Estimada en Cristo mdlamd:
Respecto a lo del matrimonio, recuerda que unirse en Sagrado Matrimonio en la Iglesia, básicamente lo que significa es que el hombre y la mujer quieren realizar su unión en presencia de Dios y de acuerdo a Sus Designios; por el contrario y por consecuencia, NO contraer el Matrimonio en presencia de Dios por parte de un bautizado que conoce a Dios, lo que necesariamente implica es la voluntad del hombre y la mujer de EXCLUIR a Dios de esa unión.
El Sagrado Matrimonio NO TIENE que ser una gran ceremonia costosísima, eso son meras tradiciones humanas, bonitas e importantes cuando existe la posibilidad de realizarlas, puede ser, pero que de ningún modo justifican
excluir a Dios de la unión ya sea de manera temporal o definitiva.
Igualmente, quererse unir "a prueba" o cosas parecidas y no contraer Matrimonio para "no quedar atados de manera irreversible" TAMPOCO es consistente con el Designio de Dios respecto a la unión del hombre y la mujer y los fines para los que tal unión fue Querida y Creada por Él. Por lo cual es natural que quien quiere unirse A ESPALDAS del Designio de Dios, lo haga también intentando EXCLUIRLO a Él de tal unión inapropiada.
Ahora bien, la participación en los otros Sacramentos, como la Reconciliación y la Eucaristía, precisamente lo que significan también es el deseo de la persona de reconciliarse con Dios, abandonando TODO aquello que le separa de Él, para vivir en Unión con Él de acuerdo a esos Designios que Él ha puesto para BIEN NUESTRO.
Entonces, como podrás apreciar, constituye una contradicción directa decir "exluyo a Dios de mi vida NO dejando que Él se meta en esta unión que yo quiero realizar a espaldas de sus Designios, pero, a la vez, quiero vivir cerca de Él y unido a Él según sus Designios". Como podrás apreciar fácilemtne, eso simplemente no puede ser: o INCLUYO a Dios en mi vida, me uno a Él y le hago caso, o bien lo EXCLUYO y no le hago caso, sino hago las cosas a mi gusto y antojo. Pero simplemente no se puede tratar de excluirlo e incluirlo a la vez.
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Respecto a tu otra pregunta, si, hipotéticamente podemos pensar que a todos nosotros Dios nos pudeira conceder también esa modalidad de Redención preventiva que Él quiso otorgar a Nuestra Santísima Madre, para mejor hacer brillar en Ella los Dones de su Gracia y para mejor prepararla para su excelentísima misión; y puede parecer que eso pudiera ser bueno y deseable para todos. Pero, de entrada, y como lo han venido señalado los hermanos a lo largo del tema, podemos ver que, en realidad, no todos necesitamos de los altísimos y muy particulares Dones Divinos con los que fue Colmada de Gracia, en atención a los Méritos de Nuestro Señor Jesucristo, la Santísima Madre del Redentor.
Pero hay algo más, y es que este singularísimo Don NO tiene sentido NI es en realidad bueno POR SÍ MISMO, sino, para ser realmente bueno y fructífero DEBE NECESARIAMENTE venir acompañado de dos condiciones:
1. Otra serie de Dones que, como comienza la Carta Apostolica Ineffabilis Deus por la que fue definido y proclamado el Dogma de Fe de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, tenían este sentido:
El inefable Dios, cuya conducta es misericordia y verdad, cuya voluntad es omnipotencia y cuya sabiduría alcanza de límite a límite con fortaleza y dispone suavemente todas las cosas, habiendo, previsto desde toda la eternidad la ruina lamentabilísima de todo el género humano, que había de provenir de la transgresión de Adán, y habiendo decretado, con plan misterioso escondido desde la eternidad, llevar al cabo la primitiva obra de su misericordia, con plan todavía más secreto, por medio de la encarnación del Verbo, para que no pereciese el hombre impulsado a la culpa por la astucia de la diabólica maldad y para que lo que iba a caer en el primer Adán fuese restaurado más felizmente en el segundo, eligió y señaló, desde el principio y antes de los tiempos, una Madre, para que su unigénito Hijo, hecho carne de ella, naciese, en la dichosa plenitud de los tiempos, y en tanto grado la amó por encima de todas las criaturas, que en sola ella se complació con señaladísima benevolencia. Por lo cual tan maravillosamente la colmó de la abundancia de todos los celestiales carismas, sacada del tesoro de la divinidad, muy por encima de todos los ángeles y santos, que Ella, absolutamente siempre libre de toda mancha de pecado y toda hermosa y perfecta, manifestase tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios.
2. Una disposición personal tal de fidelidad y aceptación irrestricta e ininterrumpida de la Gracia de Dios que fuese capaz de hacer que este plan tuviese un resultado PERFECTO. Porque no debemos olvidar que la libertad de la persona SIGUE presente, y que, por tanto, por mucho que Dios le ofrezca a la persona TODOS sus Dones en forma super-abundante y continua, si la persona NO LOS ACEPTA, entonces Dios TAMPOCO IMPONE que la persona los reciba, en cuyo caso el plan de tan perfecta hermosura fracasaría por causa de la persona que se negase a recibir esos Dones de la Gracia Divina.
Y no olvidemos tampoco que, si nuestros primeros padres que fueron Creados en Gracia fueron tentados, engañdos y cayeron; y que si el mismo Cristo, Dios Verdadero, Señor de Cielos y Tierra, cuyo pecado era esencialmente imposible, aún así fue tentado y aún así tuvo que superar con su fuerza y su voluntad humanas esa tentación (o sea, no le costó menos trabajo de lo que nos costaría a nosotros rechazar la tentación); pues es claro que con más razón esta creatura que Dios planeó tan perfecta y tan bella con mayor razón sería tentada en un vil y envidioso intento de hacer fracasar tan hermoso Plan Divino en favor del género humano.
Asi pues, NO debemos imaginar que Nuestra Santísima Madre NO fue puesta a prueba de algún modo también; por el contrario, lo fue y muy duramente; su fidelidad fue puesta prueba, por ejemplo, en las dudas de San José respecto al origen del Niño que crecía en su seno, lo fue en el abandono en Belén donde no encontraban lugar en la posada, lo fue al no encontrar a su Hijo al salir de Jerusalén y no entender porqué no estaba, lo fue al pie de la Cruz, etc. Pero la caracterísitica especialísima que permitió a Dios elegirla a Ella por sobre las demás creaturas para tan altísima misión y condición, fue precisamente esa irrestricta fidelidad suya, por la cual, en las condiciones más difíciles, se mantuvo incondicionalmente fiel y dócil a la Gracia. Algo que en realidad es tan costoso y difícil, que a nuestra debilidad en caso de no ser asistida por la Gracia, se le antoja imposible, mítico y meramente legendario; de ahí que nuestros hermanos separados, privados de la plenitud de la Comunión de la Fe de la Iglesia que nos permite conocer que esto NO ES leyenda ni mito, sino una excelsa REALIDAD, consideren increible e imposible que la Santísima Madre de Cristo realmente hubiese sido tan perfecta y digna de los honores que le reconoce la Santa Iglesia.
Asi pues, solo en la continua abundancia de los Dones Celestiales unida a la irrestricta fidelidad de la creatura aceptando sin falla, limitación, ni excepción todos esos Dones, podía tener sentido alguno tan excelso y particular privilegio.
Está claro entonces que, aunque todos esos Dones y la capacidad de aceptarlos son obra de la Gracia de Dios, tampoco puede decirse que la Gracia de Dios produce en automático y de manera ineludible e irresistible para la creatura ese efecto; sino es necesario que la creatura misma contribuya de algún modo NO usando indebidamente su libertad y voluntad para RESISTIR a la Gracia, sino premitiendo, sin obstaculizarla en ningún grado ni de ninguna manera, que la Gracia haga en ella lo que tiene que hacer y dé entonces un resultado perfecto.
