por pac05091957 » Dom May 27, 2012 8:29 pm
V. La sexualidad y la santidad
1. ¿Cómo se relaciona la norma moral de Humanae Vitae y la verdad del “lenguaje del cuerpo”?
La relación entre la norma moral de Humanae Vitae y la verdad del lenguaje del cuerpo, es que las dos coinciden que en el acto conyugal no es lícito separar artificialmente el significado unitivo del significado procreador, porque uno y otro pertenecen a la verdad íntima del acto conyugal: uno se realiza juntamente con el otro y, en cierto sentido, el uno a través del otro. Por lo tanto, en este caso el acto conyugal, privado de su verdad interior, al ser privado artificialmente de su capacidad procreadora, deja también de ser acto de amor.
2. ¿Cómo se justifica la rectitud de la norma enseñada por la Iglesia y su “practicabilidad”?
La rectitud de esta norma enseñada por la Iglesia se justifica en la prevalencia en el acto conyugal de la verdad del amor. Esto implica que no se pueden disociar las dos significaciones funda mentales del acto conyugal, por que equivale a distorsionar y deformar su práctica y convertirla en algunos casos como fuente de negación de la vida, de dominación y trabar el proceso de generación natural, a través de la utilización de medios artificiales.
3. ¿Cómo pueden los esposos evitar el embarazo y a la vez respetar el verdadero “lenguaje del cuerpo”?
A través de los métodos naturales de regulación de los nacimientos basados en la observación de los ritmos de la fertilidad, que permiten recurrir a los períodos infecundos cuando los esposos estiman en conciencia y en un proceso de paternidad-maternidad responsable que no deben acoger una nueva vida. Como hace notar la encíclica, la diferencia con la anticoncepción, es manifiesta: “en el primero (métodos naturales) los cónyuges se sirven legítimamente de una disposición natural; en el segundo (anticoncepción) impiden el desarrollo de los procesos naturales.”
Hay una manera de usar los métodos naturales que forma parte de una "mentalidad anticonceptiva" cuando son elegidos a causa de las ventajas técnicas que pudieran presentar estos métodos respecto a la anticoncepción química o mecánica (eficacia, ecología, comodidad, economía) y con un rechazo determinado de la apertura del acto conyugal a la vida. Con esta actitud, los métodos naturales se convierten en simples medios de "anticoncepción natural".
Con todo, todavía es necesario precisar que no basta con recurrir a los métodos naturales de regulación de los nacimientos y abstenerse del uso de los medios anticonceptivos para situarse de conformidad con la norma ética. Es preciso también recurrir a ellos sin convertirlos en una "técnica", sino con una actitud ética, es decir, discerniendo una exigencia de la verdad del lenguaje de los cuerpos.
4. ¿Cuál es el poder que brota de la “consagración” sacramental conyugal?
La verdadera naturaleza y nobleza del amor conyugal se revelan cuando éste es considerado en su fuente suprema, Dios, que es Amor, "El Padre de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra".
El matrimonio no es, por tanto, efecto de la casualidad o producto de la evolución de fuerzas naturales inconscientes; es una sabia y providencial institución del Creador para realizar en la humanidad su designio de amor. Los esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal, para colaborar con Dios en la generación y en la educación de nuevas vidas”
5. ¿A qué se refiere la virtud de la castidad y cómo se relaciona con el don de la piedad?
La virtud de la castidad, es como una riqueza, en el sentido de que permite una comunicación más profunda y alcanzar una verdadera libertad. En efecto, la castidad permite desarrollar a los esposos todas las dimensiones del lenguaje del cuerpo y evita que el acto conyugal no sea más que una liberación de las tensiones sexuales del cuerpo. La castidad permite, en el contexto mismo del acto conyugal, una mayor riqueza de comunión en la comunicación haciendo sitio en ella al afecto, a la ternura y a las expresiones no específicamente sexuales de la comunicación de los esposos. Y es que, a través de la castidad, los esposos están llamados a ofrecer su carne, mutuamente, tanto en el acto sexual como en las otras manifestaciones de la conyugalidad y del lenguaje de los cuerpos. La castidad nos hace capaces de entregar nuestro propio cuerpo en la expresión más concreta del acto sexual, reconociendo al otro como persona, como riqueza, como llamada a una superación en la comunión.
Esta es la sexualidad de acuerdo al plan que Dios tiene para cada uno de nosotros y nos capacita en el autodominio para enfrentar la concupiscencia.Lo anterior es vivir como hijos de dios y ahí reside la relación con el don de piedad, que es un don del Espíritu Santo el que nos permite consideramos respecto a Dios como hijos que se dejan gobernar por Él. Ponernos bajo la esfera de influencia de este don del Espíritu Santo, puesto que, especialmente en el marco de la vida conyugal, es el don que nos permite reconocer que, nosotros no somos señores de todo, sino que dependemos de El como Padre y como fuente de la vida.