por claudia corchado » Jue Jun 19, 2014 5:21 pm
Pregunta:
¿Hay en el cuerpo miembros menos nobles? ¿No vio Dios que todo era bueno? Explica ¿qué quiere decir Pablo con la comparación que pone para explicar el cuerpo místico de Cristo?
En las expresiones de Pablo acerca de los “miembros menos decentes” del cuerpo humano, como también acerca de aquellos que “parecen más débiles”, o bien acerca de los “que tenemos por más viles”, nos parece encontrar el testimonio de la misma vergüenza que experimentaron los primeros seres humanos, varón y mujer, después del pecado original. Esta vergüenza quedó impresa en ellos y en todas las generaciones del hombre “histórico”, como fruto de la triple concupiscencia (con referencia especial a la concupiscencia de la carne).
Están en el cuerpo humano los “miembros menos decentes” no a causa de su naturaleza “somática” sino sola y exclusivamente porque en el hombre mismo existe esa vergüenza que hace ver a algunos miembros del cuerpo como “menos decentes” y lleva a considerarlos como tales.
En la primera Carta a los Corintios (12, 18-25), el autor tiende a respetar el cuerpo humano y especialmente a sus miembros más “débiles” o “menos decentes”, que corresponde al designio originario del Creador, o sea, a esa visión de la que habla el libro del Génesis: “Y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho” (Gn 1, 31). Pablo escribe: “Dios dispuso el cuerpo dando mayor decencia al que carecía de ella, a fin de que no hubiera escisiones en el cuerpo, antes todos los miembros se preocupen por igual unos de otros” (1 Cor 12, 24-25).
La “escisión en el cuerpo“, cuyo resultado es que algunos miembros son considerados “más débiles”, “más viles”, por lo tanto, “menos decentes”, es una expresión ulterior de la visión del estado interior del hombre después del pecado original, esto es, del hombre “histórico”. El hombre de la inocencia originaria, varón y mujer, de quienes leemos en el Génesis 2, 25 que “estaban desnudos... sin avergonzarse de ello”, tampoco experimentaba esa “desunión en el cuerpo”. A la armonía objetiva, con la que el Creador ha dotado al cuerpo y que Pablo llama cuidado recíproco de los diversos miembros (cf. 1 Cor 12, 25), correspondía una armonía análoga en el interior del hombre: la armonía del “corazón” Esta armonía, o sea, precisamente la “pureza de corazón”, permitía al hombre y a la mujer, en el estado de la inocencia originaria, experimentar sencillamente (y de un modo que originariamente hacía felices a los dos) la fuerza unitiva de sus cuerpos, que era, por decirlo así, el substrato “insospechable” de su unión personal o communio personarum.
Saludos a todos.