GALLICANTU:
En vista de todos los anteriores magistrales aportes, donde describen bien esta Iglesia ubicada en la antigua casa del Sacerdote Caifas en Jerusalen, y por ser una de las iglesias por las que me siento atraida especialmente, hare un pequeño aporte, apoyado mayoritariamente en fotografias del sitio...
Exterior de la fachada de la Iglesia lugar de la negación de San Pedro.Congregación de peregrinos en interior de la Iglesia, lugar donde se imparten misas y liturgia de la palabraPanoramica desde otro angulo del exterior de la Iglesia de San Pedro en GallicantuEscalinatas de tiempo de Jesús que comunican el Monte de los Olivos con la ciudad de Oro, Jerusalen, que pasa a un costado de Gallicantu, por alli se presume fue trasladado Jesús la noche de su aprensión hacia la casa de Caifas.Escultura de San Pedro, ubicada en los exteriores de Gallicantu, que conmemora la negación de Nuestro Señor por parte del apóstol.Sotanos de la Iglesia: Ruinas de la casa de CaifasVista desde el fondo de lo que se presume fue la celda de Nuestro Señor durante su retención en la casa de Caifas.Escultura de Nuestro Señor en el interior de la Iglesia.PEDRO, PERSONAJE IMPRESIONANTEEl drama de Pedro.Pasemos ahora directamente a los últimos puntos del drama de Pedro, que hemos visto tan poco preparado (/Mt/26/32-35). Mientras se dirigen al Huerto de los Olivos, después de haber cantado el himno al final de la cena, dice Jesús: "Todos vosotros tendréis en mí ocasión de caída esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño". Aquí se hace ver la debilidad de los apóstoles: son como ovejas, si no está el pastor, no saben hacer nada.
"Pero después resucitaré e iré delante de vosotros a Galilea. Mas Pedro le respondió: Aunque fueras para todos ocasión de caída, para mí no. Jesús le dijo: En verdad te digo que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces. Pedro le dijo: Aunque tuviera que morir contigo, no te negaré. Y lo mismo dijeron todos los demás". Reflexionemos un instante sobre estas palabras. Naturalmente, tenemos que creer en la honestidad de Pedro y en su generosidad. Aquí ciertamente Pedro habla creyendo conocerse plenamente a sí mismo, y de todo corazón. En el fondo, acaba de recibir la Eucaristía, sale del momento culminante de la vida de Jesús, no podemos pensar que hable con ligereza; sus palabras son también muy hermosas: aunque tuviera que morir contigo. Aquel "contigo" es la palabra esencial de la vida cristiana.
Podría pensarse que aquí Pedro ya ha comprendido el sentido de la única moneda para dos: estoy contigo, Señor, en la vida y en la muerte. ¿Cuántas veces hemos dicho esto? Los Ejercicios de San Ignacio nos hacen decir en la famosa parábola del Reino: "Quien quiera venir conmigo", por tanto, es una palabra clave. Pedro dice una palabra muy exacta, es sincero, no se equivoca en las palabras. Pero Jesús no ha dicho: "me negaréis", sino "os escandalizaréis"; según la expresión bíblica: encontrarás una piedra imprevista. El escándalo es un obstáculo imprevisto que sirve de trampa.
Para los discípulos será el imprevisto contraste entre la idea que tenían de Dios y la que se revelará en aquella noche. El Dios de Israel, el grande, el poderoso, el vencedor de los enemigos, que por lo tanto no abandonará jamás a Jesús, es su idea de Dios, la que aprendieron del Antiguo Testamento. Jesús les advierte que nunca sabrán resistir al contraste entre lo que piensan y lo que va a suceder.
Pedro no acepta para él esta advertencia, cree que conoce al Señor totalmente; ya aceptó el reproche anterior, ya entendió que tiene que confiar plenamente en Jesús, por eso va hasta el fondo, o por lo menos trata de ir hasta las últimas consecuencias: "Aunque tenga que morir contigo, no te negaré".
Aquí yo veo no sólo un poco de presunción en el no conocerse, sino también un error: cree tener ya la idea de Dios, pero no la tiene todavía, porque ninguno tiene la verdadera idea de Dios hasta cuando no haya conocido al Crucificado.
