por Eugenia26 » Mar Oct 27, 2015 8:21 pm
1. ¿Qué encuentra la Iglesia en las escrituras?La Iglesia encuentra en las escrituras las lecturas que luego se explican con la homilía y los salmos que se cantan; además que la Iglesia se edifica y crece escuchando la palabra de Dios y repartiendo a sus fieles el pan de vida que ofrece en la mesa de las Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo. El aprecio y la celebración de la Palabra de Dios ya era un valor heredado de los judíos: desde las grandes asambleas del AT, para escuchar la palabra y la estructura de la celebración en el culto sinagogal, centrado en las lecturas bíblicas y en la oración de los salmos. Era fácil de ahí el paso a la celebración cristiana, con la conciencia de que Dios, que había hablado a su pueblo por boca de los profetas, ahora nos ha dirigido su palabra por medio de su Hijo, la Palabra hecha persona.
La proclamación de la Palabra es un hecho constante y universal en la historia del culto cristiano, de manera que no hay rito litúrgico que no tenga varios leccionarios, en los que ha distribuido la lectura de la Palabra de Dios de acuerdo con el calendario y las necesidades pastorales de la respectiva Iglesia. El Concilio Vaticano II se refirió a los leccionarios de la Palabra de Dios como tesoros bíblicos de la Iglesia afirmó la importancia de la Sagrada Escritura en la Celebración de la liturgia. La Iglesia sabe que al abrir las Escrituras encuentra siempre en ellas la Palabra divina y la acción del Espíritu, por quien la «voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia». La Palabra leída y proclamada en la liturgia es uno de los modos de la presencia del Señor junto a su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica.
El leccionario es el libro que contiene un sistema organizado de lecturas bíblicas para su uso en las celebraciones litúrgicas.
Las diversas familias litúrgicas de Oriente y Occidente fueron configurando con criterios de selección propios sus leccionarios siendo fieles a las tres lecturas: el profeta, el apóstol y el evangelio, para la Eucaristía. Del Vaticano II ha aportado a la celebración los nuevos Leccionarios. El Misal Romano consta de dos libros: el Misal, que es el libro del altar o de las oraciones, y el Leccionario, el «Ordo Lectionum Missae». Este segundo está dividido en varios volúmenes: el leccionario dominical en tres ciclos, el ferial en dos, el santoral, el ritual para los sacramentos, el de las misas diversas y votivas, siguiendo así la consigna del Concilio de ofrecer al pueblo cristiano una selección más rica y más variada de la Palabra de Dios.
2. ¿Qué significa "Celebrar la Misa”?
Los cristianos católicos muchas veces confundimos la expresión "Decir la Misa" con "Celebrar la Misa", y usamos tanto una como la otra para significar lo mismo cuando en realidad no son lo mismo.
"Decir La Misa significa tomar un libro y leer lo que dice, pero "Celebrar la Misa" es algo más. Celebrar la Misa significa fiesta, alegría, participación, Celebrar el Sacrificio de Acción de Gracia al Señor. Por eso, no es adecuado preguntar "¿Quien va a decir la Misa?"; lo correcto será decir "¿Quien va a Celebrar La Santa Misa?"
Muy importante es entender también varias situaciones dentro de la Celebración de la Misa para considerar que hay que tener en cuenta la importancia de lo que significa Ministerio que es servir, que el Lector o Proclamador de la Palabra no es un simple predicador porque es una Misión Divina que no la puede ejercer cualquier persona que simplemente lea bien. Cuando un lector proclama, está ejerciendo un Ministerio tan importante con dignidad, como el del Sacerdote y el diácono, debe respetar la dignidad del ministerio con no minimizar la Palabra de Dios, con la forma de vestir, con el comportamiento, con el vocabulario y con lo que se muestra ante los ojos de los demás. Además, el Lector no debe restar importancia al Mensaje de Dios a su pueblo poniendo su persona con humildad mediante su presencia para que la gente reciba el mensaje. El Sacerdote no puede comer el Pan de la Eucaristía, si antes no se ha comido el Pan de la Palabra de Dios, porque tiene como oficio transmitir al pueblo los mandatos de Dios.
El Concilio Vaticano II nos enseñó que en la Celebración Eucarística hay dos grandes momentos: La Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía.
a) La Liturgia de la Palabra, que va desde el inicio hasta la oración de los fieles, y
b) La Liturgia de la Eucaristía, que va desde la presentación de las ofrendas hasta el final.
No podemos comer con frutos la comunión, si antes no alimentamos nuestra fe con el Pan de la Palabra de Dios.
Estas dos partes, juntas y equilibradas, forman la celebración dominical, y tan importante es la mesa de la Palabra, como la mesa de la Eucaristía.
Esto nos debe ayudar a comprender lo importante que es este Ministerio de Proclamar la Palabra de Dios. La Liturgia es el servicio que la Iglesia ha aprobado para celebrar dignamente la Palabra de Dios, la Mesa de la Palabra y la Mesa de la Eucaristía.
3. ¿Qué representan las posturas corporales que asumimos en la misa?
En la celebración de la Misa levantamos nuestros corazones, nuestras mentes y nuestras voces a Dios, pero somos criaturas compuestas tanto de cuerpo como de alma y es por esto que nuestra oración no está confinada a nuestras mentes, a nuestros corazones y a nuestras voces, sino que también se expresa en nuestro cuerpo. Cuando nuestro cuerpo participa en nuestra oración, rezamos con toda nuestra persona, como espíritus personificados tal como Dios nos creó. Este compromiso de todo nuestro ser en oración nos ayuda a orar con una mejor atención. Durante la Misa asumimos diferentes posturas corporales: nos ponemos de pie, nos ponemos de rodillas, nos sentamos y también somos invitados, a realizar una serie de gestos. Estas posturas y gestos corporales no son meramente ceremoniales. Tienen un significado profundo, así, cuando se realizan con comprensión, pueden realzar nuestra participación personal en la Misa. De hecho, estas acciones representan la manera en que comprometemos nuestro cuerpo en la oración, que es la Misa. Cada postura corporal que asumimos en la Misa enfatiza y refuerza el significado de la acción en la que estamos participando en ese momento en nuestro culto.
Ponernos de pie es un signo de respeto y honor, así que nos ponemos de pie cuando el celebrante, en representación de Cristo, entra y sale de la asamblea. Desde los inicios de la Iglesia, esta postura corporal ha sido interpretada como una postura de aquellas personas elevadas con Cristo y que están en la búsqueda de cosas superiores. Cuando nos ponemos de pie para la oración, asumimos nuestra estatura completa ante Dios, no con orgullo, sino con una humilde gratitud por las cosas maravillosas que Dios ha hecho al crearnos y redimirnos. Por medio del Bautismo, se nos ha dado a compartir una parte de la vida de Dios y la posición de pie es un reconocimiento de este don maravilloso. Nos ponemos de pie para escuchar el Evangelio, la cúspide de la revelación, las palabras y las escrituras del Señor y los obispos de los Estados Unidos han elegido la posición de pie como la postura que se debe observar en este país para la recepción de la Comunión, el sacramento que nos une de la manera más profunda posible con Cristo quien, ahora gloriosamente resucitado de entre los muertos, es la causa de nuestra salvación.
En los inicios de la Iglesia, la postura de rodillas simbolizaba la penitencia: ¡la consciencia del pecado nos derrumba! La postura de rodillas estaba tan íntegramente identificada con la penitencia que a los antiguos cristianos se les prohibía arrodillarse los domingos y durante la Semana Santa, en que el espíritu prevalecedor de la liturgia era de gozo y acción de gracias. Durante la Edad Media, la posición de rodillas significaba que un vasallo le rendía homenaje a su amo. Más recientemente, esta postura ha venido a significar adoración. Es por esta razón que los obispos de este país han elegido la posición de rodillas para que se ponga en práctica durante toda la Plegaria Eucarística.
La posición sentada es para escuchar y meditar, de esta forma, la congregación toma asiento durante las lecturas previas al Evangelio y puede, del mismo modo, sentarse durante el período de meditación que le sigue a la Comunión.
Los gestos también comprometen a nuestro cuerpo en la oración. Uno de los gestos más comunes es la Señal de la Cruz, con la que damos inicio a la Misa, y con la que, en la forma de una bendición, ésta concluye. Ya que debido a Su muerte en la cruz, Cristo redimió a la humanidad, nos hacemos la señal de la cruz en nuestra frente, labios y corazones al inicio del Evangelio. Cuando nos hacemos la señal de la cruz debe ser una verdadera señal de la cruz. También podemos hacer una gran señal, sin ningún apuro, que empiece desde la frente hasta nuestro pecho, de hombro a hombro, sintiendo conscientemente cómo incluye a todo nuestro ser, nuestra mente, nuestra actitud, nuestro cuerpo y nuestra alma, cada una de nuestras partes en un solo momento, cómo nos consagra y nos santifica.
Existen otros gestos corporales que intensifican nuestra oración en la Misa durante el "Yo Confieso", la acción de golpear nuestro pecho en el momento de formular las palabras "por mi culpa" puede fortalecernos y hacernos más conscientes de que nuestro pecado es por nuestra culpa.
En el Credo, estamos invitados a hacer una venia en el momento de formular las palabras que conmemoran la Encarnación: "fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen y se hizo hombre". Este gesto significa nuestro profundo respeto y gratitud a Cristo quien, por medio de Dios, no dudó ningún momento en venir entre nosotros como un ser humano y compartir nuestra condición humana para salvarnos del pecado y restablecer nuestra amistad con Dios. Esta gratitud se expresa aún con una mayor solemnidad durante la Fiesta de la Anunciación del Señor y en la Navidad, en que hacemos una venia cuando escuchamos estas palabras.
Nos ponemos de pie como familia de Dios, establecida como tal por el Espíritu de adopción. En la plenitud de ese mismo Espíritu, invocamos a Dios como Padre. Después del Padrenuestro viene el Saludo de la Paz, gesto mediante el cual expresamos por medio de un apretón de manos y el saludo de la paz que lo acompaña, que estamos en paz con nosotros mismos y que no guardamos enemistad. Compartir la paz con las personas a nuestro alrededor es un intercambio simbólico que representa para nosotros y para ellos la totalidad de la comunidad de la Iglesia y de toda la humanidad.
Hacer una señal de reverencia antes de recibir de pie la Comunión, un gesto por el cual expresamos nuestra reverencia y honramos a Cristo, como alimento espiritual.
La Iglesia ve en estas posturas y gestos corporales comunes tanto un símbolo de unidad de aquellos que han venido a reunirse para rendir culto como un medio para afianzar dicha unidad manifestando nuestra participación como personas bautizadas que somos el Cuerpo de Cristo unidos en el corazón, la mente y el espíritu. No estamos libres de cambiar estas posturas de acuerdo a nuestra propia piedad, ya que la Iglesia lo deja bien claro.