Lo que nunca hubiéramos queridoEn diversas ocasiones me ha sucedido algo semejante. Estaba platicando con un matrimonio de amigos que no había visto desde hace años. Muy contentos y alegres estuvimos intercambiando experiencias. Les pregunté por su hija mayor, Cristina, siempre tan simpática, chistosa y cristalina.
Ante mi pregunta, mis amigos bajaron la mirada y me comentaron con pena que ya estaba embarazada; a sus quince años, todavía sin casarse, ya estaba esperando un bebé... "padre, no sabemos lo que pasó", dijeron con preocupación. "Le dimos la mejor educación, el mejor colegio, todo nuestro cariño, nunca le faltó nada..."
Situaciones de este tipo se presentan cada vez más a menudo en los hogares donde se cree que les dieron todo. Si no es la hija, es el hijo que ha terminado en drogas o alcoholizado en los antros, o simplemente decide abandonar la casa.
Y entonces nos preguntamos: ¿Qué se hizo mal en el proceso de educación? ¿En qué fallamos? ¿Por qué no nos dimos cuenta?
Situaciones que se multiplicanLos datos son alarmantes. En México cerca de siete millones de jóvenes de la población de entre 12 y 29 años de edad no trabajan ni estudian. Y las cifras van en aumento. De 100 niños que ingresan a la primaria sólo 62 terminan la secundaria y sólo 25 la preparatoria, por lo que únicamente 13 terminan la universidad.
El suicidio en nuestra nación constituye la tercera causa de muerte entre los jóvenes de 19 y 25 años de edad, con un incremento del 33% en el último año.
La diferencia de valores suele ser uno de los principales detonadores de los conflictos matrimoniales.
Una de las principales causas en el abuso del alcohol por parte de los hijos es la actitud que toman los padres en el trato con ellos y la poca destreza en la transmisión de valores y amor.
Este tipo de situaciones levantan las alarmas de nuestra conciencia y nos preguntamos si podemos hacer algo para cambiar el rumbo.
Cuando no aclaramos lo que queremos, sucede lo que no queremosCuando tienen entre sus brazos a un nuevo retoño, todos los papás sueñan con el mejor de los futuros para su hijo. Pero el hecho de no aclarar con precisión ese futuro, les lleva a no poner por obra las acciones correctas.
Y entonces sucede lo que sucede: que ese futuro nunca llega o resulta todo lo contrario a lo que habían soñado.
Para lograr lo que queremos de nuestros hijos, primero hay que aclarar con precisión qué es lo que realmente queremos, y luego tomar las medidas para alcanzarlo.
Una de las raíces del problema en la educación se encuentra precisamente en la carencia de eficacia en la transmisión de los valores.
Los papás constatan que no han recibido capacitación para la profesión más importante que desempeñan: la educación de los hijos.
Un comerciante, como cualquier otro profesionista, sabe que, para hacer crecer el negocio, necesita trazarse una meta y luego seguir un plan concreto para alcanzarla.
Lo mismo debemos hacer para lograr el objetivo más importante de nuestra misión como educadores de los hijos: preguntarnos cómo queremos que nuestro hijo sea en el futuro. Y qué vamos hacer para lograrlo.
¿Cómo quiero que sea mi hijo?En cualquier oficio se obtienen mejores resultados cuando se logra aclarar la meta del proyecto, hacia dónde se quiere ir. Cuanto más precisa sea la visión, tanta mayor probabilidad de alcanzar el objetivo.
Un experto en ventas recomienda: "comienza cada obra teniendo claro cómo debe ser al final; sólo así sabrás cómo hacerla. Apunta a la meta y no retrocedas" (Dr. Cash Luna).
Creo que con mayor razón los papás deben aplicar el mismo principio.
Cuando no tenemos claridad en relación con la meta a la que queremos llegar, nuestras acciones serán dispersas o contradictorias. Y al final nos encontramos con resultados no deseados.
Así pues, para educar bien a los hijos, primero necesitamos plantearnos en la mente el tipo de persona que quisiéramos que llegaran a ser; y luego trazar el mapa de los pasos que nos llevarán a la meta.
Mi visión de futuro¿Cómo quiero que sea mi hijo o hija a la edad de 21-30 años? Para responder a esta pregunta necesitamos poner en lista nuestros deseos, como cuando hacemos la carta al Niño Jesús o a los reyes magos en Navidad.
Lo que se desea y lo que no se desea para los hijos se debe poner por escrito.
Conviene que cada pareja de papás revise esta lista y la amplíe hasta alcanzar una visión clara del mejor futuro para sus hijos.
