Acercándonos al tema VI de nuestro curso, el P. Pezzi nos ha hecho reflexionar sobre algunas dificultades en el matrimonio. Para quien no ha recibido previamente todo el contexto de la Teología del cuerpo, que hemos ido vislumbrando en los temas anteriores, parecería que es excesiva la importancia que se le da a las condiciones para la santidad del abrazo esponsalicio... Pero nosotros, que ya hemos empezado a hacer este recorrido, podemos reconocer qué importante es la castidad dentro del matrimonio. La castidad es condición necesaria para ser fiel a los votos matrimoniales, y no importa cuán difícil sea hacerlo.
Juan Pablo segundo decía: "Toda la vida del matrimonio es entrega, pero esto se hace singularmente evidente cuando los esposos, ofreciéndose recíprocamente en el amor, realizan aquel encuentro que hace de los dos 'una sola carne'" (Carta a las familias, n. 12). De esto brota la necesidad que tenemos de la virtud de la castidad, para que el "lenguaje del cuerpo", en el cual los esposos tienen una participación especial, sea leído en la verdad. Si es así - y así quiere Jesucristo que sea - podremos convertirnos en lo que el Papa llamó "profetas del lenguaje del cuerpo". Al respecto, les propongo un texto complementario...
Estamos para servirles,
Effy De Lille.
[LA SEXUALIDAD SEGÚN JUAN PABLO II. YVES SEMEN] 1
Profetas del lenguaje del cuerpo1
Paternidad [es] decidirnos bajo la moción del Espíritu Santo por el don de la vida, optar por dar la vida de una manera plenamente lúcida y responsable. Nadie puede decidir esto por nosotros, pues esta decisión, fruto de la in-‐habitación del Espíritu Santo en nosotros, sólo nos corresponde a nosotros. Tenemos el derecho y el deber de resistir a todos los esquemas y a todas las normas sociológicas, socio-‐ espirituales, de cualquier orden que sean, que pretendan imponernos algo distinto a nuestra libre determinación interior bajo la moción del Espíritu Santo.
Así es como los esposos cristianos están llamados a un profetismo, a ser los “profetas del lenguaje del cuerpo”, movidos desde el interior por el don de piedad del Espíritu Santo, cuando participan en el plan de amor eterno. “Este lenguaje del cuerpo, dice Juan Pablo II, se convierte, por así decirlo, en un profetismo del cuerpo”2. Ésa es la eminente misión apostólica del testimonio de los esposos cristianos: ser profetas de la significación nupcial, conyugal, de sus cuerpos ofrecidos, entregados todos los días y prometidos con certeza a la Resurrección.
Sexualidad y santidad... Con Juan Pablo II, lo que apenas nos atrevíamos a pensar se convierte en una evidencia: ambas dimensiones de la vida humana y cristiana están definitivamente asociadas. La sexualidad es de esencia divina; no es un resto de nuestra animalidad. Quizás sea esto lo que pronto recibirá el nombre de “revolución wojtyliana”, que será a la sexualidad lo que la revolución copernicana fue a la astronomía: un cambio completo de perspectiva.
Con la revelación del plan de Dios sobre la sexualidad humana, todas las tentaciones de maniqueísmo, que la Iglesia siempre ha tenido dificultades para extirpar de su seno, quedan definitivamente vencidas. La sexualidad no es algo que tengamos que inventar; es algo revelado. La comunión de las Personas divinas constituye la fuente y el modelo de la sexualidad, no los determinismos del instinto.
Se han acabado las críticas perpetuamente repetidas contra la Iglesia: la Iglesia contra el cuerpo, contra el sexo, contra el placer... No, la Iglesia está radicalmente a favor. Es la única que está verdaderamente a favor, porque es la única depositaria de la verdad total sobre el cuerpo humano y sobre la sexualidad, la que permite al hombre y a la mujer llegar a su consumación por medio de la entrega sincera de sí mismos.
En consecuencia, que los cristianos levanten la cabeza y cesen de dejarse paralizar por acusaciones ahora engañosas. Disponen de un mensaje de luz sobre el cuerpo y el sexo, que deben llevar al mundo, y el mundo, diga lo que diga, tiene sed de él. Es, a buen seguro, a los que constituyen la “generación Juan Pablo II” a quienes incumbe en primer lugar la responsabilidad de ser portadores de este mensaje de verdad y de libertad. Es una responsabilidad inmensa: esta Buena Nueva es capaz de renovar la faz de la tierra.
1 La sexualidad según Juan Pablo II. 4a edición. Yves Semen. Desclée De Brouwer, p. 177. 2 Audiencia del 22 de agosto de 1984, 2.