por Carlos64 » Jue Nov 07, 2013 5:43 pm
Pregunta: “¿Qué sofoca en el “corazón” la voz profunda de la conciencia, el sentido de responsabilidad ante Dios?”
Lo que sofoca la voz más profunda de la conciencia moral en el interior del hombre es el fuego pasional que suele describirse como el deseo impúdico e insaciable de índole carnal, expresión concreta de la concupiscencia del cuerpo. Esta pasión impúdica induce a pecados como la fornicación y el adulterio, siendo tan fuerte su influjo que puede adueñarse del corazón del hombre y acallar la voz de su conciencia, que le llama a reencontrar el significado original (esponsalicio, vehículo de comunión y procreación) de su cuerpo y, de este modo, a reorientar su ser a Dios. De hecho, el acallamiento de la conciencia impide al hombre esclavo de su pasión carnal saberse y sentirse responsable moral de sus actos ante sí mismo y, sobretodo, ante su Creador.
Esta pasión impúdica es insaciable y lleva al hombre a consumirse en ella, lo que viene a significar la pérdida del verdadero sentido de su propio ser (espiritual y corpóreo) y de la existencia. El hombre como tal, hecho a imagen y semejanza de Dios, se convierte en una vil caricatura, una especie de esclavo de los más bajos y vergonzosos impulsos, una sombra que ha perdido su dignidad esencial como criatura racional y espiritual. Y esta degradación, desde el punto de vista del ethos de Cristo, es interior pero se expresa de forma rotunda en la mirada que acompaña al deseo ilícito: la mirada impúdica, que ve a la mujer como mero objeto de deseo, como un cuerpo concupiscente, negándole así su dignidad humana como hija de Dios y haciéndola “adultera en el corazón”, viene a ser el umbral de una verdad interior marcada por la presencia de la concupiscencia, la forma de expresión de un adulterio que preexiste en el corazón antes de convertirse en pecado del cuerpo.
Bendiciones.
Discípulo de Cristo por amor del Padre y unción del Espíritu. Miembro de la Iglesia por gracia divina. Amar a Jesús es mi mayor alegría.
Dios te salve, María, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra.