por ANATOLIO » Sab Ene 05, 2013 3:56 pm
1. ¿Cual es la finalidad del movimiento ecuménico?
El movimiento ecuménico tiene como finalidad buscar la restauración de la unidad de los cristianos y no la restauración de la unidad de la Iglesia, porque la Iglesia no se puede dividir: es UNA. Los que pueden perder comunión con la Iglesia UNA son los cristianos y separarse en mayor o menor medida de ella.
2. ¿Reconoce la Iglesia a los hermanos separados como cristianos?
- La Iglesia católica reconoce que los hermanos separados son verdaderos cristianos, siempre y cuando hayan recibido válidamente el sacramento del bautismo y profesen los dogmas principales de la fe cristiana (expresados por ejemplo en el Credo Apostólico).
- Si bien los hermanos separados son cristianos, están en comunión con la Iglesia de una forma imperfecta. Esa imperfección no se refiere directamente a la condición moral de esas personas, sino a una profesión de fe incompleta o a una comunión incompleta con la Iglesia universal.
- Se menciona como las divisiones entre los cristianos se han producido "ya desde los primeros tiempos", "a veces no sin responsabilidad de ambas partes", y como dicho pecado de separación no puede atribuirse a los que nacen hoy en las comunidades separadas.
3. ¿Enseña que es necesario da igual que los cristianos se encuentren separados de la única Iglesia de Cristo? Justifique su respuesta
NO.
La Iglesia de Cristo es una y única; no está ni puede estar dividida. La unión de los cristianos es preocupación inspiradas en las palabras del Señor en Juan 17,21 "para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado". Toda división de los cristianos es contraria a la voluntad de Jesucristo. La Iglesia no puede dividirse, los que pierden comunión con la única iglesia son los cristianos.
La UR menciona la condena del apóstol San Pablo a las divisiones: "Les conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que tengan todos un mismo hablar, y no haya entre ustedes divisiones; antes bien, estén unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio" (1 Corintios 1,10). También reconocía a las divisiones como una obra de la carne: "Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones" (Gálatas 5,19-20). Duras son también las palabras de San Judas, que las atribuye a hombres impíos: "Ellos os decían: «Al fin de los tiempos aparecerán hombres sarcásticos que vivirán según sus propias pasiones impías.» Estos son los que crean divisiones, viven una vida sólo natural sin tener el espíritu" (Judas 1,18-19)
4. ¿Se opone el diálogo ecuménico a la búsqueda de conversiones individuales de los hermanos separados?
A este respecto explica el decreto UR::
"Todas estas cosas, cuando son realizadas prudente y pacientemente por los fieles de la Iglesia católica bajo la vigilancia de los pastores, contribuyen al bien de la justicia y de la verdad, de la concordia y de la colaboración, del espíritu fraterno y de la unión; para que por este camino, poco a poco, superados los obstáculos que impiden la perfecta comunión eclesiástica, todos los cristianos se congreguen en la única celebración de la Eucaristía, para aquella unidad de una y única Iglesia que Cristo concedió desde el principio a su Iglesia y que creemos que subsiste indefectible en la Iglesia católica y esperamos que crezca cada día hasta la consumación de los siglos.
Es evidente que la labor de preparación y reconciliación de cuantos desean la plena comunión católica se diferencia por su naturaleza de la labor ecuménica; no hay, sin embargo, oposición alguna, puesto que ambas proceden del admirable designio de Dios." (UR 4)
De este texto se evidencia que el diálogo ecuménico no se opone en modo alguno a la labor orientada hacia las conversiones individuales de cristianos no católicos al catolicismo, labor que también procede del designio divino. Lamentablemente uno de los errores comunes en la interpretación del Concilio consiste en oponer falsamente ambos aspectos de la misma tarea evangelizadora, dejándose de lado la búsqueda de conversiones individuales por temor a ofender a nuestros hermanos en el diálogo ecuménico y a recibir de ellos la acusación de "proselitismo". Este último es ciertamente condenable cuando se busca obtener conversiones por motivos puramente mundanos (aumento de poder, de prestigio, etc.). Pero no corresponde descartar, junto a ese falso "proselitismo", también el justo empeño por atraer a todos los cristianos hacia la perfecta comunión con la verdadera Iglesia de Cristo (la Iglesia católica), para mayor gloria de Dios y bien de las almas.
5. ¿Por qué es importante la restauración de la unidad entre los cristianos?
"Jesús mismo antes de su Pasión rogó para « que todos sean uno » (Jn 17, 21). Esta unidad, que el Señor dio a su Iglesia y en la cual quiere abrazar a todos, no es accesoria, sino que está en el centro mismo de su obra. No equivale a un atributo secundario de la comunidad de sus discípulos. Pertenece en cambio al ser mismo de la comunidad. Dios quiere la Iglesia, porque quiere la unidad y en la unidad se expresa toda la profundidad de su ágape.
