Un regalo al pueblo de Dios En 1996 se celebró el 50o. Aniversario de la Ordenación Sacerdotal de S.S. el Beato el Papa Juan Pablo II.El mismo Santo Padre nos dejó en el volumen Don y misterio, en el 50 en ocación de su Aniv. de su O.S.
Lo acompañaron, Cardenales, Arzobispos, Obispos, Sacerdotes y feligreses. Los Cardenales quisieron estar tangiblemente cercanos al Papa con su presencia, su afecto y con un regalo significativo, expresar su devoción y su estima al Sucesor de Pedro. El regalo fue presentado por el Colegio Cardenalicio bajo la forma de una suma de dinero que el mismo Papa, a su juicio y elección, destinaría para alguna obra significativa.
S.S. el Papa dijo:
«Agradezco de corazón la suma que habéis querido ofrecerme, a través del Cardenal Decano, como regalo vuestro en esta circunstancia. Creo que es oportuno al destinarla a una obra que permanezca en el Vaticano. Pensaría por eso en las obras de reestructuración y decoración de la Capilla "Redemptoris Mater" en el Palacio Apostólico». «Se convertirá en un signo de la unión de todas las Iglesias, a las que vosotros representáis, con la Sede de Pedro. Además revestirá un particular valor ecuménico y constituirá una presencia significativa de la tradición oriental en el Vaticano».La Capilla «Redemptoris Mater», fue reestructurada y decorada, una belleza de los lugares de culto:
«Aquí, el cielo ha bajado a la tierra».Al celebrar el Gran Jubileo del 2000, la Capilla «Redemptoris Mater», completamente restaurada, se convierte en un monumento artístico y litúrgico de nuestro tiempo, en un ambiente como el de los Palacios Vaticanos, donde resplandece la Capilla Sixtina, también completamente restaurada a lo largo de los últimos años. En efecto, el trabajo de restauración de los frescos del siglo XV ha terminado, llevando así a término la tercera restauración completa que a lo largo de la historia ha afectado a la Capilla Sixtina, la más célebre de las Capillas del Palacio Apostólico.
La iconografía de la Capilla lleva a una grandeza del hombre mucho más importante que el solo hecho de ser criatura de Dios y, por tanto, a su imagen y semejanza. El tema, más que a la creación, está dedicado a la Encarnación del Hijo de Dios que ha exaltado tanto la naturaleza humana que la ha emparentado con la misma naturaleza de Dios:
«Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros; y hemos visto Su gloria como Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14). «Cristo es la visibilidad del Dios invisible. Por medio de él, el Padre compenetra toda la creación y el Dios invisible se hace presente entre nosotros y se comunica con nosotros» (Juan Pablo II, Homilía de la celebración Eucarística en la Capilla Sixtina, 8 de abril de 1994, n. 4).Los mosaicos de la Capilla «Redemptoris Mater» subrayan y amplían el mismo tema. El hombre, mediante la encarnación de Cristo, se remonta hasta la vida interior de Dios, en la Santísima Trinidad. La Capilla explicita una antropología trinitaria. La historia de la salvación, en su dinámica del descenso de Dios y de la subida del hombre, subraya la presencia y la obra del Espíritu Santo que hace siempre actual la obra de la redención y la despliega a las mujeres y hombres de cada época histórica.
