Estimado en Cristo salvax:
salvax escribió:En mi opinion no solo es un error del equipo de traductores de la Biblia de Jerusalén sino además de quienes aprueban dice aprobado por la conferencia episcopal española. Y en Argentina que es donde yo vivo es reconocida como una "Biblia de estudio", por eso me la compre, si una Biblia de estudio tiene esta calidad de notas me hace dudar mucho de la calidad biblica de los estudiosos. Y la Biblia es el alma de la Teología decia San Jeronimo asi que anda a saber que terminan enseñando. Ojala alguien con poder pueda pedir explicaciones yo ni siquiera soy español.
1. Recordemos que la aprobación eclesiástica NO ES propiamente una recomendación de una obra, sino simplemente una afirmación de que no se han encontrado afirmaciones contra la Fe (NO quiere decir realmente ni siquiera que no existan, sino simplemente que censores calificados no las han
encontrado, de hecho, a una obra que tenía el Imprimatur se le puede retirar si se descubre posteriormente que SI tenía contenido contrario a la Fe). En el caso concreto que nos ocupa, negar el Imprimatur a causa de esta nota hubiese requerido que la Iglesia hubiese definido formalmente como Verdad o Dogma de Fe que la Santísima Virgen pronunció personalmente estas palabras y/o hubiese condenado formalmente la hipótesis contraria (afirmar o sugerir que no las dijo, como de hecho lo hace la nota). Y como no han ocurrido ninguna de esas dos cosas, entonces NO se puede afirmar que esa nota sea
formalmente contraria a la Fe Católica.
Nótese que para esto no basta tener afirmaciones del Magisterio Ordinario aparentemente contrarias (o sea en las que el Magisterio Ordinario se exprese atribuyendo naturalmente estas palabras a la Santísima Virgen María), como de hecho se hace aquí (al igual que en muchos otros lados):
Así, pues, la invocamos: Santa María, tú fuiste una de aquellas almas humildes y grandes en Israel que, como Simeón, esperó « el consuelo de Israel » (Lc 2,25) y esperaron, como Ana, « la redención de Jerusalén » (Lc 2,38). Tú viviste en contacto íntimo con las Sagradas Escrituras de Israel, que hablaban de la esperanza, de la promesa hecha a Abrahán y a su descendencia (cf. Lc 1,55). Así comprendemos el santo temor que te sobrevino cuando el ángel de Dios entró en tu aposento y te dijo que darías a luz a Aquel que era la esperanza de Israel y la esperanza del mundo. Por ti, por tu « sí », la esperanza de milenios debía hacerse realidad, entrar en este mundo y su historia. Tú te has inclinado ante la grandeza de esta misión y has dicho « sí »: « Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra » (Lc 1,38). Cuando llena de santa alegría fuiste aprisa por los montes de Judea para visitar a tu pariente Isabel, te convertiste en la imagen de la futura Iglesia que, en su seno, lleva la esperanza del mundo por los montes de la historia. Pero junto con la alegría que, en tu Magnificat, con las palabras y el canto, has difundido en los siglos, conocías también las afirmaciones oscuras de los profetas sobre el sufrimiento del siervo de Dios en este mundo. Sobre su nacimiento en el establo de Belén brilló el resplandor de los ángeles que llevaron la buena nueva a los pastores, pero al mismo tiempo se hizo de sobra palpable la pobreza de Dios en este mundo.
CARTA ENCÍCLICA SPE SALVI
DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI
SOBRE LA ESPERANZA CRISTIANA
Puesto que tales afirmaciones del Magisterio Ordinario nos requieren a los fieles obediencia religiosa (lo que nos ayuda a descartar con confianza la insensatez expresada en la nota que venimos analizando), pero NO DEMANDAN el asentimiento de la Fe; y, por consiguiente, las afirmaciones contrarias NO PUEDEN ser declaradas formalmente como OPUESTAS a la Fe y, en ese sentido, constituir un motivo para negar el Imprimatur o la aprobación eclesiástica.
Por consiguiente, y en contra de lo que señalas al inicio de tu comentario, esto NO puede ser considerado un error de quienes aprueban, porque, insisto, quienes aprueban NO están recomendando la obra NI afirmando que esta se apega a la más exquisita ortodoxia católica, sino simplemente que NO contiene afirmaciones FORMALMENTE OPUESTAS a la Fe Católica.
2. La Iglesia hoy en día, con toda intención, ha permitido una libertad para los estudiosos que en otro tiempo se consideraba inimaginable. El mismo Joseph Ratzinger en alguna de sus obras habla de que a él le tocó vivir la "tierra prometida" de la libertad para los teólogos y estudiosos de la Escritura que sus maestros tan solo lograron vislumbrar a lo lejos a la manera en que Moisés pudo contemplar a lo lejos la tierra prometida al pueblo de Israel que había sacado de Egipto.
Por supuesto que, al otorgar esta libertad, la Iglesia de ningún modo pretendió dar carta abierta para que cualquiera pudiera venir a expresar la barbaridad que se le ocurriera sin el menor fundamento, como hemos visto que es el caso de esta nota abiertamente especulativa y contradictoria consigo misma.
Pero desafortunadamente la posibilidad de que eso ocurra, como es el caso, es un efecto secundario prácticamente inevitable que se sigue de quitar la vigilancia estricta que el Magisterio antes ejercía sobre toda forma de investigación teológica y exegética, y que para muchos investigadores serios era como un pesado yugo que dificultaba mucho su trabajo y les impedía explorar hipótesis digamos, poco convencionales, que podían acabar resultando en apreciaciones auténticamente valiosas.
El problema es que, como suele ocurrir cuando se da una libertad en algún aspecto que se encontraba exageradamente restringido, el primer efecto es un "bandazo" de un libertinaje indebido e igualmente exagerado, donde muchos indebidamente confunden la legítima libertad otorgada como un permiso de hacer lo que quieran, cuando quieran y como quieran.
Y asi es como, al quitar esas restricciones al investigador serio, cualquier estudioso de segunda, que no tiene la formalidad y seriedad de los primeros, se cree autorizado a expresar los productos de su imaginación como si de verdades científicas irrefutables se tratase, que es lo que nos acaba trayendo notas y apreciaciones tan desafortunadas como la que venimos comentando. E insisto en que esta nota es particularmente desafortunada no solo por la bajísima probabilidad de la veracidad de su contenido, sino, sobre todo, por la irresponsablemente débil fundamentación que presenta, que, como ya hemos repetidamente señalado, se queda en el terreno de la vulgar especulación, y por lo mal construida que esta, de modo que entra en contradicción consigo misma. Es claro, pues, que NO se trata aquí de una hipótesis tal vez incorrecta, pero razonablemente fundada. Por ejemplo, supongamos que un investigador en verdad hubiese descubierto referencias del antiguo Israel en las que hubiese un "canto de los pobres" muy similar al Magnificat, y que entonces afirmara que el texto de San Lucas hace referencia a tal canto. En ello, aunque se mantuviera esa posible exlcusión de la Santísima Virgen como autora de las palabras mismas, no se estaría afirmando no las hubiese pronunciado o no las pudiese pronunciar ella misma. Sino al contrario, simplemente y con fundamento en esos descubrimientos objetivos se estaría afirmando que ella pudiera haber conocido ese "canto de los pobres" y haberlo considerado idóneo para ser expresado en la ocasión.
Pero la realidad es que, ni existe ningún estudio o investigación que haya descubierto tal "canto de los pobres", que es por lo que se afirma que esto de ningún modo tiene un fundamento científico real, y para colmo se cae en esta tontería de sugerir que el canto existía pero que ella no lo conocería y, por lo mismo, no lo habría usado, sino todo sería una "invención" de San Lucas (o "del autor sagrado", pues ya se sabe que a estos "estudiosos" les encanta también el asunto de andar negando a los autores "oficiales" de la Escritura, pues al parecer eso les hace sentir sabios e importantes). Este ejemplo denota lo que sería la diferencia en lo que podría haber hecho un estudioso serio que hubiese tenido ese fundamento en el hipotético descubrimiento de ese "canto de los pobres", respecto a la especulación barata e infundada que realmente constituye el origen de la nota que nos ocupa.
3. Ahora bien, como hasta aquí hemos hablado de especulaciones completamente infundadas, pero también de meros ejemplos hipotéticos para un investigador serio, puede parecer poco claro el porqué la Iglesia ha permitido esta libertad en vez de seguir cuidando estrictamente con una estrecha vigilancia del Magisterio la ortodoxia de los escritos emitidos por los investigadores.
Por eso creo que es pertinente dar un ejemplo real de los frutos que esa libertad SI puede dar cuando está en buenas manos. Concretamente me viene a la mente el ejemplo de las explicaciones que en su momento el Santo Padre Benedicto XVI daba respecto a las aparentes incongruencias entre los diferentes Evangelios respecto al momento de la Última Cena y, por consiguiente, si había sido una auténtica Cena Pascual o no:
Jesús celebró con los suyos esta cena de múltiples significados en la noche anterior a su pasión. Teniendo en cuenta este contexto, podemos comprender la nueva Pascua, que él nos dio en la santa Eucaristía. En las narraciones de los evangelistas hay una aparente contradicción entre el evangelio de san Juan, por una parte, y lo que por otra nos dicen san Mateo, san Marcos y san Lucas. Según san Juan, Jesús murió en la cruz precisamente en el momento en el que, en el templo, se inmolaban los corderos pascuales. Su muerte y el sacrificio de los corderos coincidieron. Pero esto significa que murió en la víspera de la Pascua y que, por tanto, no pudo celebrar personalmente la cena pascual. Al menos esto es lo que parece. Por el contrario, según los tres evangelios sinópticos, la última Cena de Jesús fue una cena pascual, en cuya forma tradicional él introdujo la novedad de la entrega de su cuerpo y de su sangre.
Hasta hace pocos años, esta contradicción parecía insoluble. La mayoría de los exegetas pensaba que san Juan no había querido comunicarnos la verdadera fecha histórica de la muerte de Jesús, sino que había optado por una fecha simbólica para hacer así evidente la verdad más profunda: Jesús es el nuevo y verdadero cordero que derramó su sangre por todos nosotros.
Mientras tanto, el descubrimiento de los escritos de Qumram nos ha llevado a una posible solución convincente que, si bien todavía no es aceptada por todos, se presenta como muy probable. Ahora podemos decir que lo que san Juan refirió es históricamente preciso. Jesús derramó realmente su sangre en la víspera de la Pascua, a la hora de la inmolación de los corderos. Sin embargo, celebró la Pascua con sus discípulos probablemente según el calendario de Qumram, es decir, al menos un día antes: la celebró sin cordero, como la comunidad de Qumram, que no reconocía el templo de Herodes y estaba a la espera del nuevo templo.
Por consiguiente, Jesús celebró la Pascua sin cordero; no, no sin cordero: en lugar del cordero se entregó a sí mismo, entregó su cuerpo y su sangre. Así anticipó su muerte como había anunciado: "Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente" (Jn 10, 18). En el momento en que entregaba a sus discípulos su cuerpo y su sangre, cumplía realmente esa afirmación. Él mismo entregó su vida. Sólo de este modo la antigua Pascua alcanzaba su verdadero sentido.
SANTA MISA «IN CENA DOMINI»
HOMILÍA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
Basílica de San Juan de Letrán
Jueves Santo, 5 de abril de 2007
Resulta particularmente interesante destacar que esta hipótesis, que si bien como el mismo Papa señalaba entonces no es del todo aceptada ni segura, de todas formas se distingue radicalmente de las especulaciones gratuitas de la nota que hemos venido discutiendo precisamente en cuanto a que existen fundamentos sólidos en los que parece sustentarse y que le han llevado a ser ya ampliamente aceptada, al punto de haber sido expuesta aquí por el propio Magisterio Pontificio.
Ahora bien, una hipótesis tan aventurada como esta, sobre todo por la manera en que se originó (en el contexto de ideas más amplias mayormente erroneas dentro del pensamiento protestante), en los tiempos previos a la libertad teológica imperante hoy en día habría sido prácticamente imposible de desarrollar en los ambientes católicos: simplemente habría tenido demasiadas sospechas sobre si como para siquiera ser investigada cabalmente. Y, al no poder ser investigada, se habría quedado seguramente inmersa dentro del error junto al que ser originó. En cambio, con la libertad teológica actual, los investigadores católicos serios pudieron purificar las intuiciones básicas correctas del contexto de error en el que se comenzaron a desarrollar, de modo que se llegó a conclusiones plausibles que, como ya hemos indicado, han encontrado eco, con una riqueza teológica muy profunda, en el propio Magisterio.
Particularmente esta noción de que Jesús habría podido celebrar la Pascua en la Última Cena en un día que no era el "día oficial" y sin cordero, pero no sin Cordero, pues Él mismo Celebró la Eucaristía por la que se realizó la participación Sacramental en el Supremo Sacrificio del Cordero sin mancha que ocurriría físicamente al día siguiente, es verdaderamente una noción sobrecogedora y de una profundidad inmensa que nos introduce a nosotros en esa misma participación del Cordero Pascual que se realiza en cada Eucaristía.
Este es el ejemplo de lo que SI se puede lograr cuando los investigadores serios aprovechan sanamente la libertad en la investigación teológica que ha otorgado la Iglesia. Nada que ver con esas especulaciones gratuitas, vulgares y baratas de quienes se sienten importantes y científicos tan solo por venir con la primera peregrina novedad que les pasa por la cabeza.
Asi pues, en efecto, existen "estudiosos" cuyo trabajo no vale un centavo, pero también existen investigadores serios que pueden ayudar a realmente lograr una mejor comprensión de muchas cosas. Por lo que no hay que poner todo y a todos en el mismo costal.
Que Dios te bendiga.