por Pablo Nazareo » Mié Abr 25, 2012 9:47 pm
Participación en el foro de Pablo Nazareo
2012-04-24
Teología del Cuerpo
Lecciones I y II
1. ¿Qué quiere decir que Dios creó a la humanidad a su imagen y semejanza?
1.1.- Ya que “humanidad” es un sustantivo abstracto que no se encuentra en el Génesis, tanto porque no lo permite la naturaleza misma del hebreo –empleado por los sacerdotes que redactaron el relato elohista al volver del destierro de Babilonia-- como porque, además de eso, los antiguos autores del relato yahvista tampoco habían llegado a la capacidad de expresarse de manera abstracta, sino que lo hacían solamente por medio de imágenes, emplearé en su lugar varón (macho) y mujer (hembra), que sí son palabras que utiliza el texto sagrado.
Por otra parte, el empleo de varón y mujer --o de hombre macho y hombre hembra—permite captar mejor por qué son la imagen y semejanza de Dios.
Con esto no quiero decir que “humanidad” esté mal empleado o no sea una traslación fiel del Génesis. Nosotros entendemos lo mismo que quienes escribieron sus primeros capítulos. Sólo que lo entendemos desde distinto nivel de comprensión. Solemos usar ordinaria y naturalmente vocablos abstractos de contenido filosófico, de los que ellos carecían. Un ejemplo: Robert Aron, el gran historiador judío francés, explica la distinta manera de entender lo mismo cuando dice que donde leemos “vanidad de vanidades y sólo vanidad” [Cohelet 1, 2], “el término hebreo es diferente de su equivalente latino; es el nombre muy concreto hevel, que significa viento, aliento, vapor o vaho, de manera que hevel havalim quiere decir “vaho de vahos” o “vaho a partir de vahos.”
“He aquí la explicación profunda y gráfica dada por el midrash, que seguramente José transmitió a María y a Jesús, en uno de esos atardeceres del sábado, dedicados a la meditación de las Escrituras.”
“El vaho que se levanta de una marmita de agua hirviendo no es un “vaho de vahos”; es el vapor que se destila del líquido. Pero imaginemos siete marmitas, una encima de la otra, estando llena de agua sólo la de abajo. El vapor que se levanta de esta última marmita irá perdiendo sustancia progresivamente, a medida que sube de un nivel a otro, hasta que finalmente parece sostenerse por otras rachas de vaho. Entonces, y sólo entonces, podemos llamarla “vaho de vahos”.
“Partamos de aquí para interpretar la metáfora con el método tradicional judío. Cuanto más lejos se aleje del Dios que la hizo aquella cosa intangible, vaporosa, la conciencia, tanto más se inclinará a sentir la inutilidad y la desesperación descritas por el autor del Eclesiastés.” (Robert Aron, Les années obscures de Jésus, avec S. Raymond-Weil, Desclée de Brouwer)
1.2.- Durante la larga época de predominio masculino --y hasta machista--, la palabra “hombre” (animal racional) se identificó restrictivamente con la de varón. En la vida ordinaria todavía seguimos hablando de “hombres” y mujeres, en vez de hablar de varones y mujeres, cuando en realidad son hombres unos y otras.
Ojalá los textos del Génesis nos ayuden a cambiar la equiparación entre hombre y varón, que es de origen pagano y en el fondo encierra desprecio a la mujer.
Aquí se entiende, por tanto, “hombre” como “ser humano” y se aplica, cada vez que se mencione, exactamente con el mismo significado tanto para el varón como para la mujer.
1.3.- Perdón por la larga introducción. Viniendo ya al tema, el hombre es imagen (como la figura reflejada en el espejo) y semejanza (como el parecido entre padres e hijos) de Dios por varias razones.
Como Dios, cada hombre –a su nivel-- es personal (individuo de naturaleza racional), libre, capaz de conocer sin límite, creador de cosas que no existían antes, capaz de amar a otros hombres y a Dios mismo por lo que son en sí mismos, fecundo donador de su propia naturaleza, señor de la tierra y de los otros seres que la habitan, los que fueron puestos a su servicio. El hombre realiza, expresa y manifiesta esta imagen y semejanza de Dios mediante su cuerpo.
