Estimado en Cristo Santiago del Rosario:
Las opiniones son variadas, pero la Iglesia NO se ha pronunciado, sino al contrario, la formulación del Dogma de la Asunción expresamente evita el tema limitándose a hablar de "transcurrido el curso de su vida terrena", lo que deja completamente abiertas ambas posibilidades.
Por tanto, hay plena libertad para creer o defender cualquiera de las posturas, y aunque los defensores de ambas creen tener argumentos incontestables, la verdad es que no hay tales.
Por ejemplo, algunos argumentan, creyendo que es incontestable, que si Cristo mismo murió, entonces no habría fundamento alguno para pensar que la Santísima Virgen María pudiera estar exenta de ello. Pero a estos se les olvida que Cristo NO murió por merecerlo Él mismo, sino murió en NUESTRO LUGAR, por NUESTRA CULPA. Y si bien ciertamente Nuestra Santísima Madre padece con Él de los dolores de su Pasión haciéndose así partícipe de su Obra Redentora, tan no es evidente que esto implique necesariamente que Ella tenía que morir también, que de hecho no muere Ella durante la Pasión de Nuestro Señor, sino sus dolores son esa espada que le atravezó el alma y que profetizó el anciano Simeón. Y, por demás, una muerte al final de la vida parecería más como una participación en el castigo de la humanidad (lo que ella, en ausencia de pecado, incluso de pecado original, no habría merecido en modo alguno), que como una participación en la Obra Redentora de Cristo, pues en cualquier caso NO se habla de una muerte dolorosa que sería lo más naturalmente propio de la participación en el pago por nuestro castigo, sino se hablaría de una muerte apacible, casi indistinguible del concepto de la dormición sin muerte.
Pero la contraria tampoco se puede afirmar tan fácilmente, pues de entrada se contempla la posibilidad de que Ella participara de la muerte no por merecerla Ella misma, ni por ser una participación directa en los dolores de la Pasión de Cristo, sino como una manera más general de solidarizarse con el resto de la humanidad en las miserias propias de nuestra condición actual, cosa que, por demás, Ella SI hizo respecto a muchos otros aspectos de su vida. Por ejemplo, se sometió a los padecimientos y privaciones propios de nuestra vida llena de trabajos y fatigas, como es el tener que dar a luz a su Hijo en un establo en vez de un lugar más cómodo y apropiado tanto para Ella como para su Divino Infante, o como es la incertidumbre, angustia y sufrimiento de no encontrar a Su Hijo durante varios días.
Igualmente se podría afirmar que si bien pudiera no tratarse de una participación directa en los dolores de la Pasión como la que tuvo Ella durante la Pasión misma; si pudiera ser una participación en esa misión co-redentora de manera más genérica, es decir, siguiendo a Cristo en su paso a la Nueva Vida a través de la muerte, como dice San Pablo "Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él". Así, no ya por el castigo, no ya por el sufrimiento, sino por el mero seguimiento de Cristo podría ser necesaria la muerte de Nuestra Santisima Madre.
Vemos así que existen buenos argumentos para ambas cosas, pero que no son necesariamente tan contundentes como algunos de sus defensores pretenden.
Por su parte, y si bien cuida muy bien el señalar que se trata de una cuestión abierta al inicio de su exposición, por lo que lo expresado en esta enseñanza no parece demandar la obediencia religiosa debida al Magisterio Ordinario, sino más bien expresar una opinión más probable, existe una catequesis dada durante una de sus audiencias por el Beato Juan Pablo II que habla sobre el tema y que se inclina fuertmente en favor de la muerte de Nuestra Señora:
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/audiences/1997/documents/hf_jp-ii_aud_25061997_sp.htmlQue Dios te bendiga.