Magnífico Angy:
Según planteas, en tu experiencia, pareciera que los "ministerios" (entiendo de música de evangelización) están más cuidados que los Coros (de música litúrgica). Mi reflexión sería que ambos necesitan acompañamiento del Pastor, según sus propias características. Y de eso siento que adolecemos. No es echarle toda la culpa al Sacerdote, pero ¿de quién más partiría la iniciativa y criterios de esa formación tan necesaria? Los Sres Obispos mexicanos hablan, en el caso de Coros litúrgicos de 3 aspectos a considerar: Formación Cristiana, Litúrgica y Musical. Se suele añadir la Formación humana.
En cuanto a la composición, yo puedo hablarte de Música para la liturgia, que es en la que he incursionado, y enfocándome al asunto de los textos, la cosa es "sencilla": Los textos ya están compuestos!!!! Están en los libros litúrgicos. Por ejemplo, los cantos del Ordinario (Sr ten piedad, Gloria, Santo y Cordero de Dios) siempre son los mismos. En cuanto a los cantos "del propio", también. Generalmente son Salmos, Responsorios y otros textos tomados de la Palabra de Dios. Eso no quiere decir que no podamos adaptar al uso litúrgico otros textos verdaderamente dignos, que cumplan las condiciones de Belleza y Unidad con el Rito sagrado. Pero son tan escasos los que escriben con estas condiciones!! Por ejemplo, hay muchos que componen letras acerca de su experiencia personal y está muy bien para la música de evangelización, pero la liturgia exige alcances más comunitarios.
Ahora bien, ¿Cómo "trabajar" musicalmente estos textos para que resulten Cantos dignos de la liturgia? Me atengo a los sabios consejos de la Hna Benigna Carrillo Alday, compositora mexicana de música sagrada. Te pongo un fragmento de un bellísimo tema en donde habla precisamente de la FIDELIDAD AL TEXTO SAGRADO. No tiene desperdicio. El tema completo lo encuentras aquí:
http://lausdeo-musicamsacram.blogspot.c ... n-del.htmlII. FIDELIDAD A LA PALABRA
Te pide el Concilio que para componer tus cantos tomes principalmente la misma Palabra de Dios (SC 121), porque esta Palabra tiene vida en sí misma y la comunica, ya que en la Sagrada Escritura el mismo Dios habla y nos da su Palabra, que es Cristo el Señor, vivo y presente entre nosotros. Juntamente con toda la Iglesia, los músicos estamos comprometidos con el anuncio de la Buena Nueva que es el Señor Jesús. Tu canto no debe anunciar otra cosa que a Cristo, el Hijo de Dios y de María.
Es verdad que no siempre es posible que todo el canto sea literalmente la Palabra de Dios, por eso el Concilio nos da la oportunidad de componer letras, pero con la condición de que estén de acuerdo con la doctrina católica (SC 121). Si además del don de la música, el Señor te dio el don de la poesía ¡te felicito!, pues tiene la capacidad de comentar con propiedad y belleza los contenidos de la fe.
Si en la actualidad hay pobreza musical en muchos cantos, igual pobreza o mayor aún la hay en las letras de los cantos y con mayor trascendencia, pues la palabra es la que transmite el concepto, la que debe contener la verdad; y qué irresponsabilidad al transmitir, no la Palabra de Dios, sino palabrillas desabridas y aún con errores de fe. Dice un autor: "Dime lo que cantas y te diré lo que crees".
Siéntete, pues, responsable del inapreciable don que el Señor te da al entregarte su Palabra. Si en verdad crees esto: ¿cómo debes tomar la Palabra?
a) Primero con grande fe, respeto y amor; llevarla a la oración, para que el Espíritu te descubra su profundidad y te haga captar su mensaje. Es en este primer momento donde se inicia el nacimiento de tu canto. Al captar la hondura de lo que se te revela, tendrás la intuición de la música que debe acompañar esa Palabra. Después seguirán otros pasos más técnicos, pero muy necesarios.
b) Recita en voz alta el texto que quieres musicalizar. Descubre el ritmo literario que tiene, localiza los acentos de las palabras, declámalo, disfrútalo.
c) Traduce en melodía todos estos elementos que ya tienes y no olvides lo siguiente: la melodía es servidora de la palabra, se une a ella para elevarla, para revestirla de belleza y ayudar a que llegue más fácilmente más cálidamente a los que la escuchan. Debe ser como un pedestal donde la luz brille más alto.
d) No destroces la Palabra, es un tesoro que tienes en tus manos. Me preguntarás cómo puedes destrozarla . Por ejemplo, cuando, sin tenerla en cuenta, piensas primero en hacer música; pones melodía, ritmo, instrumentación, efectos y demás, y después metes la palabra para acomodarla a lo que prefabricado por ti, y que lógicamente ni va de acuerdo con su sentido, cuando las palabras se acentúan más al ser cantadas, cuando no corresponde su sentido al estilo de música que pusiste.
Este error en la actualidad es muy frecuente.
Hay cierta obsesión por repetir ritmos muy usados, muy desgastados, más bailables que cantables; posiblemente en un primer momento tengan aceptación, pero no sirven realmente a la palabra. Hay muchos cantos que aprietan literalmente las palabras para que quepan en un esquema rítmico o lógicamente no se oye ni se capta lo que se está cantando, porque no hay declamación, no hay anuncio, no hay evangelio; hay sólo un ruido sin sentido.
Pedirás seguramente que te dé un modelo para captar más claramente lo que te digo. Sí, si hay un modelo: el canto gregoriano.
Examina en que forma toma la palabra, cómo la declama, la eleva y le da profundidad, cómo la introduce con suavidad y belleza en el interior de quien lo canta o lo escucha. Por eso ha sido alimento espiritual de la iglesia durante tantos siglos, y aún ahora el Concilio nos lo propone en primer lugar (SC 116). Escucha el canto gregoriano, estúdialo, cántalo, sumérgete en su profundidad, y saca de ese manantial, sin copiarlo servilmente, inspiración para tu propio canto.
Seguimos conversando, el tema es muy importante
Bendiciones!