por JAIME ALONSO LOPEZ » Lun Oct 15, 2012 2:59 pm
Prometí que iba a buscar un artículo sobre don Bosco en la Revista "Tesoro Sacro Musical", editado por la Escuela Superior de Musica Sagrada", en Madrid por los Claretianos. Aunque no aporta nada al estudio de lo que estamos estudiando, por referencia al gran investigador y gregorianista benedictino don Mocquereau (que nos ha sido citado), comunico esta anécdota en relación a san Juan Bosco. El artículo viene firmado por don Cosme Robredo SDB.
REVISTA “TESORO SACRO MUSICAL” MARZO - ABRIL 1955
Aspectos musicales de la figura de San Juan Bosco (pág. 42-43)
RELACIONES DE SAN JUAN BOSCO CON DOM MOCQUEREAU
Dom Andrés Mocquereau, O. S. B., apellidado «el Guido de Arezzo del siglo XX», investigó incansablemente en los códices antiguos "el secreto de la interpretación melódica y rítmica del Canto Gregoriano.
La figura polifacética de San Juan Bosco no ha sido presentada aún en nuestra Revista en sus relaciones con la Música Sagrada, que tanto beneficio reportó de la reforma musical comenzada por él y sus discípulos en medio del confusionismo que llenaba las iglesias de Italia y de otras naciones en el pasado siglo XIX.
Pero hoy, en honor de los gregorianistas que asiduamente siguen los enjundiosos artículos que aparecen sobre el canto litúrgico en TESORO SACRO MUSICAL, queremos resaltar las relaciones del santo piamontés con Dom Mocquereau, cuyas teorías exponen en esencia las columnas de nuestra Revista.
Ya desde el comienzo de la reforma Dom Bosco seguía con interés las nuevas teorías de Solesmes y enviaba a sus hijos a tomar contacto con la nueva corriente de restauración gregoriana. El mismo tuvo alguna relación con Dom Pothier. Pero para muchos es desconocida la decisiva intervención del santo en la vocación de Dom Mocquereau, cuya influencia en la actual dirección solesmense había de ser tan eficaz. Padecía Dom Mocquereau una, laringitis crónica, que en la flor de la vida ahogaba su voz con una afonía que amenazaba con agostar las esperanzas en él cifradas.
Dom Couturier, Abad de Solesmes y primer sucesor de Dom Gueranger, pidió a Dom Bosco que visitase la célebre Abadía, pero no pudiendo contentarle el Santo, se personó Dom Mocquereau en París con la plena confianza de que el siervo de Dios podría devolverle el habla.
Al llegar Dom Mocquereau a París se halló con la dificultad de aproximarse a Dom Bosco. Todos los minutos del siervo de Dios estaban distribuidos en continuas audiencias.
Las multitudes invadían las casas donde se hospedaba. Dom Andrés Mocquereau se dirigió a la condesa de Combaud en cuya casa se hospedaba Dom Bosco y obtuvo de ella la ocasión de entrevistarse al día siguiente, ya que el Santo debía celebrar el Santo Sacrificio en una capilla de la rué de la Chaise, y él le acompañaría desde la casa de la condesa.
De madrugada ya estaba Dom Mocquereau en el palacio.
Dejamos al monje benedictino relatarnos sus sentimientos: «Hacía las ocho menos cuarto, madame de Combaud entra en el salón anunciándome que Dom Bosco iba a salir. En efecto, a los pocos minutos le fui presentado. Me arrojé a sus pies pidiéndole su bendición y dándole gracia por admitirme en su compañía en el trayecto que debía recorrer en carroza.
—Bien, bien, me dijo, marchemos Antes de bajar, el secretario le advirtió que había gente en la escalera, pero que no debía detenerse puesto que ya era tarde. Salimos. Una mujer le para en el primer descanso. Dom Bosco se detiene. Veo que escucha con verdadero interés a la pobre mujer. Desciende un poco más y encuentra a unas veinte personas. Una seño¬ra joven le dice: "Padre, cúreme usted, estoy obligada a pasar dieciocho horas al día en la cama."
—Poneos de rodillas, dijo Dom Bosco, y rezando a su lado un Pater, Ave y Gloria, la bendijo el Santo.
En un momento me adelanté hacia el coche que debíamos coger y dije al cochero: "Ya sabe que iremos a la calle de la Chaise, cuanto más despacio vaya mayor propina recibirá." Volví a por Dom Bosco y aún estaba en la escalera. Montamos en la carroza. En seguida le expuse el fin de mi viaje, mi estado de salud. Dom Bosco me escuchaba cerrando los ojos y respondía con algunos "bien", "bien".
—Yo le bendeciré, me dijo, y cuando lleguemos a la sacristía de Les Dames de la Retraite le daré una medalla y después usted dirá todos los días tres Pater, Ave y Gloria con la invocación Maria Auxilium Christianorum, ora pro nobis. Yo le dije: Padre, ¿conviene que me prepare para cantar la misa el próximo domingo? Sí, me dijo con una sonrisa. Si, prepárese, prepárese.
Empleamos de veinticinco a treinta minutos largos para recorrer un trayecto de diez a quince minutos. La calle de la Chaise estaba obstrui¬da de coches y carruajes. La multitud llenaba la plaza. En el momento en que Dom Bosco
bajó de la carroza todos se precipitaron hacia él haciéndole tocar medallas y rosarios y gritando para encomendarle intenciones y enfermos. El pobre Dom Bosco atraviesa entre la multitud con gran tranquilidad, bendiciendo a cuan¬tos enfermos encuentra a su paso. Yo estoy a su lado y le protejo, con su secretario, de aque¬llos embates. A duras penas avanzamos paso a paso. Le es presentada una niña muda, él la toca y continúa. Otros se apenan, pues no les ha podido tocar. En fin, yo nunca he visto fe más admirable por parte del pueblo y calma más perfecta que la del santo varón. El buen Dios me ha concedido la gran gracia de ver tal espectáculo.
Por fin entramos en la sacristía. Dom Bosco me hizo arrodillar ante una estatua de la Santísima Virgen. De pie, a mi lado, recitó el Pater, Ave y algunas otras oraciones y me dio una amplia bendición: "pour la santé du corps et la sainteté de l'áme». Me puso la mano sobre la garganta algunos instantes y por fin se revistió para la Misa a que yo asistí.»
Hasta aquí Dom Mocquereau en carta a Dom Couturier.
La bendición del Santo salvó la garganta del célebre gregorianista. No le desapareció del to¬do el mal. Nunca tuvo mucha voz, pero sí la suficiente para llevar a cabo el gran trabajo que le confió la Providencia, y según referencias parece ser que el mismo Dom Mocquereau comentaba en Solesmes cómo el Santo le dijo: "Tendrá la voz suficiente para llevar a cabo su misión, pero no demasiada para que el orgullo no le tiente."
¡Que la amplia bendición que al patriarca gregorianista diera San Juan Bosco, sea símbolo, en expresión de Dom Andrés Azcárate, de aquella otra que dará a todos los que se lanzaren tras ideal tan elevado!
Cosme Robredo, SDB