Cada vez que vea un cierto comportamiento positivo en una persona, conviene que lo anote: "yo quisiera que mi hijo sea así". O lo contrario, cuando se encuentre comportamientos indeseables, hay que anotarlo; "no quiero que mi hijo llegue a ser así".
Cuanto más clara y elevada la visión, mayores probabilidades se tendrá de alcanzar buenos resultados en la educación.
Esta visión influirá en el modo como ven y tratan a los hijos. Decía Blais Pascal: "Trata a un ser humano como es, y seguirá siendo como es. Trátalo como puede llegar a ser, y se convertirá en lo que puede llegar a ser".
Una vez que se ha determinado el punto adonde se quiere llegar en el futuro, es preciso trazar una línea mental que parta desde el presente y recorra por los medios que vamos a implementar para llegar al futuro deseado. Constituirá la ruta de nuestras acciones, como se verá más adelante.
(Ejercicio)A continuación se presenta una lista de comportamientos positivos y negativos; no es exhaustiva; sólo es una guía para comenzar la reflexión.
Responde con un SI o un NO, si coincide o no con tus expectativas.
MI VISIÓN DEL FUTURO DE MI HIJO1 Que derrocha el dinero en cosas superfluas quedándose sin patrimonio para el futuro.
2 Que es fuerte ante las adversidades y lucha por cumplir sus metas.
3 Que es profesionista exitoso, honrado, trabajador.
4 Que da lo mejor de sí mismo ahí donde se encuentre.
5 Que es capaz de hacer mal a los demás para subir de puesto.
6 Que es fiel a sus compromisos pequeños o grandes.
7 Que se compara continuamente con los demás y los envidia.
8 Que es entusiasta de su familia y atento/a a sus hijos.
9 Que es incoherente, dice una cosa y hace otra.
10 Que es perezosa, cómoda, busca el menor esfuerzo.
11 Que pone toda su seguridad en la moda, en el último modelo de ropa...
12 Que vive en continuo conflicto con su cónyuge.
13 Que se apega a las cosas y no las comparte.
14 Que le gusta beber y disfrutar pero sin exceso.
15 Que es una persona acomplejada, insegura, tímida, que no se valora a sí misma.
16 Una persona de iniciativa, creativa, atenta a las oportunidades para crecer.
17 Que abandona a su cónyuge en cuanto se enamora de otra persona.
18 Vive su matrimonio con armonía, satisfacción e ilusión.
19 Que es una persona humilde, sencilla, atenta a los demás, de trato afable.
20 Que es fiel a su cónyuge y al compromiso que hizo en el matrimonio.
21 Es una persona segura de sí misma, alegre, de buen trato.
22 Que es incapaz de asumir un compromiso con nadie o los abandona fácilmente.
23 Que es una persona alcohólica o drogadicta.
24 Generoso, atento a las necesidades de los demás.
25 Que siga dependiendo económicamente de otros. Ni estudia ni trabaja.
26 Egoísta, piensa sólo en su dinero, su placer, pero olvidándose de sus hijos y cónyuge.
27 Es una persona cabal, de una pieza, auténtica, sincera…
28 Que es laboriosa, trabaja duro, pone su mejor esfuerzo en su trabajo.
29 Soberbia, que habla continuamente de sí mismo, se cree más que los demás.
30 Que vive contento con su situación y sabe disfrutar las cosas buenas.
31 Una persona sin ideales ni aspiraciones para el futuro.
32 Que es honrada y honesta sin perjudicar injustamente a nadie.
33 Que sabe comprar con responsabilidad lo que necesita.
34 Vive con lo suficiente para vivir pero no se esfuerza más.
35 Que se desanima ante las dificultades y echa la culpa de todo a los demás
36 Que es una persona ahorrativa y piensa en el futuro.
Después de revisar la lista, vuélvela a estudiar por segunda vez, pero pensando no ya en tu hijo sino en ti mismo/a. Pregúntate: ¿cómo soy? ¿Cuáles son los comportamientos que mi hijo está viendo en mí?
Esta evaluación personal, y los cambios que implica en el propio comportamiento, es el presupuesto indispensable para que el futuro soñado para los hijos llegue a convertirse en una realidad.
(Lectura para los hijos)De las Aventuras de Robinson CrusoeLa vida y extrañas y sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe de nadie Defoe, publicada en 1719, fue la primera gran novela de la literatura inglesa, y desde entonces pocos narradores han logrado superar la magia y la aventura de ese relato. En esta escena Crusoe, que pasa veintiocho años en una isla deshabitada de las cosas de Venezuela, intenta construir un bote. El episodio nos enseña algo sobre la organización y la planeación que se requieren antes de iniciar un trabajo.
