por Mairim » Mié Dic 08, 2010 11:24 pm
1. ACTITUDES QUE AFRONTAR PARA CONSTRUIR UNA CULTURA VOCACIONAL.
Por principio de cuentas esta Pastoral nos exige tener como actitud vital la oración del salmista... crea en mi Señor un corazón puro. El objetivo de toda pastoral es suscitar la experiencia de Jesús para responder a su llamada con nuestra vida.
Es necesario situarnos ante el desafío de la pastoral vocacional sin temores ni angustias y sin prisas por acelerar los procesos personales. En la pastoral vocacional tenemos que situarnos en el terreno del Espíritu y de la esperanza. Es el Espíritu de Dios el que nos mueve a esperar una realidad nueva a pesar de las apariencias contrarias. La esperanza es el secreto de la vida cristiana y el respiro absolutamente necesario en la misión de la Iglesia y, en particular, en la pastoral vocacional. La esperanza pide que hagamos espacio al misterio del Señor resucitado que nos dice: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”(Mt 28,20).
La prioridad de la pastoral vocacional tiene su raíz en la urgencia de escuchar al Espíritu de la vida, al Espíritu de Jesús, que nos sigue invitando y dando señales para que seamos testigos vivos de su presencia a través de nuestra misión, de nuestra oración y de nuestra vida comunitaria, y así seamos transparentes mediaciones para otros en su seguimiento. Los que trabajan en la animación vocacional con sus actividades, acompañamientos y discernimientos tienen que ser hombres y mujeres que “esperan”. Sus actuaciones se dirigen hacia el futuro, hacia algo que todavía no es, intentando descifrar una vida solo germinal que se desarrollará más adelante.
Nuestra animación vocacional tendría que estar abierta a la colaboración con toda la iglesia, con los laicos y otras familias religiosas, deseosos todos de provocar en los jóvenes la experiencia de Jesús. En este ambiente dejamos al Espíritu del Señor que oriente los discernimientos de los jóvenes hacia el estado de vida que sea el más indicado para seguirle, vida laical, presbiterado o vida religiosa.
2. Elementos necesarios para crear una cultura vocacional:
la rectitud de intención. Lo que está en juego es el plan de Dios para cada persona. Se trata de acoger y favorecer la libertad de Dios que llama a quien El quiere y de favorecer la libertad de los jóvenes en la respuesta a su llamada. La situación de muchas congregaciones nos obliga a actuar diligentemente para que no se pierda el don de Dios (1Tim.4,14; 2Tim.1,6) y antes de construir una cultura vocacional tenemos que afrontar algunas actitudes que nos lo impiden y nos bloquean.
a) El derrotismo
b) El abatimiento
c) La excusa
d) La edad
e) Es la hora de los laicos.
2.- Elementos para la construcción de una cultura vocacional
Voy a señalar seis elementos que me parecen significativos de cara a la cultura vocacional: La centralidad de Jesucristo, la figura de la Virgen, la experiencia fuerte de Dios, la importancia de la Iglesia, de la vivencia comunitaria de la fe y el aprecio de las diversas vocaciones eclesiales. Los tres primeros tienen más que ver con la experiencia de Dios, mientras que los tres siguientes se refieren más a la experiencia eclesial y al ambiente grupal que genera y facilita dicha experiencia de fe.
a) La centralidad de Jesucristo
Nadie puede dudar de que la vocación nace, crece, se discierne y se consolida en el encuentro profundo con Dios. Así pues, una cultura vocacional debe propiciar, por distintos caminos, que el encuentro con Dios sea lo más continuado, afectivo, gustoso, auténtico, radical, transformante, totalizador y profundo posible.
Al pasar a este terreno entramos en un campo mucho más polémico, donde las diferencias entre los distintos grupos eclesiales comportan una fuerte carga emocional e ideológica.
Resulta casi imposible, a pesar de la gracia, que se den vocaciones eclesiales en medios donde se muestra una cierta desafección a la Iglesia. A pesar de las razones del malestar de muchos cristianos con la Iglesia, parece claro que las vocaciones solamente florecerán en aquellos grupos en los que, sin cerrar los ojos al pecado eclesial, se viva un fuerte sentido eclesial, radicado en la alegría de la pertenencia a la Iglesia, el deseo de servirla y el reconocimiento de su puesto singular en la economía de la salvación querida por Jesucristo.
Una de las características de los nuevos movimientos consiste en este sentir eclesial y en estar en sintonía con el Papa. Leen sus documentos, secundan sus iniciativas con entusiasmo y convicción.
En cualquier grupo social, el aprecio de sus dirigentes, la comunión con ellos, la convicción de gozar de una buena dirección, resulta uno de los elementos determinantes para una pertenencia tranquila, pacífica y satisfecha. También es uno de los puntos de apoyo o de inconveniente. Un escándalo grave por parte de algún directivo o la división manifiesta entre ellos, repercute negativamente en las posibilidades de conseguir nuevos miembros o de captar simpatizantes
La jerarquía, el Papa y los obispos, ocupan un ministerio singular dentro de la comunidad cristiana. El sentir con la Iglesia y una eclesiología sana pasa por el aprecio y la estima de nuestros pastores. Esto no implica una ceguera ante sus defectos, ante su poco aprecio por la vida consagrada e incluso su débil insistencia en otro tipo de imágenes eclesiales centrales en el concilio Vaticano II, como Iglesia Pueblo de Dios o Iglesia comunión. Pero algunas maneras de hablar acerca de nuestros pastores son autodestructivas de nuestro propio ser eclesial. Tenemos que conseguir transmitir una vivencia del misterio de la Iglesia, de su centralidad en el plan de salvación, de algunos de sus aspectos teológicos,-madre de los creyentes, esposa de Cristo, templo del Espíritu Santo-, de tal modo que mostremos una pertenencia eclesial gozosa y agradecida, si queremos crear un campo de cultivo propicio donde las vocaciones eclesiales puedan crecer. Para una fe madura no debería resultar un problema descubrir una Iglesia pecadora, necesitada de reforma en mucha de sus instancias. La Iglesia no se identifica con el Reino de Dios (LG5); pero si nos alejamos de ella corremos el peligro de terminar más lejos y apartados del reino, del que ella es germen y al que está íntimamente ligada (LG3;13).
