que Pablo VI hable de paternidad y maternidad responsables: “el amor conyugal exige a los esposos una conciencia de su misión de ‘paternidad responsable’ sobre la que hoy tanto se insiste con razón y que hay que comprender exactamente. Hay que considerarla bajo diversos aspectos legítimos y relacionados entre sí” (HV, 10).
Lamentablemente este término, preñado de sentido, ha sido manipulado hasta hacerlo sinónimo del concepto opuesto: para muchos, en efecto, equivale a tener pocos hijos, o incluso cerrarse a la paternidad y a la maternidad.
¿Qué significa, en realidad, este concepto en la sana teología y en el auténtico Magisterio de la Iglesia? Expresa, en resumidas cuentas, que la transmisión de la vida, como todas la cosas humanas de gran monta, debe estar guiada por un juicio recto, por una decisión ponderada de llamar un hijo o nuevos hijos a la existencia, o también, llegado el caso, de no llamarlos por el momento. La definía con precisión Carlo Caffarra al decir: “la procreación responsable es el acto de la voluntad con el cual dos esposos deciden poner las condiciones de la concepción de una nueva persona humana, en un contexto en el cual prudentemente se presume que la persona del (posible) concebido será respetada en sus derechos fundamentales”. Y continuaba:
“De este concepto derivan algunos corolarios.
‘El primero: la procreación responsable no es un concepto negativo, sino positivo. El mismo define desde el punto de vista ético cómo debe moverse la voluntad humana hacia esta bondad presente en el acto sexual. Sólo como consecuencia dice cómo no debe moverse: es decir, cuándo no procrear.
‘El segundo: la voluntad de un bien no tiene necesidad de ninguna justificación extrínseca al hecho puro y simple de querer un bien. Es necesario justificar lo contrario: no querer un bien. Se deben tener razones para no procrear, no para procrear. Los esposos deben retener que son llamados a procrear, mientras no se demuestre lo contrario”34 .
Ésta es precisamente la doctrina constante del Magisterio. Decía la Gaudium et spes que los cónyuges “con responsabilidad humana y cristiana cumplirán su misión y con dócil reverencia hacia Dios”. Y explica luego que esto quiere decir que: “De común acuerdo y común esfuerzo, se formarán un juicio recto, atendiendo tanto a su propio bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias de los tiempos y del estado de vida, tanto materiales como espirituales; y, finalmente, teniendo en cuenta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia”35 .
Cuando se dice que los esposos han de practicar la paternidad responsable según un juicio recto, significa que han de hacerlo con la conciencia formada y dócil a la verdad (tanto natural, cuanto revelada por Dios y expresada en el Magisterio de la Iglesia)36 .
Podemos entender ahora que paternidad y maternidad responsables no significa –como mal se lo entiende a veces– decidir (elegir con toda libertad) si tener o no tener más hijos, o hacerlo por el medio más bueno o cómodo a juicio de los propios cónyuges. Por eso el texto de la Gaudium et spes continúa: “En su modo de obrar, los esposos cristianos sean conscientes de que no pueden proceder a su antojo, sino que siempre deben regirse por la conciencia, la cual ha de ajustarse a la ley divina misma, dóciles al Magisterio de la Iglesia, que interpreta auténticamente esa ley a la luz del Evangelio”37 .
Por este motivo, el Papa Juan Pablo II afirmaba categóricamente: “Hay que excluir aquí que pueda ser calificada de ‘responsable’, desde el punto de vista ético, la procreación en la que se recurre a la anticoncepción para realizar la regulación de la natalidad. El verdadero concepto de ‘paternidad y maternidad responsables’, por el contrario, está unido a la regulación de la natalidad honesta desde el punto de vista ético”38 .
En la Humanae vitae la paternidad responsable implica diversas cosas (cf. HV, 10):
1º Ante todo, el conocimiento y respeto de los procesos biológicos de la procreación, es decir, descubrir con la inteligencia las leyes biológicas que forman parte de la persona y que se ordenan a dar la vida. Los esposos deben esforzarse por conocer su íntima naturaleza.
2º Luego comporta el dominio de la inteligencia y de la voluntad sobre las pasiones y las tendencias del instinto en lo que tiene que ver con la vida sexual. Es decir, implica adquirir las virtudes morales (castidad, dominio de sí, etc.).
3º Por último, atendiendo a las palabras textuales de la encíclica, “ya sea... la deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa, ya sea... la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto por la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido”, sólo en última instancia se señala como ejercicio de la paternidad y maternidad responsables la decisión respecto del número de hijos o la regulación de la natalidad, y lo hace en términos que hay que pesar:
a) Puede tratarse, ante todo, de una decisión ponderada y generosa de tener una familia numerosa; nada más absurdo que identificar “paternidad responsable” con la simple decisión de “limitar” la familia. Juan Pablo II decía: “en la concepción de la ‘paternidad responsable’ está contenida la disposición no solamente a evitar ‘un nuevo nacimiento’, sino también a hacer crecer la familia según los criterios de la prudencia”39 . En cuanto al número de hijos decía Juan Pablo II: “Es preciso que se establezca este nivel justo teniendo en cuenta no sólo el bien de la propia familia y estado de salud y posibilidades de los mismos cónyuges, sino también el bien de la sociedad a que pertenecen, de la Iglesia y hasta de la humanidad entera. La encíclica Humanae vitae presenta la ‘paternidad responsable’ como expresión de un alto valor ético... supone también la disponibilidad a acoger una prole más numerosa”40 .
b) También puede tratarse de una decisión de evitar un nuevo nacimiento (durante algún tiempo o por tiempo indefinido); decisión que debe ser tomada: (i) por graves motivos; (ii) y en el respeto de la ley moral; esto último es fundamental y por eso dice Juan Pablo II: “Bajo esta luz, desde la cual es necesario examinar y decidir la cuestión de la ‘paternidad responsable’, queda siempre como central ‘el orden moral objetivo, establecido por Dios, cuyo fiel intérprete es la recta conciencia’”41 . Y en otro lugar: “... La paternidad responsable, o sea... la regulación de la fertilidad moralmente recta, se trata de lo que es el bien verdadero de las personas humanas y de lo que corresponde a la verdadera dignidad de la persona”42 .
En conclusión, una decisión contra la ley moral de Dios objetivamente no es jamás un acto de paternidad y maternidad responsables.
Reflexión
¿Qué significa, en realidad, el concepto de paternidad responsable en la sana teología y en el auténtico Magisterio de la Iglesia?
Analiza lo que implica la paternidad responsable en la Humanae vitae.
34. Caffarra, Carlo, Etica generale della sessualità, Milano (1992), 53-54.
35. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, n. 50.
36. Cf. Veritatis splendor, nn. 62 y 64.
37. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, n. 50.
38. Juan Pablo II, L’Osservatore Romano, 2/09/1984, p. 3, n. 1.
39. Juan Pablo II, L’Osservatore Romano, 5/08/1984, p. 3, n. 5.
40. Juan Pablo II, L’Osservatore Romano, 9/09/1984, p. 3, n. 3.
41. Juan Pablo II, L’Osservatore Romano, 5/08/1984, p. 3, n. 5.
42. Juan Pablo II, L’Osservatore Romano, 9/09/1984, p. 3, n. 2.