por jpernestoc » Mar Ene 22, 2013 8:37 am
1.- El lenguaje humano es por naturaleza ambiguo, al punto que incluso la propia Escritura, palabra escrita de Dios, es suceptible a múltiples y diversas interpretaciones, que podrían ocasionar innumerables divisiones entre los cristianos, si no contaramos con el Magisterio vivo de la Iglesia, y con la Sagrada Tradición . El Concilio Vaticano II tampoco es la excepción, teniendo en cuenta que es el único que ha producido como documento final un grueso libro de 700 o 1.000 páginas. Y en un escrito tan largo no faltan ciertos textos nacidos como resultantes de fuerzas conciliares duramente contrapuestas. Esta circunstancia real, y el uso de un lenguaje a veces más literario y retórico que teológico y preciso, da lugar a algunas expresiones confusas, imprecisas e incluso falsas, si se toman en su literalidad y fuera de contexto -lo que no debe hacerse-, y que necesitan ser aclaradas en actos posteriores del Magisterio apostólico, como así ha sucedido, concretamente en discursos pontificios y Encíclicas postconciliares.
2.- Estas malas interpretaciones han surgido principalmente de dos sectores: los tradicionalistas y progresistas radicales. Los primeros acusan al Concilio de ser responsable de los problemas de la Iglesia y de la actual decadencia de la fe católica, por ser una "ruptura con la Tradición" y los segundos de estar caducado y obsoleto.
3.- «Frente a estas dos posiciones contrapuestas hay que dejar bien claro, ante todo, que el Vaticano II se apoya en la misma autoridad que el Vaticano I y que el concilio Tridentino: es decir, el Papa y el colegio de los obispos en comunión con él. En cuanto a los contenidos, es preciso recordar que el Vaticano II se sitúa en rigurosa continuidad con los dos concilios anteriores y recoge literalmente su doctrina en puntos decisivos».
«Es imposible para un católico tomar Posiciones en favor del Vaticano II y en contra de Trento o del Vaticano I. Quien acepta el Vaticano II, en la expresión clara de su letra y en la clara intencionalidad de su espíritu, afirma al mismo tiempo la ininterrumpida tradición de la Iglesia, en particular los dos concilios precedentes. Valga esto para el así llamado «progresismo», al menos en sus formas extremas. Del mismo modo, es imposible decidirse en favor de Trento y del Vaticano I y en contra del Vaticano II. Quien niega el Vaticano II, niega la autoridad que sostiene a los otros dos concilios y los arranca así de su fundamento. Valga esto para el así llamado «tradicionalismo», también éste en sus formas extremas. Ante el Vaticano II, toda opción partidista destruye un todo, la historia misma de la Iglesia, que sólo puede existir como unidad indivisible».
4.- Desde entonces, ante ambas posiciones radicales el Papa ha insistido en para interpretar rectamente el Concilio Vaticano II hay que hacerlo por medio de la hermenéutica de la reforma y la continuidad, que implica interpretar los textos Conciliares a la luz y en continuidad con la Tradición de la Iglesia, bajo la autoridad del Magisterio docente. Sería un error interpretar el Concilio de manera aislada sin tomar en cuenta las enseñanzas de la Iglesia a lo largo de la historia en sus concilios ecuménicos y sus distintos pronunciamientos magisteriales. También sería un error darle una interpretación alejada del sentir de la Iglesia, expresado en el Catecismo Oficial de la Iglesia Católica. Una completa explicación de esto la dio el Papa en un discurso a los cardenales, arzobispos, obispos y prelados de la Curia Romana.
5.- Por una parte existe una interpretación que podría llamar "hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura".... Por otra parte, está la "hermenéutica de la reforma", de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado; es un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del pueblo de Dios en camino.
La hermenéutica de la discontinuidad corre el riesgo de acabar en una ruptura entre Iglesia preconciliar e Iglesia posconciliar. ...A la hermenéutica de la discontinuidad se opone la hermenéutica de la reforma, como la presentaron primero el Papa Juan XXIII en su discurso de apertura del Concilio el 11 de octubre de 1962 y luego el Papa Pablo VI en el discurso de clausura el 7 de diciembre de 1965"
Es importante mencionar que ante tan abundantes errores de interpretación de los textos del Concilio, la Congregación para la doctrina de la fe a escrito una importante carta a los presidentes de las Conferencias Episcopales sobre los abusos en la interpretación de los decretos del Concilio Vaticano II. Es sumamente importante, para lograr los objetivos de esta lección, tomarse el tiempo de leerla detenidamente.