Además, Pedro sí habla de muerte, pero por lo que sigue me parece que entienda la muerte heroica, la muerte del mártir, gloriosa; morir con la espada en la mano, en el heroísmo, como los Macabeos, como los héroes del Antiguo Testamento: la muerte de aquel en cuyo último grito contra los enemigos aparece brillante la verdad de Dios, la injusticia y la vergüenza de quien ha tratado de asaltarlo. Creo que Pedro llegue hasta aquí, pero no acepta morir humillado, en silencio, siendo objeto de la burla pública.
Leamos el siguiente trozo (/Mt/26/37-45): "Tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a sentir angustia. Y les dijo: Triste está mi alma hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo. El, avanzando un paso más, cayó de bruces y oraba diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; mas no sea como yo quiero, sino como quieres tú. Volvió a los discípulos, los encontró dormidos, y dijo a Pedro: ¿Con que no habéis podido velar una hora conmigo?".
Parece imposible que Pedro tuviera tanto sueño después de acontecimientos tan excitantes como los de esa noche, después de la Eucaristía, después de las palabras del Maestro. Como todos, él había visto que en la ciudad la gente corría, que algo se estaba tramando, corrían voces, había reuniones. En semejantes ocasiones ninguno de nosotros nos dejamos llevar por el sueño, el nerviosismo se apodera de nosotros y esto no deja dormir.
Me parece ver en el sueño de Pedro ese disgusto sicológico de una situación inaceptable como la de Jesús en el Huerto. Poco antes había dicho Pedro: moriré contigo, vamos juntos a una muerte heroica, cantando contra el enemigo; en cambio, Jesús siente miedo, y comete el error de revelarse, de mostrar su verdad que los otros no están preparados para recibir.
Entonces, comienza el escándalo ante un hombre que tiene miedo, que se asusta. De aquí el desconcierto y el deseo de no pensar en eso, como nos sucede a todos nosotros ante ciertos sufrimientos de amigos, de personas queridas, porque no podemos soportarlos todos juntos, no tenemos la fuerza suficiente. Entonces sucede en la siquis una fuerza muy poderosa de cancelación, esto es, ese desánimo de quien no sabe ya qué hacer. A Pedro le bastó que Jesús se revelara "auténtico" y no fuera más el Maestro en el que se apoyaban, el que siempre tenía la palabra precisa, sino un hombre como los otros, un amigo para consolar, y esto lo hizo escandalizar, hizo que ya no entendiera nada. "Tenían los ojos cargados", pesados, dice el Evangelio: esta me parece también una expresión que hace pensar en un estado de enceguecimiento interior, de confusión mental que pesa sobre el espíritu y lo hace turbio, ofuscado.
Jesús tiene que orar solo y cuando vuelve a despertar a los discípulos sufre un nuevo choque: le ven la cara tan asustada, angustiada, y empieza a aparecer la duda: ¿es en verdad el Mesías? ¿Cómo puede Dios manifestarse en un hombre tan pobre? Este Jesús que se humilla, que parece un trapo, que camina con inseguridad, los desconcierta cada vez más, derrumba su castillo de fuerzas mentales, su idea de cómo Dios debe manifestarse y debe salvar a un hombre que le ha sido fiel, que es su Cristo.
Este titubear interior de Pedro se derrumba, cuando llega "Judas, uno de los Doce, con mucha gente, espadas, palos", se acerca a Jesús y lo besa. Jesús no reacciona, solamente dice: "¡Amigo, a esto has venido!", luego lo arrestan: "Echaron mano a Jesús y lo prendieron.
Uno de los que estaban con Jesús, sacó la espada, hirió al siervo del pontífice, y le cortó una oreja". Pedro, pues, hace el último intento de morir como un héroe. Naturalmente, ante la multitud es un acto desesperado, pero también valiente.
Pero el último golpe a su ya demasiado mezquina seguridad, que aquí ha buscado un desquite, es la palabra de Jesús: "Mete la espada en la vaina". Jesús desautoriza públicamente a Pedro, que ya no entiende nada y se pregunta por qué el Señor los invitó a seguirlo, siendo que quería morir.
Peor aún, si ahora Jesús parece dialogar con sus adversarios: "¡Habéis venido a prenderme como contra un ladrón, con espadas y palos!. Todos los días enseñaba sentado en el Templo, y no me prendisteis. Pero todo esto ha sucedido, para que se cumplan las Escrituras de los profetas". Si nosotros no podemos echar mano a la espada, piensa Pedro, ¿por qué no vienen esas famosas legiones de ángeles, por qué Dios no salva a su consagrado, o por lo menos lo hace arrestar en el Templo, mientras la muchedumbre grita y se hace un tumulto? En cambio, así, en la noche, ¡como si fuera un malhechor! ¡Y él no reacciona!.
Entonces, dice el texto en el versículo 56: "Todos los discípulos lo abandonaron y huyeron". Aquí se ve precisamente su desconcierto, claro que no total, porque conservan por lo menos la fe, en el fondo, pero como nos sucede también a nosotros, los pensamientos tenebrosos se agrupan tanto que nos parece que ya no entendemos quién es Dios.
Pedro está confuso también en su identidad: ya no sabe quién es, qué tiene que hacer, cuál es su papel en el Reino de Dios, no sabe quién es este Jesús que se ve abandonado por Dios. Todo esto se resuelve en el ánimo de Pedro que, a pesar de todo, ama muchísimo a Jesús y, por tanto, como dice inmediatamente después, en el versículo 58: "Lo había seguido de lejos". No se atreve a seguirlo de cerca, porque ya no sabe qué es lo que debe hacer, pero no puede menos de seguirlo.
Es un hombre dividido, que ya ha sido atraído por Cristo, pero siente al mismo tiempo que quiere rechazarlo, por eso lo sigue de lejos: he aquí el compromiso, negación, que no es, me parece, sino la manifestación, ahora pública, del desconcierto de Pedro. No sabiendo ya quién es él ni quién es Jesús, Pedro da respuestas que, paradójicamente, son verdaderas. "Se le acercó una criada y le dijo: Tú también estabas con Jesús, el galileo. Pero él negó ante todos, diciendo: No sé qué dices'. Esto es un acto de bellaquería, pero que no nace del puro miedo, porque Pedro estaba listo a morir, sino del desconcierto.
A la segunda pregunta: "Este estaba con Jesús el Nazareno, negó: no conozco a ese hombre". Aquí parece que el Evangelista juega con el doble sentido: en verdad no sé quién sea ese hombre, para mí ahora es un enigma, ya no puedo hacer nada por él, porque no sé quién sea, no sé qué es lo que quiere, todo se está derrumbando. Dios siempre interviene en favor del justo, luego este no es justo, nos ha engañado. Este estado de confusión lo lleva a jurar y a imprecar contra ese hombre.
La conversión.Añade el evangelio: "Inmediatamente cantó un gallo. Y Pedro se acordó de las palabras de Jesús: antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Salió afuera y lloró amargamente".
El evangelista es sumamente sobrio, pero nosotros podemos preguntarnos qué fue lo que sucedió. El canto del gallo parece llegarle a un hombre todavía confundido, después el recuerdo de la palabras de Jesús, luego gradualmente la percepción: Jesús había querido en realidad todas estas cosas, y si corresponden a su plan, corresponden también al plan de Dios. Entonces no he captado nada el plan de Dios, he sido un ciego durante toda la vida, he vivido hasta ahora con un hombre del que no he entendido nada.
Dice Lucas: "Jesús pasó y lo miró". Mateo no habla de eso, pero podemos intuirlo simplemente por la escena. Pedro piensa: ese es el hombre a quien yo no he comprendido, de quien siempre me serví en el fondo para tener una posición de privilegio, y que ahora va a morir por mí.
Nace el conocimiento de Jesús y de sí mismo, finalmente se rompe el velo y Pedro comienza a intuir entre lágrimas que Dios se revela en Cristo abofeteado, insultado, renegado por él, Pedro, y que va a morir por él. Pedro, que hubiera querido morir por Jesús, ahora comprende: mi puesto es dejar que él muera por mí, que sea más bueno, más grande que yo. Quería hacer más que él, quería precederlo, en cambio es él quien va a morir por mí que soy un gusano, que durante toda la vida no fui capaz de entender qué sería; ahora él me ofrece esta vida suya que yo he rechazado. Pedro entra, por medio de esta laceración, esta humillación vergonzosa, en el conocimiento del misterio de Dios. Pidámosle a él que nos conceda también a nosotros entrar un poco, a través de la reflexión sobre nuestra experiencia, en este conocimiento del misterio de la Pasión y de la Muerte del Señor.
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