La Capilla restaurada está dedicada a la Madre de Dios en esta vigilia del Gran Jubileo de la Encarnación, en el que, junto a Cristo, se celebra a Aquella que es
«Alma Redemptoris Mater». María está sentada en el trono como la Madre del Señor y Sede de la Sabiduría, en una espléndida figura de la pared central, como reflejo de la economía trinitaria y rodeada de Santos y Santas de Oriente y de Occidente, de todas las épocas y de todas las naciones.En la Capilla «Redemptoris Mater» emergen algunos argumentos de entre los más frecuentes del magisterio de Juan Pablo II, de entre los cuales, el primero de todos es el ecumenismo. Los mosaicos, que en un centelleo de colores, de personajes y de símbolos ornamentan hoy esta Capilla restaurada, celebran la historia de la salvación, teniendo como tema central el misterio de la Trinidad que se refleja ante todo en el Hijo de Dios hecho hombre y en su Madre. Esta historia se hace visible en el tiempo a través de episodios y personajes del Antiguo Testamento, de los misterios de la vida de Cristo, de los Santos y Santas de la Iglesia de todos los tiempos, también de los mártires del siglo XX, con una presencia discreta pero significativa de los testigos de la fe de otras Iglesias y comunidades cristianas.
La Capilla es también visualmente un lugar de diálogo entre Oriente y Occidente. Los mosaicos que la adornan y sobre los cuales, en esta publicación, se pueden encontrar profundizaciones útiles, parecen comentar una expresión del Santo Padre en la Carta apostólica Orientale Lumen: «Las palabras del Occidente necesitan de las palabras del Oriente para que la Palabra de Dios manifieste cada vez mejor sus insondables riquezas» (n. 28).
El Santo Padre, en la Carta a los artistas (4 de abril de 1999) afirma: «Toda forma auténtica de arte es, a su manera, una vía de acceso a la realidad más profunda del hombre y del mundo» (n. 6). Y también.
«Quisiera recordar a cada uno que la estrecha alianza que hay desde siempre entre Evangelio y arte, más allá de las exigencias funcionales, implica la invitación a penetrar con intuición creativa en el misterio del Dios encarnado y, al mismo tiempo, en el misterio del hombre» (n. 14).La Capilla «Redemptoris Mater» se convierte, así, en un ejemplo eficaz de un posible itinerario para una nueva evangelización, un verdadero «lugar teológico» donde el misterio de Dios y su manifestación epifánica en Cristo se pueden contemplar no sólo en la verdad teológica que todo lo envuelve, sino también en la estética teológica, gracias a la cual llegamos a entender que la categoría de la belleza corresponde ante todo a Dios y a la bondad y belleza de todas sus obras. Entre ellas es central la Encarnación salvadora del Hijo de Dios en ese icono de la Iglesia y de la humanidad redimida que es la Toda santa Madre de Dios. Y está destinada a la celebración de la liturgia, especialmente algunas celebraciones presididas por el Santo Padre. Se ha cuidado la decoración en mosaico, una digna reestructuración de todo el espacio, donde el Sucesor de Pedro podrá desarrollar, en un espléndido marco de belleza y piedad, su ministerio litúrgico: con el altar para el banquete sacrificial de Ia Eucaristía, el ambón para la proclamación de la Palabra de Dios, la cátedra para la oración y el magisterio de su enseñanza apostólica.
A la Capilla «Redemptoris Mater» se podría aplicar, por analogía, cuanto se lee en la inscripción colocada bajo el trono del etimasia, en la parte central superior del arco del triunfo en mosaico de la Basílica de Santa María la Mayor, monumento significativo del misterio de la Encarnación y de la Maternidad divina de María proclamada en Éfeso: «Xystus Episcopus plebi Dei». Con esta inscripción el Pontífice Sixto III, Obispo de Roma, ofrecía al pueblo de Dios la restaurada Basílica del Esquilino dedicada a la Madre de Dios.
Podemos afirmar que Juan Pablo II ha transformado sabiamente el regalo que le hizo el Colegio Cardenalicio con ocasión de su 50° aniversario de sacerdocio en un regalo hecho a Dios, a su gloria y a todo el pueblo de Dios. Quedará en el futuro como memorial de un largo y significativo pontificado que ha llenado de luz, de sabiduría y de humanidad los últimos decenios del segundo milenio y el alba del tercero con una referencia particular e incisiva a
Cristo, el Redentor del hombre, y la Virgen, la Madre del Redentor,
+ PIERO MARINI Obispo titular de Martirano y Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias
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