¿Qué les ha parecido el recorrido que hemos hecho de la mano de Juan Pablo II hasta la consideración de la Humanae Vitae a la luz de la teología del cuerpo? Probablemente muchos de ustedes ya estaban familiarizados con los contenidos y la norma moral de la Encíclica, pero me atrevo a pensar que la luz que nos ofrece la antropología bíblica de Juan Pablo II ilumina de una manera verdaderamente reveladora la verdad contenida en esta enseñanza de la Iglesia. Recuerden lo que decíamos al inicio del curso: aunque la enseñanza tradicional es siempre confirmada al mismo tiempo ésta es profundizada interiormente.
El enfoque de la teología del cuerpo nos hace ver el mismo planteamiento de la Humanae Vitae, ahora desde el punto de vista de la vida interior de los cónyuges. ¿No es verdad que es mucho más fácil reconocer la bondad y belleza de la norma vista de esta manera? Ahora más que nunca necesario tener en mente nuestras reflexiones anteriores sobre el matrimonio en su dimensión de signo sacramental ¿recuerdan? Es hora de aplicar esta visión total del matrimonio en su dimensión humana... Aquí les proponemos una guía de retroalimentación al cuestionario que sugerido para este tema. ¡Esperamos sea de utilidad!
Estamos para servirles,
Effy De Lille.
[RESPUESTAS AL TEMA V] 1
Respuestas al Tema V
La sexualidad y la santidad
1. ¿Cómo se relaciona la norma moral de Humanae Vitae y la verdad del “lenguaje del cuerpo”?
La enseñanza de Humanae Vitae (HV) “está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido [...] entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador” (HV, 12). Enfocarse en el “sentido” del acto en vez de su “fin” es evaluar el acto sexual desde la perspectiva interior de las personas que lo realizan. Esto no significa que los esposo quedan libres para asignar su propio significado al acto. Su significado ya está escrito por Dios en la “íntima estructura” del acto y la verdadera naturaleza del hombre y la mujer (cfr. HV, 12). “Se puede detectar en esta parte de la encíclica un paso muy significativo de lo que algunos llamarían una ‘teología de la naturaleza’ a una ‘teología de la persona’” (Persona and Community, Karol Wojtyla. Pedro Lang, 1993).
2. ¿Cómo se justifica la rectitud de la norma enseñada por la Iglesia y su “practicabilidad”?
Pablo VI está profundamente interesado en los problemas y preguntas reales del hombre moderno y afirma explícitamente que no tiene ningún deseo de pasarlos por alto en silencio (cfr. HV, 3). Reconoce que algunos a lo mejor encuentran la enseñanza de la encíclica “gravemente difícil” si no “imposible de observar” (cfr. HV, 20). Afirma claramente, de hecho, que el hombre y la mujer no pueden vivir esta enseñanza sin la ayuda de la gracia de Dios (cfr. HV, 20). La opción de Pablo VI era o confiar en la gracia de Dios o rebajar la verdad ¿Cuál es la opción más auténticamente amorosa y “pastoral”? “Si alguien cree que... la Encíclica no [tiene] bastante en cuenta las dificultades presentes en la vida concreta, es porque no comprende las preocupaciones pastorales que hubo en [su] origen” (VM, 121:6).
3. ¿Cómo pueden los esposos evitar el embarazo y a la vez respetar el verdadero “lenguaje del cuerpo”?
Hay una diferencia enorme entre mentir y mantener silencio. De hecho, el amor a menudo exige que los esposos “mantengan silencio”, eso es, abstenerse del abrazo marital. Con el fin de estar de acuerdo con la enseñanza íntegra de Humanae Vitae, la continencia se tiene que practicar no sólo como una “técnica” para evitar el embarazo, sino como una virtud que brota de la reverencia por el lenguaje del cuerpo. Igual como los esposos pueden disfrutar de la unión sexual por las razones equivocadas, también pueden abstenerse por las razones equivocadas. “En cuanto a la motivación inmediata, la Encíclica ‘Humanae Vitae’ exige que ‘para espaciar los nacimientos existan serios motivos, derivados de las condiciones físicas o psicológicas de los cónyuges o de circunstancias exteriores...’” (VM, 125:5).
4. ¿Cuál es el poder que brota de la “consagración” sacramental conyugal?
Humanae Vitae responde básicamente a una sola pregunta: ¿es posible para los esposos amar como Dios ama? ¡Sí lo es! Pablo VI mostró su confianza en el “poder”
de Dios derramado en los corazones de los esposos. Los esposos reciben este poder por medio de una “consagración” especial como parte de su sacramento. Es el poder de no sólo alcanzar las exigencias de la ley, sino de cumplirlas gozosamente. Rebajarle a la verdad del amor marital es negar el poder del Evangelio y la gracia del sacramento. Creer en la verdad y la habilidad de vivirla es “realismo cristiano” (cfr. VM, 127:4). Vivir en este “poder” es vivir en una auténtica “espiritualidad conyugal”. La educación en la teología del cuerpo “constituye ya por sí misma el núcleo esencial de la espiritualidad conyugal” (Varón y Mujer, 127:2).
5. ¿A qué se refiere la virtud de la castidad y cómo se relaciona con el don de la piedad?
Aquí la “continencia” (castidad) se refiere a la virtud que hace verdaderamente libre al hombre en su capacidad de desear y elegir el bien en pensamiento y acto. Aquí nuestras reflexiones anteriores sobre la “ética” y el “ethos” son decisivas. La continencia como virtud siempre se desprende de un deseo de sostener el valor superior de la unión sexual. Sólo el hombre libre (el que es maestro de sí mismo) puede amar. La castidad no es sólo una virtud moral, también es un don del Espíritu Santo que nos llena de profunda “reverencia” (piedad) por lo que viene de Dios. San Pablo tenía en mente este don cuando les exhortó a los esposos a “someterse el uno al otro por reverencia a Cristo” (Ef 5, 21). Esta reverencia les inflama a los esposos con el “fuego santo” del ágape-‐eros.