e) Vivencia comunitaria de la fe
Las personas que piensan en una posible vocación a la vida consagrada van buscando una espiritualidad profunda y una vida comunitaria auténtica. El individualismo corre el peligro de rebajar la dimensión corporativa del seguimiento en la vida consagrada. Mientras no superemos la crisis de individualismo y de obediencia en la vida religiosa difícilmente podemos soñar con que quienes nos rodean se sientan atraídos por nuestro modo de vida. Para un proyecto individual, por muy santo que sea, no es necesario unirse a ningún grupo.
Desde un punto de vista de la cultura vocacional, la vivencia y la expresión comunitaria de la fe es uno de los factores que más ayudan. Son las comunidades vigorosas las que reúnen a su alrededor, a aquellos cristianos que quieren hacer de Jesucristo el centro de su vida. De ahí que el elemento comunitario: compartir la fe, rezar juntos, celebrarla juntos, formarse juntos, discernir juntos..sea un factor central de la cultura vocacional.
En una vivencia comunitaria de la fe deben estar presentes y bien articuladas las siguientes dimensiones: La liturgia o aspecto celebrativo, orante y sacramental, de encuentro personal y comunitario con el misterio; el aspecto misionero, testimonial, catequético, de anuncio, propagación e instrucción en la fe; la diaconía o dimensión de servicio fraterno en toda la variedad de atención a los pobres, abandonados o despreciados; y la koinonía o vivencia de la fe en armonía eclesial. Las comunidades que consiguen articular estas dimensiones de la fe, representan el lugar propicio para el florecimiento de las vocaciones.
f) Aprecio por las vocaciones sacerdotales y consagradas
Aquí tocamos uno de los temas más candentes y discutidos en la crisis de la pastoral vocacional. Si antes del concilio se realizaba una pastoral vocacional decidida, con sus fallos y exageraciones, el tiempo posterior llevó a un abandono de la pastoral vocacional. Todavía se da una resistencia a la misma. Como reflejo de esa crisis, abunda más la preocupación por las vocaciones que los planes precisos y experimentados de pastoral vocacional. El Congreso sobre las vocaciones en Europa, en su documento Nuevas vocaciones para la nueva Europa, propone articular toda la pastoral en clave vocacional.
Difícilmente se va a realizar bien o se va a proponer bien la elección de vida si no se aprecian las diversas vocaciones en el interior de la iglesia. No se trata de una guerra entre las diversas vocaciones. Cada una de ellas refleja la excelencia de la vida cristiana, y en todas ellas se puede vivir la santidad y la perfección, la plenitud de la vida cristiana. Ahora bien, como reacción a una insistencia desproporcionada sobre el valor del ministerio ordenado y de la vida consagrada, se ha pasado en algunos ambientes bien a ignorar la cuestión de la elección de vida o bien incluso a considerar, tácitamente, que el laicado es una forma de vida superior o más actual.
La reacción en contra de una Iglesia excesivamente clerical parece positiva. La pastoral vocacional no puede considerarse una pastoral anti-laical. Esto no quita que tanto el ministerio ordenado como la vida consagrada representen dentro de la Iglesia dos formas excelentes de vida cristiana, que toda comunidad cristiana debería estar empeñada en promover.
En muchos de los nuevos movimientos se celebra vivamente la existencia de vocaciones en su seno, se aprecian las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, las familias se alegran de que broten en su seno, lo entienden como una enorme bendición de Dios, en estas comunidades se reza por estas vocaciones, se presenta su belleza, se vive su atractivo por parte de todos los miembros, ya sean llamados o no. Tales comunidades constituyen un caldo de cultivo propicio para las vocaciones.
Soy consciente que estos seis elementos teológicos presentados para crear una cultura vocacional no bastan. Seguramente hay otros aspectos que inciden en este tema tan complejo. Ciertamente, existen al menos otros elementos, antropológicos (maduración de la persona: capacidad de silencio y soledad, resistencia ante las dificultades, mayor o menor fuerza de voluntad en las toma de decisiones, compromisos a largo plazo, autonomía...; desarrollo afectivo-sexual, acompañamiento, etc.) y sociológicos (ambiente familiar, fuerte incidencia en la identidad personal de la familia, el dinero y la profesión, cultura del presentismo, horizonte débil de valores, etc.) que afectan especialmente a la pastoral vocacional. No es posible tratarlo todos aquí.
Un tercer apartado de nuestra exposición es el que anunciaba al inicio como orientaciones operativas en la pastoral vocacional. Tampoco quiero ser exhaustivo en esto, pero indicaré las que creo más importantes.