Más tarde, comencé a reflexionar sobre la posibilidad de construir una canoa o piragua, como las que hacían los nativos de aquellas latitudes, incluso sin herramientas ni ayuda, con un gran tronco de árbol.
Esto no solo me pareció posible sino sencillo y me alegré mucho con la idea de hacerlo y de tener más recursos que los indios o los negros. Más no consideré las dificultades que acarreaba dicha tarea, que eran mayores que las que podían encontrar los indios, como por ejemplo, la necesidad de ayuda para echarla al agua cuando estuviese terminada. Este obstáculo me parecía mucho más difícil de superar que la falta de herramientas, por parte de los indios pues ¿de qué me serviría cortar un gran árbol en el bosque, lo cual podía hacer sin demasiada dificultad, si, después de modelar y alisar la parte exterior para darle la forma de un bote y de cortar y quemar la parte interior para ahuecarla, debía dejarlo justo donde lo había encontrado por ser incapaz de arrastrarlo hasta el agua?
Se podría pensar que, mientras construía la canoa, no había considerado, ni por un momento, esta situación pues debí haber pensado antes en la forma de llevarla hasta el agua pero estaba tan enfrascado en la idea de navegar, que ni una vez me detuve a pensar cómo lo haría. Naturalmente, me iba a resultar mucho más fácil llevarla cuarenta y cinco millas por mar, que arrastrarla por tierra las cuarenta y cinco brazas que la separaban de él.
Me empeñé en construir esta canoa como el más estúpido de los hombres, como si hubiese perdido totalmente la razón. Me agradaba el proyecto y no me preocupaba en lo más mínimo si no era capaz de realizarlo. No es que la idea de botar la canoa no me asaltara con frecuencia sino que respondía a mis preguntas con la siguiente insensatez: «Primero ocupémonos de hacerla que, con toda seguridad, encontraré la forma de transportarla cuando esté terminada.»
Esta era una forma de proceder descabellada pero mi fantasiosa obstinación prevaleció y puse manos a la obra. Corté un cedro tan grande, que dudo mucho que Salomón dispusiera de uno igual para construir el templo de Jerusalén. Medía cinco pies y diez pulgadas de diámetro en la parte baja y a los veintidós pies de altura medía cuatro pies y once pulgadas; luego se iba haciendo más delgado hasta el nacimiento de las ramas. Me costó un trabajo infinito cortar el árbol. Estuve veinte días talando y cortando la base y catorce más cercenando las ramas, los brotes y el tupido follaje con el hacha. Después, me tomó un mes darle la forma del casco de un bote que pudiese mantenerse derecho sobre el agua. Me tomó casi tres meses excavar su interior hasta que pareciese un bote de verdad. Hice esto sin fuego, utilizando, únicamente, un mazo y un cincel y, después de mucho esfuerzo, logré hacer una hermosa piragua, lo suficientemente grande como para llevar veintiséis hombre y, por tanto, a mí con mi cargamento.
Cuando terminé la tarea, estaba encantado. El bote era mucho más grande que cualquier canoa o piragua, hecha de un solo árbol, que hubiese visto en mi vida. Muchos golpes de hacha me había costado y no faltaba más que llevarla hasta el agua y, si lo hubiese conseguido, habría emprendido el viaje más absurdo e irrealizable que jamás se hubiese hecho.
Todos mis intentos de llevarla al mar fracasaron, a pesar de mis grandísimos esfuerzos. La canoa estaba a unas cien yardas del agua y el primer inconveniente era una colina que se elevaba hacia el río. Para resolver este problema, decidí cavar el terreno con el fin de hacer un declive. Comencé a hacerlo y me costó un trabajo inmenso mas ¿quién se queja de fatigas si tiene la salvación ante sus ojos? No obstante, cuando terminé esta tarea y vencí esta dificultad, estaba igual que antes porque, como con el bote, me resultaba imposible mover la canoa.
Entonces medí la longitud del terreno y decidí hacer una especie de dique o canal para llevar el agua hasta la piragua ya que no podía llevar esta al agua. Cuando comencé a hacerlo y calculé el ancho y la profundidad de la excavación que debía realizar, me di cuenta de que, sin otro recurso que mis dos brazos, me tomaría unos diez o doce años terminar esta labor puesto que, la orilla estaba elevada y, por lo tanto, tendría que cavar una zanja de, por lo menos, veinte pies de profundidad en la parte más alta. Al final también tuve que renunciar a esta idea, con mucho pesar.
Esto me causó una gran aflicción y me hizo comprender, aunque demasiado tarde, la estupidez de iniciar un trabajo sin calcular los costos ni juzgar la capacidad para realizarlo.
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