Cuando la Biblia era sólo el Antiguo Testamento varios se han de haber preguntando por qué, siendo un único Dios, la imagen suya creada por Él y mencionada en el Génesis no era la del hombre individual que se acaba de mencionar como fruto de una reflexión posterior, sino otra, explícitamente doble: macho y hembra [Gn 1, 27]
La creación del hombre se narra en el Génesis como un acontecimiento diferente a la del resto de los otros seres del universo. En el relato yahvista, la creación de las cosas se despacha en una pincelada: “Al tiempo de hacer Yahvé Dios la tierra y los cielos…” [Gn 2, 4b] Al contrario, la del varón y la de la mujer se describen con todo detalle. En el relato elohista, por su parte, al crear todas las cosas Dios parece actuar individualmente en cumplimiento de un plan establecido por Él de antemano; pero al llegar a la del hombre, cambia el proceso. De manera solemne proclama su intención antes de actuar, y la dice en plural como si hablara en nombre de varios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza.” [Gn 1, 26] Este plural agrega nuevos interrogantes a la ya intrigante doble imagen y semejanza de un Dios único.
El relato yahvista, por su parte, explica que existe un lazo de unidad esencial en la imagen de Dios, por ser la mujer una especie de desdoblamiento del varón al haber sido formada de una de sus costillas, es decir, a partir del interior de su mismo cuerpo; sin embargo, la imagen continúa estando duplicada. Por eso Adán exclama: “Esto sí que ya es hueso de mis huesos y carne de mi carne“. Ésta se llamará varona, porque del varón ha sido tomada” [Gn 2, 23], ratificando su identidad con ella, identidad que no había encontrado en las bestias a las que anteriormente había puesto nombre, apropiándose de ellas por medio de su conocimiento [Gn 2, 18-20] La unificación de la imagen duplicada culmina en el mandamiento/explicación, extraño para los criterios patriarcales en que se desarrolló Israel: “Por eso dejará el varón a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne.” [Gn 2, 24] La imagen inicialmente doble de Dios queda así unificada en un único cuerpo por obra del amor, reflejando la absoluta unicidad de Dios.
La respuesta a los interrogantes que planteaban a los judíos estos textos del Génesis se encuentra en la revelación que hizo Jesucristo. Aunque Dios es único, no es un ser solitario, sino formado por tres personas distintas, que poseen la misma naturaleza divina. El Padre dona a su Hijo su ser íntegro al engendrarlo, y el Hijo corresponde a Padre donándole a su vez todo su ser, haciendo los dos la donación mutua de la totalidad de sí mismos en el amor infinito que existe entre ellos, que es el Espíritu Santo.
El hombre, varón y mujer unidos por el amor conyugal, es, pues, la imagen y semejanza acabadas de Elohim o Yahvé, quien es Padre, Hijo y Espíritu Santo. No existe otra imagen y semejanza de Dios ni mejor ni más completa. La Trinidad es la que se refleja en el hombre, varón y mujer, y en su necesidad de complementación mutua. Como dice la lección de hoy: “En el texto del Génesis, la diferencia sexual, con todo lo que ésta supone, es una cosa buena: el hombre y la mujer son imagen de Dios, no a pesar de esta diferencia sexual, sino precisamente con ella.”
Por otra parte, es la Trinidad la que se revela como creadora en la expresión “hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza”, siendo ella misma el modelo del hombre, revelación que es clara para nosotros y que resultaba misteriosa para los judíos.
En consecuencia, la vida de la Trinidad es, asimismo, el modelo de la vida conyugal.
De paso hay que referirse a dos tendencias deformadoras de esta verdad. Una son los resabios de un absurdo “angelismo”, inoculado por los gnósticos, que separa irrealmente los elementos constitutivos esenciales del hombre, el espíritu y el cuerpo que lo constituyen simultáneamente, como si el cuerpo fuera un simple envase del espíritu, la parte realmente valiosa. Para eso, es importante recordar el papel fundamental que tiene el cuerpo desde el punto de vista de la imagen y semejanza divinas. El hombre y la mujer completos, en su alma y en su cuerpo, son la imagen de Dios. La pareja humana, en su amor conyugal, que incluye el cuerpo y se realiza mediante él, es la imagen y semejanza perfecta de Dios.