En efecto, la unidad dada por el Espíritu Santo no consiste simplemente en el encontrarse juntas unas personas que se suman unas a otras. Es una unidad constituida por los vínculos de la profesión de la fe, de los sacramentos y de la comunión jerárquica. Los fieles son uno porque, en el Espíritu, están en la comunión del Hijo y, en El, en su comunión con el Padre: « Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo » (1 Jn 1, 3). Así pues, para la Iglesia católica, la comunión de los cristianos no es más que la manifestación en ellos de la gracia por medio de la cual Dios los hace partícipes de su propia comunión, que es su vida eterna. Las palabras de Cristo « que todos sean uno » son pues la oración dirigida al Padre para que su designio se cumpla plenamente, de modo que brille a los ojos de todos « cómo se ha dispensado el Misterio escondido desde siglos en Dios, Creador de todas las cosas » (Ef 3, 9). Creer en Cristo significa querer la unidad; querer la unidad significa querer la Iglesia; querer la Iglesia significa querer la comunión de gracia que corresponde al designio del Padre desde toda la eternidad. Este es el significado de la oración de Cristo: « Ut unum sint ».(Juan Pablo II: Ut unum sint 9)
6. ¿Se lograría una verdadera unidad basada en un máximo común denominador entre las respectivas creencias que profesamos los cristianos?
No se ha de perder de vista que por voluntad de Dios, sólo por medio de la Iglesia católica, sacramento universal de salvación, se puede alcanzar la plenitud de los medios de salvación. Por eso es justo, conveniente y necesario que se incorporen a ella todos los cristianos no católicos. La Iglesia católica es la verdadera Iglesia de Cristo, aunque permanezca sometida al pecado en sus miembros y no haya alcanzado aún, en su porción terrenal (la Iglesia militante), la entera plenitud de la gloria eterna, que sin embargo pertenece ya a su porción celestial (la Iglesia triunfante). A este respecto explica el decreto:
"Los hermanos separados, sin embargo, ya particularmente, ya sus comunidades y sus iglesias, no gozan de aquella unidad que Cristo quiso dar a los que regeneró y vivificó en un cuerpo y en una vida nueva y que manifiestan la Sagrada Escritura y la Tradición venerable de la Iglesia. Solamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio general de la salvación, puede conseguirse la plenitud total de los medios salvíficos. Creemos que el Señor entregó todos los bienes de la Nueva Alianza a un solo colegio apostólico, a saber, el que preside Pedro, para constituir un solo Cuerpo de Cristo en la tierra, al que tienen que incorporarse totalmente todos los que de alguna manera pertenecen ya al Pueblo de Dios. Pueblo que durante su peregrinación por la tierra, aunque permanezca sujeto al pecado, crece en Cristo y es conducido suavemente por Dios, según sus inescrutables designios, hasta que arribe gozoso a la total plenitud de la gloria eterna en la Jerusalén celestial" (UR 3).
7. ¿Cuál es la posición del Magisterio respecto a la atenuación de la verdad católica en el diálogo ecuménico?
El Papa Juan Pablo II en Reconciliatio et Paenitentia (n. 25) afirma:
"Hay que reafirmar que, por parte de la Iglesia y sus miembros, el diálogo, de cualquier forma se desarrolle -y son y pueden ser muy diversas, dado que el mismo concepto de diálogo tiene un valor analógico- , no podrá jamás partir de una actitud de indiferencia hacia la verdad, sino que debe ser más bien una presentación de la misma realizada de modo sereno y respetando la inteligencia y conciencia ajena. El diálogo de la reconciliación jamás podrá sustituir o atenuar el anuncio de la verdad evangélica, que tiene como finalidad concreta la conversión ante el pecado y la comunión con Cristo y la Iglesia, sino que deberá servir para su transmisión y puesta en práctica a través de los medios dejados por Cristo a la Iglesia para la pastoral de la reconciliación: la catequesis y la penitencia."
8. ¿Por qué elementos está constituida la unidad que busca el verdadero ecumenismo del que habla el Concilio?
El texto de esta lección al comentar el UR 3 y LG 15, muestra los elementos que constituyen la unidad que busca el verdadero ecumenismo del que habla el Concilio:
- La Iglesia católica reconoce que los cristianos no católicos (en sentido sociológico o jurídico) son verdaderos cristianos, siempre y cuando hayan recibido válidamente el sacramento del bautismo y profesen los dogmas principales de la fe cristiana (expresados por ejemplo en el Credo Apostólico).
- Si bien los hermanos separados son cristianos, están en comunión con la Iglesia de una forma imperfecta. Esa imperfección no se refiere directamente a la condición moral de esas personas, sino a una profesión de fe incompleta o a una comunión incompleta con la Iglesia universal.
- Se menciona como las divisiones entre los cristianos se han producido "ya desde los primeros tiempos"(119), "a veces no sin responsabilidad de ambas partes"(120), y como dicho pecado de separación no puede atribuirse a los que nacen hoy en las comunidades separadas.