Asi, es perfectamente posible que, si la gran mayoría de nosotros hubiésemos sido dotados de ese altísimo Don de Dios de la Aplicación preventiva de la Gracia Redentora de Cristo, si incluso hubiésemos sido dotados de TODAS esas Gracias abundantísimas con las que el Señor de Cielos y Tierra se Dignó dotar a Ella de tan singular hermosura; el resultado ciertamente NO hubiese sido semejante perfección, sino el resultado hubiese sido una más de nuestras tantas rebeliones con las que pecamos tantas veces todos los días.
Pero, por otro lado, las consecuencias de esta rebelión NO serían iguales a las de esas tantas rebeliones que llevamos a cabo todos los días; sino
serían MUCHÍSIMO MÁS GRAVES.
Porque en efecto, TODAS estas Gracias en su conjunto y debidamente aceptadas, nos darían una posición aventajadísima en contra de la concupiscencia, al punto de concedernos la inmunidad contra la misma, tal y como nos lo enseña San Juan Pablo II (enseñanza en la que también confirmamos lo que hemos señalado de que, para tan perfecto resultado, NO BASTA la mera aplicación preventiva de la Redención, sino se requieren OTRAS Gracias):
La definición de Pío IX se refiere sólo a la inmunidad del pecado original y no conlleva explícitamente la inmunidad de la concupiscencia. Con todo, la completa preservación de María de toda mancha de pecado tiene como consecuencia en ella también la inmunidad de la concupiscencia, tendencia desordenada que, según el concilio de Trento, procede del pecado e inclina al pecado (DS, 1.515).
JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles de 12 de junio 1996
Pero, de suyo, como hemos visto, esas Gracias SIN la aceptación de la creatura NO producirían la impecabilidad; ni tampoco la inmunidad a la concupiscencia significa en automático ausencia o imposibilidad de ser probados, tentados y engañados.
De este modo, si a pesar de TODAS esas Gracias, con todo, nuestra fidelidad no lograse ser tan irrestricta como la de Santa María Virgen, sino que, en UN momento de debilidad llegasemos a flaquear y caer víctimas de la tentación y del pecado, las consecuencias serían para nosotros prácticamente devastadoras. Ya que la gravedad de tal pecado sería mucho mayor, en tanto habría sido cometido desde una posición mucho más libre y consciente de la rebelión que significaba y las consecuencias de tal rebelión; y, por lo mismo, la concupiscencia, es decir, la tendencia a regresar al pecado a partir de ese punto, sería igualmente MUCHO más intensa. Todo eso lo que significaría es una dificultad mayor para arrepentirnos y volver a aceptar la Redención que, de hecho, ya habríamos rechazado con una plenitud de consentimiento y conciencia tal, que harían tremendamente dificil el volver realmente a aceptarla en algún momento.
Y es que, si el Señor nos aplica estas palabras a los que simplemente hemos recibido el Anuncio del Evangelio:
Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.
San Mateo 5, 13
¡Con cuanta mayor razón no serían mucho más aplicables a aquella persona que, habiendo recibido la plenitud de la Redención y sus beneficios, aún así hubiese incurrido en la rebelión!. ¿Sería posible volver a salar esta sal insípida? ¿o no más bien la condenación de tal persona estaría prácitcamente asegurda como sal que no sirve sino para ser tirada y pisada?
Es por esto que, ese altísimo Don que en Nuestra Santísima Señora y Madre tuvo un resultado tan glorioso y perfecto en virtud de su inquebrantable fidelidad; en nosotros, personas significativamente más inconstantes que ella, semejantes Dones, lejos de ser un beneficio, habrían constituido un peligro y riesgo casi mortal.
Por eso es que Nuestro Señor, Conocedor de TODAS las cosas, incluyendo esa inconstancia y debilidad personal nuestra, y Sabedor que tal inconstancia NO SOLO es debida a la concupiscencia heredada con el pecado original, sino a nuestra propia debilidad que debe ser educada para ser fortalecida hasta alcanzar constancia en la fidelidad; lejos de colocarnos en esa posición tan desventajosa para nosotros, se Dignó proponernos un camino significativamente más fácil y seguro en el contexto de esa inconstancia nuestra.
Que Dios te bendiga.