La otra tendencia es el materialismo, que reduce al hombre a un simple animal. Allí acota oportunamente la lección: “Juan Pablo Il nos enseña así que la diferencia sexual con sus signos, es decir, los órganos de la sexualidad, tienen que ser tomados del lado de la semejanza de Dios y no del lado del animal. La enunciación de la diferencia sexual, contemporánea del acto creador, nos establece en la relación de semejanza con Dios y no en una prolongación, y todavía menos en una dependencia, del reino animal.”
2. ¿Qué significa “desde el principio”?
Que la diferencia sexual forma parte de la imagen y semejanza de Dios desde el momento mismo de la creación del hombre, como realización del plan de Dios cuya finalidad era la Encarnación del Verbo.
Posteriormente, el hombre averió esta imagen y semejanza con su pecado, dejándola maltrecha [Gn 3, 7, 16, 21]
3. ¿Cuál es el significado de la soledad originaria?
En la imaginería del relato yahvista se expresa la conciencia del hombre de que, a pesar de tener cuerpo como las bestias, con todas las características y consecuencias físicas y psicológicas que tal cosa representa, también es distinto al de ellas por cuanto su cuerpo es el de una persona, “cuya realización cabal consiste en entregarse a otra persona” [Lección]. Es decir, el cuerpo del hombre es la expresión material de su alma, a la que hace visible en el mundo físico.
4. ¿Cuál es el significado de la unidad originaria?
Como ya se dijo más arriba, el significado es que la imagen de Dios sólo es completa en la unión conyugal. Nuevamente, como dice la lección: “mediante la entrega y mediante la comunión de los cuerpos es como el hombre y la mujer son imagen de Dios.”
5. ¿Cuál es el significado de la desnudez originaria?
Me parece acertado lo que dice la lección, que la contemplación de la desnudez “manifiesta un estado de la conciencia con respecto al cuerpo” y “una clara percepción de que el cuerpo, a través de los signos de la masculinidad y de la feminidad e incluso en ellos, no tiene nada de común con los animales, y de que no tiene necesidad de camuflar estos signos, pues no tienen nada de vergonzoso”.
Ese “estado de conciencia” puede ser:
*La admiración por la hermosura del cuerpo humano, animado por su espíritu, en el que se trasluce de manera eminente la belleza de Dios, manifestada en todas las cosas creadas. Esta admiración es la que subyace en las obras de arte y en su contemplación.
Aunque ha sido patrimonio general de los pueblos, los griegos fueron quienes se destacaron más en la antigüedad en el cultivo del desnudo como celebración de la belleza. Es reveladora de su mentalidad la anécdota de aquel escultor que comentó sobre una Afrodita vestida, tallada por un colega: “la hiciste rica, porque no la pudiste hacer bella” (es decir, desnuda). Este “estado de conciencia” se relaciona con el originario, antes del pecado, en el cual el artista o el espectador contempla el cuerpo con una mirada que imita la de Dios.
*La comprensión y aceptación “del significado esponsal de sus cuerpos, en el que se expresa la libertad del don y se manifiesta toda la riqueza interior de la persona como sujeto.” En este “estado de conciencia” el cuerpo de la pareja es objeto del amor conyugal que manifestó Adán al contemplar a Eva al surgir de las manos del Creador, y que tan bellamente expresa el Cantar de los Cantares. Es el amor de los esposos, donde la desnudez originaria participa del carácter de don de una persona a otra persona.
La relación sexual del hombre no es igual a la de las bestias, regida por el instinto y sin otro propósito más que la conservación de la especie. En el hombre es fundamentalmente comunión fecunda de dos personas.
Pero también hay significados de la desnudez marcados por el pecado:
*En Israel el desnudo era manifestación de la extrema miseria o del castigo más severo, que deja al descubierto “las vergüenzas” del cuerpo y provoca el desprecio de quienes lo contemplan [por ejemplo, Jr 13, 26; Lam 1, 8; Ez 16, 7, 39; 23, 29] En este “estado de conciencia” el cuerpo se visualiza en la situación en que quedó tras el pecado.
*En todas las manifestaciones del hedonismo, la desnudez se convierte en instrumento de una reducción de la riqueza de la relación sexual al mero sentimiento de placer, que se busca en forma idolátrica, convirtiendo al hombre en uno de los objetos que lo proporciona.