por Esther Lopez » Vie May 11, 2012 3:04 am
Esther Lopez:
TEMA III: EL PECADO, EL DESEO, LA CONCUPISCENCIA
1.¿Cuál es el significado del adulterio del “corazón” a la luz del sermón de la montaña?
Ante la mirada, lo malo no es el órgano responsable del sentido de la vista en sí, desde un punto de vista físico, sino el “sentido” de la vista, la finalidad con la que se mira. En cada mirada hay una intención que late en el fondo: o se mira con transparencia (como en la “humanidad creada”) o se mira con deseo de “posesión” (como en la humanidad “caída”). Mirar deseando es lo que mancha el corazón, porque quiere cosificar, poseer, utilizar.
El deseo profundo del corazón sin embargo, es la “comunión” con la otra persona, sin embargo, la mirada puede tergiversar ese deseo profundo en un deseo sólo aparente.
2.¿A qué se refiere la concupiscencia del hombre?
Es importante la apreciación que se hace en “Amor y responsabilidad”, distinguiendo entre “Amor de concupiscencia” y “concupiscencia en sí” (pag. 100; 3ª edición española, PALABRA).
El amor de concupiscencia es el que se centra en la integridad de la persona, admitiendo la atracción sexual que se siente hacia ella, dando su lugar correspondiente a los valores sexuales pero integrándolos en los valores personales, aquéllos son medios para alcanzar el fin, pero no fines en sí mismos. Porque el deseo profundo que mueve el actuar humano, también en el campo de la sexualidad, es el de COMUNIÓN, como bien, no sólo para el amante, sino para el amado. Sin embargo, debido al corazón herido, el hombre se queda en un bien aparente, como es el cuerpo en sí y su utilidad (placer), de tal forma que éste se convierte en fin en sí mismo y lo busca de forma egoísta, no buscando que también sea un bien para la otra persona.
3.¿Cuál es el significado de vergüenza originaria?
La mirada transparente en la que se quiere llegar a la integridad del “otro” para alcanzar una “comunión de personas”, en su entrega total, en libertad, como consecuencia del pecado, siembra la sospecha, la duda, la desconfianza, el temor a ser un “objeto de apropiación”. Por este motivo, los signos masculinos y femeninos pueden provocar una respuesta utilitarista en el otro, por ello se esconden. Ya no se siente contemplado a través de una mirada limpia sino a través de una mirada poseedora. De ahí el surgimiento del pudor sexual, ocultar aquellas partes por temor a que sean mal vistas o mal utilizadas, no correspondiendo a aquel objetivo creacional para el que han sido hechas.
En cuanto al pudor, traigo a colación la distinción que se hace en “Amor y responsabilidad” entre el pudor masculino y el femenino (pagina 216-217)
4.¿Por qué en el “segundo” descubrimiento del sexo hay una insaciabilidad de la unión?
Porque el sexo promete más de lo que en realidad da. El hombre tiene deseos de plenitud, de infinitud, pero es limitado y finito. Quiere alcanzar la plenitud, la felicidad a través de la comunión, pero se despista por el camino; tiene en mente y corazón la meta, pero no acierta con los medios, en nuestro caso, el cuerpo. Nunca volverá a alcanzar la comunión plena con la mujer, al menos en esta vida.
Parafraseo al Padre José Noriega en su interesante libro “El destino del eros. Perspectivas de moral sexual” (Palabra, Madrid, 2005) porque subyacen las Catequesis de Juan Pablo II.
“La sexualidad promete mucho, pero cosecha poco... Se nos promete placer. Más, se nos promete una plenitud, una felicidad en la compañía gozosa de alguien que se nos descubre tan atractivo, tan agradable, tan amable... El deseo de poseer esta realidad, de poseer la persona, de unirnos a ella, parece ahora acaparar la vida toda... Pero cosecha poco. Lo que uno encuentra en ella no es lo que esperaba hallar. El placer que experimenta no llena la amplitud enorme del deseo que se despertó... La experiencia del amor sexual, más allá de la atracción corporal o afectiva, o precisamente en ella, reclama una alteridad: el misterio de otro diferente a mí. Y la alteridad de la persona no es algo controlable, manipulable. Aquí su drama. Reducir la sexualidad a algo meramente corporal o afectivo implica perder el misterio de la alteridad...
¿Qué esconde el deseo sexual que el mismo sexo no es capaz de apagar? En la sexualidad se nos revela el enigma el hombre, su misterio. Porque nos habla de su indigencia, pero a la vez de su plenitud...” (paginas 9 ss; muy interesante)
5.¿Son las palabras de Cristo una acusación al “corazón” y una condenación del cuerpo?
Cristo ha redimido al hombre en tu totalidad, por tanto, también en su sexualidad. Quiere invitarlo a recuperar el sentido originario que Dios había insertado en el amor entre el hombre y la mujer al “principio”. Pero sólo es posible a través de la gracia.
La experiencia del cuerpo y de la sexualidad necesita ser insertada en un misterio mayor que sólo se puede descubrir y vivir a la luz de la Revelación.
Por ello es muy importante conjugar el Misterio de la Creación con el Misterio de la Redención. Cristo, a través de su entrega, es el que hace redescubrir el significado pleno del amor entre el hombre y la mujer. El amor de Cristo hasta el límite, dar la vida por su Iglesia, es el prototipo del amor humano. Éste tipo de amor es el único que puede dar la plenitud, la felicidad.
Por todo ello habría que resituar la sexualidad en un marco global de sentido, la búsqueda de la felicidad y no quedarse en la experiencia particular. La moral no es, por lo tanto, una moral del “no” (normativa) sino una moral del “sí” (sí al amor pleno en su verdad originaria), y a partir de este descubrimiento es como podemos entender las normas. Primero quiero subir a la cumbre de la montaña (plenitud) porque mi corazón tiene el eco de lo que se puede experimentar al llegar a lo alto (redención) y después acataré los medios necesarios porque el fin merece la pena y no al contrario.